Fue sometida a cirugías inútiles y tomó remedios oncológicos: la joven que planeó el asesinato de su madre para ser libre

Redaccion El Tequeno

Dee Dee Blanchard (48) dormía profunda y tranquilamente, desparramada boca abajo en su cama bajo su colcha rosada, cuando Nick Godejohn (26) se acercó en la oscuridad, se subió sobre ella y le asestó 17 puñaladas por la espalda. La víctima se despertó antes de morir. Empezó a gritar llamando a su hija y le preguntó, a quién la atacaba, quién era. Él joven le respondió: ”Soy tu maldita pesadilla”. Y siguió acuchillándola, apuntando a sus órganos vitales, hasta que logró callarla.

La hija de Dee Dee, Gypsy Rose (24), no quería escuchar a su madre. Para eso se había encerrado en el baño y se estaba tapando, con sus manos, los oídos.

Minutos después del homicidio, Nick y Gypsy Rose mantuvieron relaciones sexuales en el cuarto de la joven. Saciados, tomaron los cuatro mil dólares que tenía ahorrados Dee Dee y se marcharon.

Gypsy Rose se sentía, por fin, libre.

Un caso truculento

Esa mañana de junio del año 2015, la coqueta casa de madera rosa con aberturas blancas y tan fotografiada por los medios de prensa, ubicada en la ciudad de Springfield, Missouri, Estados Unidos, se había convertido en el escenario de unos de los crímenes más conmocionantes de las últimas décadas. La historia tenía ribetes, además de mediáticos, truculentos.

En diciembre de este año, la convicta por el crimen de su madre, Gypsy Rose Blanchard (ahora con 32 años), podrá pedir su libertad. Para entonces habrá pasado en la cárcel escasos ocho años como culpable del asesinato con la ayuda de su novio Nick. ¿Qué llevó a la joven a planificar el homicidio? Veinticuatro años de abusos y maltrato. Esto incluía, entre otras cosas, mentiras, torturas, cirugías cruentas e innecesarias y medicamentos oncológicos. Dee Dee la había mantenido toda la vida atrapada en una silla de ruedas, obligándola a simular múltiples enfermedades.

El camino de su vida no podía tener un final feliz.

La salida que Gypsy Rose escogió fue el matricidio.

La historia de la joven generó gran debate social: ¿era victimaria o, también, era una víctima?

Veamos la génesis completa de este caso.

¿La madrastra envenenada?

La madre de Gypsy Rose, Clauddine “Dee Dee” Blanchard, había nacido el 3 de mayo de 1967 en Chackbay, Louisiana. Era una de los seis hijos de Emma y Claude Pitre. Conflictiva y con serios problemas con el dinero, Ema solía llevarse de los negocios lo que quería sin pagar. Si iba al lavadero automático hacía lo mismo y tomaba la ropa ajena. Muchas veces terminó detenida y era Claude quien la iba a buscar. Intramuros las cosas no eran muy distintas y cierta vez le robó a su propio suegro miles de dólares. Cuando ella se enfermó fue su hija menor, Dee Dee, quien se dedicó a cuidarla.

Cuando Emma murió a los 59 años, algunos de sus familiares pensaron que Dee Dee la había dejado morir. Casi no le daba de comer y no la higienizaba como correspondía, pero optaron por no decir nada, ya bastantes problemas había dado Emma en vida. Quizá estuviesen siendo injustos con la pobre Dee Dee quien tenía 24 años. A partir de ese momento la joven se sintió liberada. Enseguida quedó embarazada de un adolescente menor que ella: Rod Blanchard. Él tenía 17 años y todavía iba al colegio. Se casaron, pero el matrimonio duró un suspiro. Antes de que naciera Gypsy Rose, el 27 de julio de 1991, Rod dejó la casa. Escapó asustado de su mujer quien practicaba brujerías y tenía comportamientos muy extraños. Sin la presencia de Rod, Dee Dee, se enfocó en su hija. Se obsesionó con la salud de la recién nacida.

Primero se instaló con Gypsy Rose en la casa de su padre y su nueva mujer Laura. Dee Dee tenía que colaborar y en ella recayó el tema de la cocina.

