Volver a reencontrarse con el público, ese fue, desde el inicio de la cuarentena decretada el 13 de marzo de 2020 en Venezuela, uno de los grandes anhelos del sector cultural. El régimen de Nicolás Maduro anunció el pasado 20 de enero que los centros culturales, teatros, museos y salas de cine podrán abrir sus puertas luego de 10 meses de aislamiento. El regreso tan esperado será posible durante las semanas flexibles y marcado por la crisis del covid-19: tapabocas obligatorio, distancia social y gel antibacterial para el público.
La incorporación del sector cultural es un respiro para los centros culturales que asumieron el reto de migrar sus espectáculos a las plataformas streaming. Sin embargo, con un esquema como el 7+7, siete días de cuarentena y siete de flexibilización, resulta complicado mantenerse económicamente a futuro.
El panorama de la cultura en Venezuela es incierto. Las actividades presenciales dependerán, en gran medida, de cómo se desarrolle la pandemia y si se da un aumento en el número de contagios. El reto es costear las medidas de bioseguridad, pagarle al personal, desarrollar una programación atractiva y mantener al público seguro en un país que ya registró 123.245 casos positivos por coronavirus.
Un fiasco económico
Este miércoles 27 de enero los espacios del Trasnocho Cultural abrieron sus puertas luego de diez meses. El regreso será paulatino y cauteloso: de 140 butacas solo se venderán boletos para 40 personas, una medida estricta pero necesaria para prevenir los contagios.
Cines Paseo 1 y 2 tendrán dos funciones diarias de la película Érase una vez en Venezuela y Tenet. El Teatro Trasnocho también subirá el telón el viernes con la obra Tal para cual, de Julie Restinfo y Javier Vidal. El regreso, tan esperado, finalmente llegó.
Solveig Hoogesteijn, directora general del complejo que incluye dos salas de cine, dos salas de teatro, tienda de discos, cafeterías y una sala de exposiciones, considera importante el respeto hacia el público durante la flexibilización. Para ella la salud es la prioridad, aunque reconoce que económicamente no es viable.
“Es un fiasco, eso lo puedo decir de antemano porque se tiene el mismo nivel de gasto, pero el ingreso es radicalmente limitado con la reducción del aforo. Tampoco podemos establecer cualquier precio en taquilla. No se puede estipular una tarifa que nos convengan como empresarios porque ese monto no lo puede pagar el público empobrecido de la clase media. Ese es el problema”, señala.
El Trasnocho Cultural no descarta un ajuste en sus tarifas, pero buscará un precio accesible luego de evaluar la experiencia de la flexibilización esta primera semana. “Las restricciones de bioseguridad ocupan muchos gastos”, resalta Hoogesteijn.
El gel antibacterial, aires acondicionados desinfectados al igual que tener las instalaciones limpias antes de cada función, son parte del protocolo a seguir, lo que eleva los gastos considerablemente.
“Tuvimos la enorme suerte de que el gobierno de Alemania, consciente de los países pobres como el nuestro, brindara la ayuda que la cultura se merece. Hicieron un concurso llamado Fondo de Ayuda a la Cultura, organizado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, en conjunto con los institutos Goethe de cada país. Y lo ganamos. Es con este fondo que pagamos la desinfección, los dispensadores de gel y las señalizaciones”, relata la directora.
Pero el aporte no lo paga todo, también se debe cubrir el costo del personal, conformado por estudiantes, que deben volver con honorarios profesionales como consecuencia del esquema 7+7. “La función del viernes es 2×1, al igual que la función del miércoles, se compra una entrada y se ven dos películas. El lunes popular no lo podemos respetar, no podemos costear doble tanda de empleados. Si lo hiciéramos, quebraríamos”, destaca.
A su juicio la clase media en el país está muy empobrecida como para ajustar las tarifas de la taquilla a las necesidades del Trasnocho. La cultura, para Hoogesteijn, es un valor de primera necesidad, pero está consciente de que no todos piensan igual. Tampoco cree que el sector cultural pueda funcionar en un esquema como el que impone el régimen de Nicolás Maduro.
