Cristina era una adolescente cuando le ocurrió por primera vez. Era un típico jueves, temprano en la mañana, afuera estaba completamente oscuro. El viento agitaba los árboles y las ramas golpeaban los cristales de las ventanas como un visitante a la puerta. Era casi la hora de levantarse, escuchó a sus padres y abrió los ojos.
Pero algo cambió, una oscura comprensión; dos, de hecho. ¡No podía mover su cuerpo y ella no estaba sola! Alguien en un rincón de su dormitorio estaba asechándola allí. La estaba mirando. Algo muy antiguo, casi primitivo que emanaba una sensación de maldad aun cuando estaba segura de que estaba sola.
¿Qué significa esa presencia? Lo que Cristina experimentó esa mañana fue parálisis del sueño, un fenómeno que afecta aproximadamente a 7% de los adultos. Sucede porque, cuando nos despertamos, nuestros músculos no siempre están preparados para moverse, incluso si la mente está consciente y alerta. La mayoría experimentamos la parálisis muscular durante el sueño de movimientos oculares rápidos (REM).
Las estimaciones varían, pero casi la mitad de las personas que experimentan parálisis del sueño tienen alucinaciones hipnagógicas al mismo tiempo. La hipnagogia pueden ocurrir alrededor de los límites del sueño, como oír que te llaman, ver a alguien por el rabillo del ojo o incluso sentir un toque repentino mientras se queda dormido.
La experiencia hipnagógica más común en la parálisis del sueño es este misterioso “sentimiento de presencia”, la sensación de que alguien está allí, sin ninguna evidencia sensorial. Las presencias que surgen durante la parálisis del sueño son a menudo del peor tipo, como si algo saliera de una pesadilla y entrara en el dormitorio. Se ha sugerido que varias experiencias religiosas registradas en el siglo XIX tienen una base en la hipnagogia.
Uno de los estudios más importantes sobre el tema se llevó a cabo en 1894 en Inglaterra. La Sociedad para la Investigación Psíquica (SIP) publicó su Censo de Alucinaciones, una encuesta de más de 17.000 personas. La encuesta tenía como objetivo comprender qué tan común era que las personas tuvieran apariciones que presagiaran la muerte.
La SIP concluyó que este tipo de experiencias ocurría con demasiada frecuencia, una de cada 43 personas encuestadas, como para ser fruto del azar. Pero ahora las investigaciones muestran que esta experiencia etérea es algo que podemos entender utilizando modelos científicos de la mente, el cuerpo y la relación entre ambos.
Pero, ¿por qué una experiencia como la parálisis del sueño crearía una sensación de presencia? Algunos investigadores se han centrado en las características específicas de despertarse en una situación tan inusual. En 2007, los investigadores del sueño argumentaron que si nos despertamos paralizados y vulnerables, nuestros instintos nos harían sentir amenazados y la mente llenaría el vacío. El razonamiento lógico es que si somos una presa, debe haber un depredador.
Otro enfoque es observar los puntos en común entre la parálisis del sueño y otros tipos de presencia sentida. Las investigaciones realizadas durante los últimos 25 años han demostrado que las presencias no sólo son una parte habitual del panorama hipnagógico, sino que también se han indicado que ocurren en la enfermedad de Parkinson, la psicosis, las experiencias cercanas a la muerte y el duelo. Esto sugiere que es poco probable que se trate de un fenómeno específico del sueño.
Se sabe por estudios de casos neurológicos y experimentos de estimulación cerebral que las presencias pueden ser provocadas por señales corporales. Por ejemplo, en 2006, los neurólogos pudieron crear una “sombra” que era percibida por una mujer cuyo cerebro estaba siendo estimulado eléctricamente en la unión temporoparietal izquierda (UTI), encargada de sincronizar la información entre nuestros sentidos y el cuerpo.
Posteriormente, una serie de experimentos realizados en 2014 demostraron que alterar los estímulos sensoriales de las personas parecía inducir una sensación de presencia en individuos sanos. ¿En qué consistió el experimento? Funciona así: imagínese que está sentado con un teléfono frente a usted. Se le dice que cierre los ojos y haga “toques” en el aire con el dedo, repetidamente, en un movimiento aleatorio, como si estuviera marcando para hacer una llamada. Pero, cada vez que realiza esta acción de señalar (o marcar), un robot toca simultáneamente su espalda. De esta manera, el cerebro produce una sincronización entre el movimiento del dedo y la sensación.
Luego el experimento comienza a ponerse raro, el toque en la espalda se retrasa ligeramente y el robot ya no está sincronizado con la persona. Como consecuencia, el cerebro genera una sensación de que hay otra persona presente. A esto se le suele llamar como el “fantasma en la máquina”, frase referida a que la mente (o alma) es distinta y separada del cuerpo físico.
Cuando les preguntaron directamente a través de un cuestionario, 75% de los participantes confirmaron que se sentían como si hubiera otra persona allí. Cambiar los estímulos sensoriales induce algo parecido a una alucinación.
Esa lógica también puede aplicarse a una situación como la parálisis del sueño. Toda nuestra información sobre el cuerpo y los sentidos se ve alterada en ese contexto, por lo que no sería una sorpresa que se pueda sentir que hay otra persona allí con nosotros. Podríamos sentir que es una presencia, pero en realidad somos nosotros mismos.
A pesar de sus orígenes centenarios, la “ciencia de la presencia” apenas está comenzado. La investigación puede darnos una explicación general o tal vez necesitemos varias teorías más para explicar todos estos ejemplos de experiencias con el más allá.
Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco
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