Pero poco después de su llegada, su madrastra enfermó gravemente. Pasó nueve meses sin poder salir de la cama. Se sentía morir. Laura comenzó a sospechar de Dee Dee. Pensó que podría estar poniendo algún veneno del jardín en sus raciones de comida. Estaba convencida de que Dee Dee quería deshacerse de ella. Además, observaba que el trato de la joven con la bebé no era del todo normal, siempre le encontraba algún problema de salud. Habló con su marido y convinieron que Dee Dee debía irse de la casa.

Apenas Dee Dee desapareció de escena, Laura se recuperó completamente.

Dee Dee se trasladó lejos. Ahora, eran solo ella y Gypsy Rose. Madre e hija en un vínculo que resultaría fatal.

De médico en médico

La ficha médica de Gypsy Rose comenzó a llenarse cuando tenía solamente tres meses de vida. Había empezado su periplo por hospitales, clínicas, médicos y expertos en las más variadas patologías. Todo empezó a finales de 1991: Dee Dee fue a una guardia y manifestó a los médicos, muy preocupada, que su hija mientras dormía dejaba de respirar. Fue tan convincente que los especialistas terminaron por diagnosticar a la bebé “apneas del sueño”. La mandaron a su casa con un aparato que la ayudaría a respirar durante las noches.

Dee Dee siguió pergeñando distintos síntomas para acudir a las clínicas una y otra vez.

Así transcurrieron los años hasta que, cuando Gypsy Rose cumplió 7, Dee Dee les comunicó a amigos y familiares que la pequeña padecía alteraciones cromosómicas y una distrofia muscular que le iba a imposibilitar caminar. Era dramático. Todos quedaron conmovidos.

Dee Dee consiguió una silla de ruedas donde sentó a su hija. Nadie lo sabía, pero Gypsy Rose podía caminar perfectamente. A pesar de eso, le hizo caso a su mamá y se quedó muy quieta en su nuevo vehículo de locomoción. Si su madre lo decía por algo era.

Los estudios médicos invasivos continuaron. Pero en 2001, el Hospital Universitario de Tulane, dictaminó que Gypsy Rose no experimentaba distrofia muscular. No habían hallado nada. Dee Dee no se dio por vencida y siguió afirmando que su hija estaba muy enferma.

La gira de la dupla por los consultorios continuó. Dee Dee inventaba nuevos síntomas que Gypsy Rose creía tener o actuaba. Así su madre lograba que los médicos le indicaran nuevas terapias o análisis. La lista de trastornos era de no acabar: problemas de audición, asma severa, epilepsia y convulsiones, enfermedades musculares, discapacidad visual, parálisis del tronco inferior, daños en el sistema digestivo. Entre 2004 y 2014 fueron a más de cien citas médicas.

Silla de ruedas, cáncer, sonda y oxígeno

La cosa no mejoraba, empeoraba. No solo la menor estaba en una silla de ruedas, Dee Dee había ido por más: dijo que le habían detectado un tipo de leucemia. La rapó a cero porque le anticipó que, de todas maneras, por la medicación oncológica, se le caería el pelo. Gypsy Rose, cuando estaba sola, se bajaba de la silla y caminaba a escondidas, sabía que podía moverse. Pero esta parte de la historia sí que se la creyó: tenía cáncer. Sonaba horrible.

Dee Dee empezó a insistirle a los profesionales con que su hija había bajado demasiado de peso. Así logró que le insertaran una molesta cánula por la nariz, sonda nasogástrica, para alimentarla.

La vida de Gypsy Rose era de terror.

Su madre, además, había recurrido a los medios para conmover al país y conseguir soporte económico. Las fotos mostraban a Dee Dee empujando la silla de ruedas de Gypsy Rose y, a la menor, con un cable blanco saliendo de su nariz, con cinta adhesiva en la cara, tanque de oxígeno, demacrada y consumida.

La consecuencia de tanta intervención, medicación e invasión al pobre cuerpo de Gypsy Rose, empezó a provocar cosas reales. Por ejemplo, la extirpación de sus glándulas salivales habría sido consecuencia de un agente anestésico que su madre le daba para adormecer sus encías y que la hacía babear permanentemente. A su vez, un medicamento llamado Tegretol que le daba para la supuesta epilepsia, habría hecho que perdiera los dientes.

En su desquicio, Dee Dee, también la hizo operar de los ojos.