“Ni la cultura ni el país, ni el comercio, ni los médicos, ni ningún servicio pueden funcionar así. No sé cuál es esa lógica de creer que el covid-19 se toma vacaciones una semana sí, otra no. Lo grave es que la gente ignorante piensa que de verdad esta semana no hay virus”, sentencia.
Menos aforo, más funciones
Con el anuncio para reiniciar actividades durante las semanas flexibles, la directiva del Centro Cultural BOD se reúne para planificar el reencuentro y la oferta en la programación.
A pesar de que contactaron a productores para hacer una grilla de los espectáculos, consideran importante esperar antes de abrir sus puertas. Estipulan que los eventos presenciales se retomarán el fin de semana de carnavales, del 12 al 16 de febrero. Mientras tanto, continuarán con su oferta online y transmisiones en vivo.
“Los proyectos están aquí, pero queremos asegurarnos de que la gente está lista. Vamos a hacer un retorno paulatino con una programación musical para nuestra sala de conciertos. Usaremos, también, los espacios abiertos que tienen todas las condiciones para llegar al público, respetando el protocolo vigente”, destaca Yubirí Arráiz, vicepresidenta artística y corporativa del Centro Cultural BOD.
Aunque el régimen anunció el regreso del sector cultural no dio una lista de obligaciones a seguir por las instituciones como medidas de seguridad. Esta es otra de las variables que, desde el Centro Cultural BOD, evalúan antes de abrir sus puertas. Arráiz reitera que se tiene previsto cumplir con los reglamentos básicos: gel antibacterial en las entradas, toma de temperatura, distanciamiento social, desinfección de espacios y aires acondicionados.
Sin embargo, se siguen cuestionando cuál será el aforo para cada una de las actividades. “Planteamos, inicialmente, una capacidad de 30% o 40%. Estamos a la espera de esta información. Esperamos que se divulgue la normativa oficial y si piden menos aforo, nos ajustaremos”, señala.
El intento por costear las medidas de bioseguridad se sumarán a los esfuerzos que desde la cuarentena realiza el centro cultural de La Castellana por mantener activos a sus 60 empleados, incluyendo becarios y personal técnico. No se tiene previsto, señala Arraiz, aumentar el precio de los boletos. Las tarifas se mantendrán al mismo precio que los eventos vía streaming. Sin embargo, es necesario plantear soluciones para adaptarse al esquema 7+7 luego de meses de puertas cerradas y conciertos en línea.
“Ante este esquema creo que tendremos que hacer más funciones de los eventos como en otros países de Europa. Allí plantearon hacer cinco funciones y después hicieron el triple con un aforo reducido. Pienso que vamos a tener que hacer lo mismo pero lo importante, ahora, es volver. Eso es lo más relevante”, destaca.
Arráiz considera que el comportamiento de taquilla dependerá, en buena medida, del trabajo del entorno y de que el público se identifique con la oferta. “Estamos seguros de que el público responderá bien, mientras la gente vaya adquiriendo confianza, crecerá, y se consolidará la asistencia”.
El personal del Centro Cultural BOD no ha dejado de trabajar pese al confinamiento, por lo que los espacios se han desinfectado constantemente desde el anuncio de la cuarentena. También aprovecharon este tiempo para afianzar su presencia en redes sociales: “Hicimos eventos teatrales y musicales y les fue bien, pero podía haber ido mejor. La gente todavía no termina de adaptarse a este tipo de conectividad. Creo que la experiencia de la sala en vivo y la energía de estar en el lugar siempre falta”.
A su juicio, Arráiz considera que hay una avidez del público por volver, reencontrarse con el artista, asistir al lugar. “La gente siempre pregunta en nuestras redes cuándo abriremos al público. Esta es una percepción muy personal, hay entusiasmo por volver y esperamos que así sea”, añade.
