“Hay que salir rápido del efectivo”: nadie quiere unos billetes devaluados

Redaccion El Tequeno

En su puesto de verduras de Caracas, Marisela López se desespera pensando qué hará con los billetes devaluados que los compradores usan para pagarle. Buscan deshacerse del efectivo, ante la desconfianza que genera la tercera reconversión anunciada en Venezuela.

Los clientes «están saliendo» del efectivo; «y nosotros también tenemos que salir rápido del efectivo porque si nos quedamos reuniendo el efectivo ¿después qué hacemos con los billetes?», planteó la vendedora de 34 años de edad.

Es presa de la galopante variación de precios, como el resto en este país, en crisis y con la inflación más alta del mundo. 2020 cerró con 2.959,8% de inflación acumulada.

El valor del bolívar se pulverizó dando terreno al dólar, tanto que es común ver a vendedores callejeros con fajos de billetes verdes.

Desde que rumores de la medida surgieron hace dos semanas, «empezaron a salir los bolívares que no existían», dijo a la AFP Ramírez, vendedora en una carnicería.

Pacas de dinero en Venezuela se traducen en pocas verduras o algunos kilos de proteína animal, ante un poder adquisitivo también pulverizado. Muchos prefieren igualmente comprar comida antes que depositar bolívares en el banco.

Ramírez tiene apilados billetes del último cono monetario lanzado en 2018. Devorados por la inflación, los bolívares escasearon tanto que muchos nunca llegaron a usarlos.

Pero esta comerciante espera que el régimen de Nicolás Maduro «pueda lograr esta vez su objetivo, salir adelante, salir a flote, y no sea otra devaluación más que nos lleve más al fondo».

efectivo
Una mujer ve los precios de una carnicería en el mercado de Catia. Foto: Federico PARRA / AFP

«No vale nada»

Con el bolívar depreciado, muchos pagan con dólares e incluso establecimientos como supermercados aceptan pagos por el sistema electrónico Zelle, para el que se necesita cuenta bancaria fuera de Venezuela.

Antes de recibir billetes que «no funcionan», López facturaba la mitad de sus pagos en divisas y la otra a través de tarjeta de débito, usada frecuentemente en el país junto con transferencias bancarias.

«Vamos por las calles y vemos hasta los billetes por la autopista tirados, botan los billetes, queman los billetes, ya ni los respetamos; a veces digo ‘ay, mira, esto ya no vale nada», contó.

El cono monetario que circula se amplió por última vez en marzo con tres billetes de 200.000, 500.000 y 1 millón de bolívares, un total que para entonces apenas superaba los 60 centavos de dólar a la tasa oficial. Hoy vale 42 centavos.

Al vendedor Armando Olivier, de 70 años de edad, le indigna. «Es una pena, una vergüenza que nuestra moneda esté rodando por el piso», dijo en su tienda de prendas femeninas.

El precio del dólar en el mercado paralelo, sin embargo, es usado por los venezolanos para calcular la tasa de cambio. Con anuncios económicos como reconversiones o pagos de bonificaciones, suele dispararse.

Por ello, Olivier demanda a la autoridad bancaria: «¡Pon nuestra moneda a valer! Nuestros libertadores se estarán dando golpes de pecho en la tumba porque entonces nuestra moneda no tiene valor».

El transporte público es actualmente el único sector en el que impera el bolívar en efectivo.

Un hombre compra verduras en el mercado de Catia. Foto: Federico PARRA / AFP

«Ninguna mejoría»

Tras ver que las anteriores reconversiones no arreglaron la maltrecha economía, Olivier asegura que una tercera reconversión es inútil.

«Le han quitado muchos ceros al bolívar y no hemos tenido ninguna mejoría», lamentó.

«Cuando empezaron a quitarle los ceros pensamos que la moneda iba a agarrar valor y que era un bolívar fuerte, pero fue algo absurdo porque no coincidía con lo que se estaba planteando», rememoró.

La misma decepción reina entre los clientes.

Con una bolsa de tela a medio llenar, Pedro Salcedo camina entre ruidosos vendedores informales y otros clientes con apenas algunas compras.

Poco le importaba la reconversión, de la que no se había enterado.

«Eso no va a resolver la inflación», manifestó tajante el vigilante privado de 70 años de edad, haciendo eco de alertas de economistas ante la falta de un plan económico para atacar el alza de precios.

«Uno tiene que hacer las mil y una. Hoy no me llevo el mercado completo. Vine a comprar pollo y pescado y me llevo puro pollo. No me alcanzó», contó cansado.

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