Acorralada en casa y la caridad ajena

En este estado era obvio que Gypsy Rose, no podía concurrir al colegio. Tenía que ser educada en casa por su madre. Sin maestras y sin amigos, no había nadie que pudiera intuir la verdad de lo que pasaba en su hogar. No había juegos para ella, solo dolor por cirugías exploratorias y náuseas por exceso de remedios.

Dee Dee le pidió a importantes organizaciones de caridad ayuda económica para los tratamientos. Todas querían contribuir con esta “madre tan dedicada”. La Fundación Make-A-Wish y la Casa Ronald McDonald colaboraron: hubo viaje a Disney World, regalos, conciertos y, por sobre todo, mucha atención mediática. Le entregaron un auto en el que entraba la silla de ruedas y el tanque de oxígeno. Las mismas organizaciones pagaron los costosos tratamientos.

Cuando en 2005 golpeó el huracán Katrina, Dee Dee dijo que les había destruído su casa en Louisiana. Fue la organización Hábitat para la Humanidad la que les construyó una nueva, de madera rosada y ventanas blancas, que fue inaugurada ante la prensa en Missouri. Luego se supo que había sido una mentira de Dee Dee, una de tantas, y que su casa estaba en pie.

Con esta misma excusa de las inundaciones arguyó que las fichas médicas de Gypsy Rose se habían perdido y las volvió a confeccionar ella misma. Otro fraude.

Todos en el país sabían ya quién era la pobre Gypsy Rose Blanchard.

El tiempo transcurrió y Gypsy Rose creció. Empezó a tener conciencia de que no siempre sentía las cosas que su madre decía y ella tenía que fingir. La red de mentiras la tenía pegoteada en sus entrañas: ya no sabía qué era sentirse bien y qué no. Durante su preadolescencia Gypsy Rose escuchó mentir a su madre repetidamente diciendo que ella tenía el coeficiente mental de una niña de 7 años. Gypsy Rose calló, su madre le exigía que no hablara en las entrevistas con los doctores. Y si alguien osaba cuestionarla, lo evitaba en el futuro. También comenzó a mentir con la edad de su hija.

Cuando la enferma es “mamá”

Cuando Gypsy Rose tenía 14 años, Dee Dee la llevó a ver a un neurólogo pediátrico llamado Bernardo Flasterstein. Él dictaminó que los diagnósticos previos que la habían llevado a su consulta eran errados. Dee Dee no actuó como cualquier madre normal lo hubiera hecho ni manifestó alivio al saberlo. Por el contrario, experimentó un ataque de furia. Esto hizo que el experto le escribiera al médico clínico que atendía a Gypsy Rose para decirle que su madre, Dee Dee Blanchard, podía tener el Síndrome de Münchausen por poder. Se trata de un trastorno mental por el que una madre, o un cuidador de un menor, empieza a inventar síntomas para hacer creer que ese chico padece graves enfermedades. La persona está buscando, como sea, la atención de los médicos.

No fue este neurólogo el único en sospechar. Otro doctor ya había notificado a los Servicios Sociales que no había podido encontrar los síntomas que Dee Dee describía en Gypsy Rose. Los asistentes sociales visitaron la casa de las Blanchard, pero no vieron nada extraño.

En definitiva, nadie hizo nada concreto para detener las manipulaciones perversas de Dee Dee y el consecuente maltrato a Gypsy Rose.

Un martillo convincente

En 2010, con 19 años, Gypsy Rose empezó a darse cuenta del daño que las mentiras de su madre generaban en su cuerpo. Además, no estaba segura ni siquiera de su verdadera edad. Dee Dee la había obligado a mentir tanto que dudaba de todo. Su madre decía en público que ella tenía la mente de una chica pequeña debido a que había nacido demasiado prematura y tenía daño cerebral. ¿Era cierto? En Gypsy Rose comenzó a generarse una rebelión interna. Se dio cuenta de que vivía en el infierno. Se animó y levantó la voz. Empezó a discrepar con las decisiones de Dee Dee y las peleas se volvieron más fuertes. Si la enfrentaba, Dee Dee la castigaba con dureza. Le pegaba con un perchero y, si con eso no alcanzaba, la privaba de comida durante días.

