sta semana fue buena para el presidente Gustavo Petro. Qué tanto dure, dada la ineptitud del Gobierno, es difícil de predecir, pero lo cierto es que le fue bien al Gobierno tanto en el frente interno como en el externo.
La visita a Washington, en especial la reunión con el presidente Joe Biden, fue muy importante. Contrasta sin duda con la atención que no le prestó al presidente Iván Duque, con quien tiene muchas más afinidades políticas e ideológicas. Pero la manera como manejaron la reunión y quienes estuvieron presentes por parte de Estados Unidos mostró con claridad la importancia que todavía el Gobierno norteamericano le presta a Colombia.
No hubo sustancia alguna, eso es claro, pero el simbolismo de la reunión también lo es. Los desacuerdos en materia de drogas se mantienen, pero pasaron a un segundo plano e, incluso, los temas de violencia contra organizaciones sociales y defensores de derechos humanos, que continúan y en algunos casos se han acentuado, no aparecieron ni con el congresista Jim McGovern, con quien se reunió y ha sido enfático en este asunto durante décadas. El doble estándar en el manejo de los derechos humanos por parte del actual Gobierno y del Congreso, por lo menos los que han sido recalcitrantes voceros, es evidente.
Un segundo asunto que le está saliendo bien es el de Venezuela. Llevó el tema a Washington, cero sanciones, más democracia era el eslogan, y, la verdad, por todo Estados Unidos actuó como el canciller de Maduro. No sabemos todavía si, como dijo el embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, es más bien el embajador de Biden ante Maduro y le está haciendo el favor a la Casa Blanca, pero pronto lo sabremos si se relajan las sanciones.
Por ahora tiene reuniones con la oposición formal, el llamado G4, que, la verdad, ha sido un desastre y lo demostró con el desmonte del Gobierno interino de Juan Guaidó, y con otros sectores de Venezuela, entre los que están los llamados alacranes. Les dicen así, pues muchos no solo se quedaron con los partidos que Maduro ilegalmente le arrebató a la oposición, sino que forman parte de esa oposición a la medida que construyó la mafia que se hace llamar Gobierno para mostrar una supuesta normalidad democrática.
Y convocó la reunión de Cancillerías la otra semana, cuando veremos qué pasa en el tema de Venezuela. ¿La reunión mata la negociación en México y la traslada a Bogotá con otros actores? Es probable, pero depende de Estados Unidos, quien es el actor principal en este tema. ¿Habrá una declaración unánime en la que se pida la eliminación de las sanciones a cambio de ‘más democracia’? Poco probable si no hay claridad sobre qué significa más democracia en un país que es una dictadura brutal, con su jefe de gobierno investigado por crímenes de lesa humanidad.
Independientemente del resultado de la reunión de Cancillerías, así como Bogotá fue el escenario de creación del difunto Grupo de Lima, hoy es el nuevo escenario de cualquier cosa que suceda con Venezuela. Petro se insertó en la mitad de este problema y de una posible solución. Claro, tendrá que enfrentar una elección presidencial en Estados Unidos que puede cambiar radicalmente el tono y la cooperación que hoy quieren construir. Eso sí, les debe quedar claro a Estados Unidos, a los europeos y a los demócratas del continente que Petro no es un jugador imparcial y que su corazón y sus ideas están con Maduro y no con la democracia.
Y en el frente interno lo que había podido ser un desastre acabó siendo un respiro. La reforma a la salud estaba muerta gracias a la ineptitud de la señora Corcho, que, además, no entiendo por qué nadie ha investigado la razón de su salida de la administración Petro en Bogotá, y la intransigencia de Petro –que hasta le ha dividido el Gobierno–. Los tres partidos que no le dieron su voto a la ponencia negativa en la comisión le dieron un compás de espera a esta reforma.
César Gaviria con los liberales, Dilian Francisca con La U y Fincho Cepeda con los conservadores mantuvieron viva la reforma, pero la que ellos quieren concertar. Veremos si Petro cede y tiene una reforma que no mata el sistema, permite que el ciudadano decida y elimina la estatización del sistema. Viene un pulso difícil que puede tener un costo inmenso para esos tres partidos si ceden en temas críticos, pues sin duda este tema va a formar parte del debate en la campaña a alcaldes y gobernadores. Pero los líderes de los partidos prefieren asumir este riesgo y dejar viva una reforma que el país, como claramente dicen las encuestas, no quiere.
Los Gobiernos tienen momentos difíciles, muchos de ellos por su arrogancia o por el entorno de violencia o económico. El Gobierno de Petro ha creado sus propios momentos de dificultad por su ineptitud, su falta de coordinación, sus ministros-ideólogos, que parecen vivir en la estratosfera, y, además, por el ego del presidente, que cree que el mundo gira a su alrededor.
Pero esta semana que termina deja un saldo positivo para el Gobierno de Petro, así las consecuencias puedan ser nefastas para el país: Maduro, enquistado en el poder y con petróleo (una Cuba en esteroides); el país, inundado de coca y Estados Unidos, mirando para otro lado; y una reforma de salud que reviva y acabe el mejor sistema de salud del continente.
Es decir, y hay que tenerlo claro, la lucha continúa. O, mejor dicho, apenas empieza.