Frustraciones políticas y nulas expectativas de cambio han generado una «depresión social» en Venezuela

Redaccion El Tequeno

Las luchas sindicales y gremiales del sector público que se están dando en Venezuela desde el 09 de enero por reivindicaciones salariales son un mecanismo de defensa ante un país que se creía adormecido, al no ocurrir desde 2019 masivas manifestaciones sociales. Así lo consideran politólogos y psiquiatras, señalando que las principales encuestas del país han registrado desde las elecciones regionales de 2021 que cerca del 60% de la población electoral, es decir, unos 12.6 millones de venezolanos no se identifican ni con el Gobierno ni con la oposición, porque ninguno de estos dos sectores ha resuelto los principales problemas que agobian a los ciudadanos, como salarios justos, freno a la inflación, fallas en los servicios públicos y salida democrática a la crisis.

«Las protestas del sector público, que involucran a unos 10 millones de venezolanos de la nómina del Estado, entre activos y jubilados, surgen como una llama de esperanza. Se dan con un único propósito: resolver problemas existenciales porque un jubilado no puede vivir con el equivalente a 5.2 dólares al mes, ni un docente tipo 6, que ocupa el más alto nivel del escalafón salarial, puede sobrevivir ganando 24 dólares mensuales. La sociedad no puede tolerar más el estado al que los llevó el Gobierno que por dos décadas despilfarró por vías de la corrupción unos 300 mil millones de dólares que ingresaron al país en la bonanza petrolera desde la época de Hugo Chávez», opinó Marco Tulio Mendoza, médico psiquiatra.

Analistas señalan que buena parte de esa población descontenta que participó en marchas políticas y en actividades de la oposición venezolana masivamente desde 2014 exigiendo la salida del gobierno de Nicolás Maduro, entró en una fase de desesperanza aprendida desde el 30 de abril de 2019, en el intento de golpe de Estado dirigido por Leopoldo López y Juan Guaidó, cuando ocupaba la extinta presidencia interina en la que se le hizo creer a la población que se tenía el apoyo militar, pero no se logró ningún cambio.

Marco Tulio Mendoza explica que a partir de ese momento, la mayoría de la población venezolana entró en un estado de desesperanza aprendida. «Se trata de un agotamiento en el sistema de defensa psíquico de las personas. Se da por la frustración. Cuando un individuo tiene la capacidad inicial de resistencia ante la adversidad y se dispone a luchar, pero esas luchas son socavadas por sistemas coercitivos, represivos, que oprimen. Es allí cuando el ciudadano siente que todo su esfuerzo no sirve de nada, no encuentra salidas y llega un momento que se cansa», mencionó.

En el caso de Venezuela, asegura que esa desesperanza aprendida se da en todos los niveles de Gobierno. A nivel local, a nivel salarial, la frustración es porque el 80% del país, según la Encuesta Condiciones de Vida (Encovi) que realiza la UCAB, no tiene capacidad de adquirir la canasta alimentaria. A nivel de educación también se da, porque el sector de educación pública está en decadencia por la deserción de docentes, por las fallas en la infraestructura y el abandono estudiantil por la pobreza, y porque si se compara con la educación privada hay una brecha enorme de desigualdad.

«Llega un momento en que a la gente se le quitan las ganas de luchar, deja de creer en todo y se deprime. Es una forma de depresión social para manifestarse, apabullado por la realidad y sin posibilidades de cambio a corto plazo», explicó el psiquiatra. Esa frustración ha hecho que más de 7.1 millones de personas hayan emigrado de Venezuela, según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El politólogo, Horacio Zavala, apunta que aun cuando los sindicatos y educadores están protestando a diario en la actualidad, su descontento hace que rechacen cualquier posibilidad de acercamiento con los partidos políticos, porque no solamente los trabajadores opositores están reclamando sus derechos, esa lucha también la integran trabajadores públicos adeptos al oficialismo que están igual, en la pobreza extrema.

«Rechazan identificarse con los partidos para no contaminarse, por el desprestigio que tienen dirigentes y organizaciones partidistas al no cumplir las promesas de recuperar la democracia», señaló Zavala. Pero también destaca que la desesperanza aprendida es propiciada por el Gobierno desde 2012, cuando en una elección el Consejo Nacional Electoral (CNE) adaptó las máquinas de captahuellas como primer paso para sufragar.

«Colocaron las captahuellas para identificar en tiempo real quién votaba. Eso generó un gran temor entre el electoral que trabaja para el Estado, porque se empezó a correr el falso rumor que el Gobierno podía saber por quién votaban y eso desmovilizó a muchos votantes», indicó.

Con trabas para recuperar adeptos

Radamés Graterol, politólogo, informó que esa «desafección política» en la que se encuentran la mayoría de los ciudadanos se da porque no hay confianza ni en las instituciones del Estado ni en los partidos, sea el PSUV o las organizaciones de la Plataforma Unitaria.

«No se ve ni al Gobierno ni a la oposición trabajando para recuperar el capital electoral perdido. En el caso de los opositores se puede dar que la población termine votando por un outsider en las presidenciales de 2024», expresó.

Señala que esa frustración de la ciudadanía, que por los bajos salarios y la alta inflación ahora se preocupa es por su sobrevivencia, también se da porque el gobierno de Maduro no ha demostrado ser eficaz para resolver los problemas económicos o de servicios públicos del país.

«El oficialismo tampoco ha sido efectivo en las dádivas que venía entregando a través de las cajas CLAP o los bonos de la Patria para mantener el clientelismo y el control social. Ya los montos que dan por los bonos son insignificantes igual que los salarios que paga el Estado», comunicó.

Analizó también a quienes son precandidatos de las elecciones primarias de oposición, asegurando que sus propuestas políticas ofrecen muy poco y siguen desconectadas de los principales problemas sociales de la ciudadanía.

«Hay precandidatos que tienen discursos vacíos, que no han desarrollado una verdadera precampaña electoral y que no cuentan con el financiamiento para hacer una campaña innovadora, con las exigencias de la tecnología. Lo caro que sale eso influye en la movilización», apuntó.

Como un factor adicional, señala que el descontento ciudadano lo impulsa el oficialismo con la hegemonía de comunicación que mantiene. «El gobierno de Maduro ha logrado sobredimensionar y maximizar los errores políticos de la oposición y mantenerla dividida», argumentó.

«No se van a erosionar más»

El 50% del capital electoral ha perdido el PSUV desde el año 2015 a la fecha, cuando la oposición ganó con una abrumadora mayoría el Parlamento. «El partido de gobierno llegó a contar con ocho millones de votos en una elección, ahora tiene máximo 4 millones de votos. El PSUV no se va a erosionar más porque se quedó con el voto duro, son esos militantes que siempre votan a favor del oficialismo porque la mayoría trabaja para el gobierno. Por ejemplo, la señora que entrega las cajas CLAP, aunque le paguen una miseria sabe que puede recibir dos cajas de alimentos al mes como beneficio por ayudar en el proceso del PSUV. Los trabajadores de alcaldías y gobernaciones no ganan nada, pero tienen transporte, a veces trabajan hasta el mediodía o van una vez a la semana, esos son los beneficios que hacen que algunos sigan fieles al gobierno», explicó.

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