Dee Dee no contaba con la fuerte necesidad de independencia que se estaba manifestando en su hija.

En febrero de 2011, Gypsy Rose conoció a un hombre de 35 años en una convención de ciencia ficción a la que habían asistido. Él la invitó a su habitación, pero Dee Dee los encontró a tiempo. Apareció furibunda en ese cuarto con el documento de su hija en las manos donde se podía ver que era “menor de edad”. En realidad, ese documento era apócrifo, Gypsy Rose ya tenía 20 años.

Apenas volvieron a su casa Dee Dee tomó un martillo e hizo añicos la computadora de Gypsy Rose, su celular y la amenazó: “Si te encuentro haciendo esto otra vez, te voy a romper los dedos con este martillo”.

El cómplice perfecto

Con el paso del tiempo Dee Dee volvió a confiar en su poder manipulador. Y Gypsy Rose se las ingenió para poder usar la computadora de su madre e Internet mientras Dee Dee dormía. Se escurría en la oscuridad y se conectaba. En un sitio de citas online para personas cristianas conoció, cuando tenía 21 años, en octubre de 2012, a Nicholas “Nick” Godejohn. El joven tenía dos años más que ella, era del estado de Wisconsin y tenía trabajo en una pizzería: su empleo consistía en sostener el letrero ubicado en el exterior del local para atraer a los clientes.

Lo cierto es que Nick tenía un coeficiente intelectual muy bajo, apenas de 82, y padecía un desorden de identidad disociativo o personalidad múltiple. Una vez había sido detenido en un McDonald´s mientras se masturbaba viendo pornografía. Nick estaba más que interesado en el sexo sadomasoquista que en cualquier otra cosa. No era la persona indicada para poner un manto de cordura en esa familia.

Fue Nick quien condujo a Gypsy Rose por un retorcido camino virtual. Se disfrazaban en la web para sus sesiones donde ella llegó a posar con un cuchillo entre sus dientes. Gypsy Rose le contó que no necesitaba la silla de ruedas, porque ella podía caminar y que su madre la controlaba permanentemente. No se conocían en persona, todo sucedía en la web y en secreto: “Mi madre no me hubiera dejado tener un novio”, declararía ella en el juicio a Nick, “porque ella controlaba cada aspecto de mi vida”.

Gypsy Rose estaba descubriendo que existía otra realidad. Desesperada por tener a alguien, se aferró a Nick. A su única amiga, la vecina Aleah Woodmansee, le confesó que quería casarse con él, tener hijos y le aseguró que ya habían escogidos los nombres.

En 2014, decidió fugarse y se fue a la casa de su vecina Aleah con un bolso. Le contó de las sesiones sexuales online de BDSM (sadomasoquismo) con Nick. Aleah asustada, intentó disuadirla. Pero Dee Dee no demoró en encontrarla. Unas horas después estaba de nuevo en su casa. Dee Dee la golpeó y la encadenó a su cama durante dos semanas. Además, colocó campanas en todas las puertas para que, en el caso de que su hija lograra desatarse e intentara abrir una, el sonido la alertara.

Del mundo virtual al sexo real

El encuentro en persona entre Gypsy Rose y Nick demoró más de dos años en concretarse y fue muy bien planeado por ambos para marzo de 2015. Gypsy Rose (24) iría en su silla de ruedas con su madre al cine para ver la película CenicientaNick se encontraría “casualmente” con ellas.

Gypsy Rose tomó sin permiso plata del monedero de ahorros de su madre, y pagó los gastos de Nick: el pasaje de ómnibus para que fuera desde su ciudad hasta allí, el hotel y dinero para que comiera. Eran unos 800 dólares. Gypsy no sabía entonces que ese era dinero que su padre Rod le daba a Dee para su manutención. Gypsy Rose, entusiasmada y enamorada, le explicó a Nick que tenía que hacer todo el esfuerzo posible para caerle bien a su madre. Era clave.

Al principio, todo salió bien. Se vieron en el cine desde lejos y durante la proyección de la película, se las ingeniaron para encontrarse en el baño público de hombres donde mantuvieron relaciones sexuales por primera vez. Al terminar la película, Gypsy Rose se animó y los presentó. Dee Dee desaprobó a Nick inmediatamente. Le prohibió a Gypsy Rose volver a verlo. Cuando llegaron a su casa le gritó de todo, que era una prostituta, una mujer de la calle.

