La reina Isabel II, acompañada de los miembros más cercanos de la familia real británica, despide este sábado a su esposo, el duque de Edimburgo, fallecido el pasado día 9 a los 99 años, en la capilla de San Jorge, en Windsor, en un acto con apenas 30 invitados a causa de la pandemia.
La ceremonia alberga a los familiares y allegados más próximos al príncipe Felipe, una lista seleccionada cuidadosamente por la reina, debido al actual contexto de pandemia, que obliga a mantener las restricciones en aras de la seguridad.
El servicio, a cargo del deán de Windsor y del arzobispo de Canterbury, empezó a las 14.00 GMT si bien el cortejo fúnebre comenzó antes su procesión en un acto de carácter militar, debido a la especial relación que siempre mantuvo el consorte de la monarca británica con la Royal Navy (Marina).
En línea con los deseos expresos del duque, en el acto no hubo sermón y el evento celebra “la lealtad inquebrantable” del duque a la soberana así como su servicio a la nación y su “coraje”, conforme indicó en un comunicado el palacio de Buckingham al divulgar el “orden del servicio”.
Esa nota anticipa cómo en la ceremonia se rinde tributo a la “amabilidad, el humor y la humanidad” del príncipe así como a “las muchas maneras en las que su larga vida ha sido una bendición para todos”.
Sobre las 10.00 GMT, efectivos del Primer Batallón de la Guardia de Granaderos de la Compañía de la Reina desplazaron el féretro del duque -recubierto con su espada, su capa naval y un tributo floral- desde el templo privado familiar hasta un salón del castillo de Windsor, a las afueras de Londres.
Más adelante, sobre las 13.15 GMT, Guardias de la Caballería y Guardias a pie ocupan sus posiciones en reconocimiento del cercano vínculo que les unía a él y, posteriormente, la Banda de la Guardia Granadera, de la que el príncipe fue coronel durante 42 años, lidera la procesión fúnebre en dirección a la capilla de San Jorge, seguidos de altos mandos del Ejército.
Todos los detalles y actos realizados y previstos para este sábado fueron concebidos por el propio duque en vida y suponen un reflejo de aquello que le apasionaba, como era la vida militar.
En esta línea, el cuerpo del marido de Isabel II es transportado en un todoterreno Land Rover – diseñado y modificado por él mismo para esta ocasión-, flanqueado por sus cuatro hijos -Carlos, Eduardo, Ana y Andrés- y por representantes de la Marina, entre otras unidades militares.
La llamada Artillería a Caballo de las Tropas Reales del Rey se encargó de los cañonazos para marcar la duración de la procesión y se escuchará el sonido de una campana.
Cuando el cortejo llegó a su destino, la música cesó y la llamada Guardia de Honor de los Rifles se encargó del saludo real mientras sonaba el himno nacional -el Dios Salve a la Reina-.
Antes de fallecer en Windsor el pasado día 9, el duque había permanecido un mes ingresado en dos hospitales de Londres para tratarse de una infección y para posteriormente someterse a una intervención de corazón.
Con motivo del funeral, existe también en este país una enorme atención mediática en torno al regreso al Reino Unido del príncipe Enrique, que el pasado año anunció, junto con su esposa Meghan, duquesa de Sussex (ausente del evento por estar embarazada de su segundo hijo, una niña que nacerá en verano), que abandonaban sus funciones como miembros de la realeza para residir en EE.UU.
De hecho, el hijo menor de Carlos de Inglaterra y la malograda lady Di, no caminó junto a su hermano tras el coche fúnebre en el que yace su abuelo paterno, sino que entre medias de los dos príncipes estuvo su primo Peter Philips, hijo de la princesa Ana y el capitán Mike Philips.
EFE