A pesar del interés por el regreso, no cree que la cultura en el país pueda funcionar a cabalidad con un esquema 7+7. Sin embargo, se mantiene optimista en cuanto a su visión de futuro- “Tenemos que seguir esforzándonos continuamente entre lo virtual y lo presencial. Habrá semanas para realizar y otras para promocionar. Esperemos que a futuro se le pueda dar continuidad a esta dinámica porque al final, ese es el sistema que impone el Estado a la economía en Venezuela”, concluye.
Prepararse para el reencuentro
Florentino Mendoza, director del Centro Cultural Chacao, inició esta semana con las reuniones pertinentes para llevar a cabo un regreso paulatino, pero seguro con el púbico. Afirma que asumieron con responsabilidad las directrices impuestas, por lo que los espacios conformados por la Sala Experimental, la Sala La viga, La Caja y la sala de teatro, permanecieron cerrados durante el 2020. Sin embargo, se mantuvo, también, una constante supervisión y mantenimiento.
“Realizamos una constante desinfección, limpieza y reparación de servicios generales. El personal está permanentemente asistiendo al teatro para mantenerlo y para que esté listo para arrancar en cualquier momento”, señala.
El anuncio hizo que comenzaran los preparativos para garantizar todo lo concerniente a la seguridad del público, el distanciamiento, la separación de butacas y la bioseguridad. Con el apoyo y el resguardo de la gestión del alcalde Gustavo Duque y de la Alcaldía de Chacao, que tampoco escapan a los efectos de la pandemia, Mendoza espera reanudar las actividades de manera exitosa la próxima semana de flexibilización.
“La reapertura dependerá de la propuesta que tengamos. A medida que vayamos recibiendo propuestas, vamos a ir abriendo. Este lunes fue el primer día de apertura a las propuestas que van a traer. Espero que a finales de la próxima semana de flexibilización podamos seguir la pauta y abrir al público”, comenta.
Para la programación se están evaluando conciertos, obras de teatro, charlas y eventos streaming, entre otros. Pero hasta ahora no se puede confirmar ninguna. También, señala Mendoza, hay embajadas interesadas en realizar encuentros en dichos espacios. “Creo que en el lapso de lo que queda de mes y la primera quincena de febrero ya tendremos un calendario estipulado para los próximos tres trimestres”, considera el director.
En la sala principal, con 543 butacas, se habilitarán un poco menos de la mitad.
“Tenemos un personal de 51 personas trabajando. Han estado rotando por seguridad y cuarentena. El personal de limpieza se rota, pero vienen todos los días”, comenta.
El incremento de los gastos es otra de las realidades del regreso del sector cultural a la que no escapa el centro cultural. “Los gastos los estamos discutiendo con los productores. Estamos en proceso de conversaciones, dialogando para llegar a un acuerdo con ellos sobre el presupuesto de apertura”, revela.
El Centro Cultural Chacao depende, en gran medida, de la ayuda de la Alcaldía, pero ante la crisis de la pandemia se recurrió a la alianza con instituciones privadas y personas interesadas por la cultura en la ciudad. Mendoza afirma: “Queremos que el público venezolano, y el de Chacao, tenga ese espacio de recreación tan necesario, sobre todo en estos momentos”.
La problemática no es solo en Caracas, a juicio de Mendoza. De hecho, considera que la pandemia afectó los teatros a nivel mundial. Sin embargo, considera que en el país y, como centro cultural, la crisis les enseñó a valorar lo que tienen.
Destaca: “Tenemos una conciencia profunda sobre el compromiso y la responsabilidad que tenemos con la cultura en el país. Realmente no sentimos gladiadores: los sueldos tan bajos que percibimos no son un secreto para nadie”.
El tema del esquema de la semana flexible y la de cuarentena radical, asegura, les da un pequeño respiro luego de tantos meses con el telón abajo y las salas vacías. Pero sigue siendo una manera provisional para mantener la cultura activa en el país. “Tendríamos que irnos adaptando a las exigencias de la sociedad desde la pandemia”, comenta.
“Si sube la línea viral de la pandemia y hay que cerrar, tendremos que cancelar los eventos. Este esquema es un riesgo que estamos corriendo. No es fácil, pero afortunadamente estamos viendo una pequeña luz que nos permite proyectar y operar”, concluye.