La pareja siguió de todos modos hablando por Internet. En sus largas conversaciones empezaron a planear la liberación definitiva de Gypsy Rose. Ella sugirió primero un embarazo, pero él no quiso. Entonces, le dijo que Dee Dee debería desaparecer para siempre, que la matara. Pero, Nick no sabía cómo hacerlo. Consideraron un suicidio, pero lo descartaron porque les daría demasiado trabajo organizarlo. Empezaron a pensar en envenenar a Dee Dee, pero tampoco sabían cómo conseguir el veneno. Un arma de fuego haría demasiado ruido. Lo mejor era el silencio de un cuchillo, solo había que asegurarse que se desangrara rápido.

Gypsy Rose empezó a temer que su novio se arrepintiera, pero él le respondió: “Cariño, olvidas que soy implacable, y mi odio hacia ella la obligará a morir (…) Es mi lado malvado haciéndolo. No lo arruinará, porque le gusta asesinar”.

“Soy tu maldita pesadilla”

Dee Dee y Gypsy Rose vivían, en esa época, en una casa rosa de madera de techo a dos aguas, aberturas blancas, rampa para silla de ruedas y un lindo jardín con árboles. Allí se desarrolló el plan de Nick y Gypsy Rose para deshacerse de la cruel Dee Dee.

El mismo día del asesinato Nick viajó a Missouri y se registró en un motel. Esperó a que Gypsy Rose lo mensajeara y le dijera que Dee Dee se había dormido.

Gypsy Rose dejó sin llave la puerta por la que entró Nick. La joven le entregó una cinta adhesiva, un par de guantes de látex y un cuchillo de pescado y se encerró en el baño para no oír lo que estaba por suceder.

Nick fue directamente hasta la habitación de Dee Dee y ejecutó el sangriento plan. Gypsy Rose escuchó un grito ahogado, una pregunta y a su madre llamándola: “¿Quién está en mi cuarto? Gypsy, Gypsy, Gypsy…”. Nick le dijo: “Soy tu maldita pesadilla”. Y, luego, todo fue silencio.

Tuvieron sexo por segunda vez en su vida, tomaron el dinero de la madre y fueron al motel donde estaba alojado Nick. Durmieron tranquilos y, por la mañana, fueron hasta la estación de ómnibus para tomar un colectivo con destino a Wisconsin. Iban a la casa de los padres de Nick. Él llamó a su madre, Stephanie Goldammer, para que los fuera a buscar. Ella contó en un documental de HBO que todo había sido extraño: “Cuando los recogí en la estación de autobuses en Wisconsin, le pregunté a ella: ‘¿Cómo está tu madre?’ Me habían dicho que Gypsy Rose vivía en un refugio para personas sin hogar, porque su madre la había echado (…) Por eso fue lo primero que le pregunté. Pero actuaron como si nada (…) La forma en que actuó la niña, quiero decir, ¿cómo puedes hacerle algo a tu madre, perder a tu madre y actuar de esa manera?”.

Gypsy Rose y Nick postearon luego en Facebook: “La perra está muerta”. Acto seguido, Gypsy Rose agregó otro posteo extraño: “Yo acuchillé a esa cerda gorda y violé a su dulce hija inocente. Su grito fue tan fuerte… jajaja”.

Era un intento por simular que había un asesino violador suelto que había entrado en la casa de las Blanchard y tomado sus redes. Demasiada imaginación.

Descubriendo a una adulta

Los vecinos de Dee Dee fueron quienes llamaron a la policía. No habían visto a Dee Dee ni a Gypsy Rose y habían leído unos posteos bizarros de Facebook. Algo pasaba en esa casa.

El 14 de junio de 2015 el policía Mike Robertson con otros compañeros llegó a la propiedad para chequear cómo estaban madre e hija. El vehículo de la familia estaba ahí. Revisaron las ventanas y no encontraron cerraduras forzadas. No podían ver dentro porque las cortinas estaban cerradas. Tocaron la puerta, pero no hubo respuesta. Decidieron ingresar. Fue entonces que encontraron el cadáver de Dee Dee Blanchard, boca abajo, sobre su cama, en medio de un enorme charco de sangre seco. Hacía días que estaba así. Su espalda era un muestrario de puñaladas y su cuello estaba casi cercenado. Pero no había rastro de su hija discapacitada. ¿Dónde estaba esa chica que no podía moverse sola?

Los investigadores juntaron filmaciones, recibos, pasajes de ómnibus. Pero la clave fueron los posteos de Facebook que fueron rastreados hasta el IP de la computadora de Nick.

En solamente 24 horas encontraron a Gypsy Rose en la casa de sus suegros en Wisconsin. Pero la Gypsy Rose que hallaron no era la chica que creían aniñada y discapacitada. Era una mujer adulta que podía caminar, respirar y hablar sin dificultad.

Aunque en el seguro médico decía que tenía 23 años, ella dijo tener 19. Sorprendidos por los posteos con los que ellos mismos se habían incriminado, le preguntaron a Gypsy Rose por qué los habían hecho. Ella aseguró que deseaba que alguien encontrara el cuerpo de su madre, “no podía soportar la idea de dejarla ahí porque podría llevar meses que la encontraran y quería que fuera hallada y tuviera un entierro apropiado”. También declaró que “escuchar a alguien cuando es asesinado es aterrador, sentí náuseas en el estómago”.

La investigación avanzó y rápidamente los detectives de homicidios llegaron a la enfermedad que habría padecido la víctima, Síndrome de Münchhausen por poderes, y quedó en evidencia todo lo que había atravesado su hija. ¿Quién era la verdadera víctima en este caso?

Los conocidos de Gypsy Rose se preguntaron por qué todo había llegado tan lejos. Si podía caminar ¿por qué simplemente no se había marchado? Ella se defendió diciendo: “No podía saltar simplemente de la silla de ruedas porque tenía miedo, y no sabía qué podía hacer mi madre. No tenía a nadie en quién confiar”.

Confesiones y locuras

Nick Godejohn, confesó de inmediato el crimen: “La verdad es que … está bien, lo admito. Apuñalé a su madre”. Fue condenado a cadena perpetua en noviembre de 2018.

Gypsy Rose estuvo en el estrado, vestida de gris, declarando en el juicio que se llevaba contra Nick.

Cuando le preguntaron de quién había sido la idea de matar a su madre no dudó en responder: “Mía. Quería liberarme de ella…”. El fiscal le repreguntó por qué no había pedido ayuda a alguien en vez de planear un asesinato. Ella reconoció: “Verdaderamente no creí que nadie fuera a creerme si yo lo decía. Mamá tenía documentos, papeles en lo que se decía que yo no era competente y pensé que si le decía a alguien, mi madre los convencería de que era un invento mío”. Respecto de Nick sostuvo en un reportaje con Dr Phil: “Tenía personalidades múltiples que eran violentas y de temer. Él pensaba que era un vampiro llamado Víctor que tenía 500 años. Creo que estaba enamorada de su costado bueno”.

Nick Godejohn reconoció al medio Oxygen tener dos lados en su personalidad y que se sentía ángel y demonio al mismo tiempo. Al sitio ABC le reveló que “amaba a Gypsy Rose hasta el punto de que habría hecho cualquier cosa por ella. Lo he demostrado con lo que hice. Desafortunadamente, por lo lejos que llegué, siento que me ha traicionado. Siento que ella me abandonó”. Sus declaraciones siguieron y a la radio local KOLR10 le dijo: “Desearía haber sabido que era más manipulación que amor. Si hubiera sabido eso, probablemente no habría estado en esta situación en la que estoy (…) Debido a mi discapacidad, es bastante fácil para mí ser engañado. Realmente creí que ella era mi alma gemela. Hay una parte de mí que probablemente siempre la amará, pero me ha lastimado tanto…”. Los días que pasó con Gypsy Rose, según le dijo a un periodista de la revista Cosmopolitan, “fueron los mejores de mi vida. Disfruté cada segundo. Desde el principio. (…) Esos cinco días que pasé físicamente con ella fueron los más mágicos e intensos que tuve jamás”.

La organización Change.org pide que se le reduzca la condena porque considera que Nick es una persona mentalmente disminuida. Aunque él dijo que le gustaría volver a ver a Gypsy Rose y le envió una carta, ella, por consejo de sus abogados, la tiró a la basura.

Sentirse libre tras las rejas

Gypsy Rose fue juzgada por separado debido a los abusos sufridos. Se declaró culpable de asesinato en segundo grado y fue condenada a diez años de cárcel.

La salud de Gypsy Rose mejoró desde que está tras las rejas. En la cárcel, la mayoría de los presos pierde peso, pero Gypsy Rose subió siete kilos.

Al medio ABC le admitió: “sabía que no necesitaba el tubo de alimentación. Sabía que podía comer. Sabía que podía caminar. Pero le creí a mi madre cuando me dijo que tenía leucemia”.

Si bien todas las enfermedades fueron un gran invento, los efectos de la medicación y de las cirugías fueron extremadamente reales. El experto en Síndrome de Munchausen por poderes, Marc Feldman, sostuvo: “El control era total, de la misma manera que lo es en una víctima de un secuestro. Su hija era, en esencia, una rehén y creo que podemos entender que este crimen ocurrió como consecuencia de tratar de escapar de ese encierro”.

Gypsy Rose aseguró que no extraña a Nick ni siente pena por él porque considera que era demasiado parecido a su madre y que los dos habían sido muy controladores con ella. Declaró, además, que no siente que haya engañado a nadie porque fue, en realidad, una víctima de su madre: “Ella me usó (…) me afeitaba el pelo y decía: ‘Se va a caer de todos modos, ¡así que vamos a mantenerlo bonito y ordenado! (…) Creo firmemente que el asesinato no está bien. Pero al mismo tiempo, no pienso que merezca tantos años … Creo que sí merezco pasar un tiempo en prisión por ese crimen. Pero también, entiendo por qué sucedió”.

Reveló que en la prisión se sintió siempre más libre de lo que se sentía en su propia casa: “Con mi madre no podía caminar. No podía comer. No podía tener amigos. No podía salir afuera y jugar con amigos o cualquier otra cosa (…) Siento que soy más libre en la cárcel que viviendo con mi madre. Porque ahora se me permite vivir como una mujer normal”.

Y dijo que nunca se había enterado de que su padre Rod les daba dinero para su manutención. Rod le aseguró a Fox News: “Muchas veces llamé a Gypsy Rose, pero no la dejaban hablar conmigo. La llamaba para su cumpleaños, pero Dee Dee me decía, por ejemplo: ‘No le digas que es su 18 cumpleaños… No quiero decirle cuántos años tiene´. Yo pensaba que era extraño (…) Me molestaba, pero esperaba que Gypsy Rose creciera lo suficiente para que algún día pudiéramos unirnos (…) Dee Dee tenía la custodia total y podía aislarme por completo de cualquier tipo de relación. En el trato con ella tenía que caminar por una delgada línea”.

Estando Gypsy Rose presa, padre e hija reentablaron su relación: se envían mails y hablan por teléfono. Aunque Rod y su mujer Kristy (con quien tuvo dos hijos más), reconocen que Gypsy Rose todavía conserva la mala costumbre de mentir, esperan que eso cambie. Aunque nadie sabe realmente cuán profundo puede ser el daño en su psiquis.

Casamiento y ¿nueva vida?

El público quedó atrapado con su tragedia, todos debatían si Gypsy Rose era una víctima o, también, una asesina cruel. La televisión no esperó. Salieron un documental de HBO Mommy Dead and Dearest (2017) y una miniserie que se llamó The Act (en 2019). Fue protagonizada por Joey King y Patricia Arquette, quien recibió el Emmy por su interpretación de la madre de Gypsy Rose. Su caso también inspiró la película Run (Corre), que se estrenó en noviembre del 2020 y que se dio en Netflix.

En abril de 2019, Gypsy Rose anunció que estaba saliendo con Ken, un hombre al que no conocía personalmente, pero con quien pensaba casarse en 2020. En agosto del mismo año la boda se canceló. Tuvo varias parejas más y en 2021 empezó a escribir un libro con su historia.

El 21 de julio de 2022, poco antes de cumplir los 31 años, Gypsy Rose se casó en prisión con Ryan Scott Anderson (36), un hombre de Louisiana. Y a finales de 2023 podrá recobrar su libertad.

Esta historia… continuará.

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