Hace apenas casi nada, en revolución, en el gobierno de Nicolás Maduro, de Cilia Flores, de Diosdado Cabello, de Tarek El Aissami y de tantos otros, nació una niña con nombre de artista, Michelle Pernía, quizá con sueños de bailarina o cantante como casi todas las chicas de esta generación. Solo vivió cinco años, para morir en medio de una tormenta, trasladada en una carretilla de madera, desde Venezuela, al otro lado de la frontera, tratando de buscar el oxígeno que no llegaba a sus pulmones, porque los militares no le permitieron a la ambulancia que la pasara al territorio colombiano. Mientras tanto Petro y Maduro se centran en el tema del ELN.
Infobae | Sebastiana Barráez
El puente internacional que comunica a Boca de Grita (Táchira, Venezuela) con Puesto Santander (Colombia) es uno de los pasos más lucrativos para el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y militares venezolanos. En un reportaje publicado por Infobae hace dos años se revelaba lo que ocurría en la zona; entonces pasaban camiones con mercancia y pasajeros, pero desde el 26 de septiembre de 2022 por las trochas no se permite el paso de vehículos.
“No ha cambiado nada, todo sigue igual, eso fue una burla más del Gobierno montado por Petro y Nicolás Maduro, fue un circo. Después se dio la reunión de los dos parlamentos y los de Venezuela no pasaron de la mitad del Puente Internacional. El paso es de noche solo carruchas, después de las 9 de la noche puro contrabando; contrabando por trochas y por el Puente Internacional”, fue la expresión que le dijo Gustavo, un habitante de la frontera a Infobae, hace semanas.
Michelle, la niña que murió en medio de la tormenta, desconectada del oxígeno, no lo supo, pero se le extinguió la única oportunidad que tenía de seguir viendo, de llegar a Puerto Santander, por la negligencia de un régimen que se ha atornillado en el poder, en medio del feroz populismo que los líderes de la revolución pregonan en alocuciones por los medios de propaganda, actos públicos con fanfarria y en programitas de televisión. No tardarán los funcionarios represores en acallar las voces de protesta de la familia, buscando culpables en un país donde la desidia de las instituciones públicas es más ruidosa en lo que a servicios médicos asistenciales se refiere.
Familiares de la niña Michelle Pernía le contaron a la periodista Anggy Polanco, del portal LaPatilla, que no llevaron a la niña al Hospital Central de San Cristóbal “porque no tenían recursos económicos para comprar todo lo que exigen en los centros de salud venezolanos” y que optaron por llevarla al puesto de salud de Colombia porque “allí los atienden y les dan todos los insumos que necesitan”.
La trágica secuencia
Como en esas historias de Franz Kafka, los últimos momentos de Michelle semejan a la realidad de una región violenta en su valores, brutal en su concepción sobre la vida, inescrutable ante lo que el Gobierno trata de vender: prosperidad, felicidad, futuro.
Eran las 3 y media de la madrugada, del día con el que finalizaba el mes de noviembre de 2022, cuando la niña llegó en ambulancia hasta el Puente Unión, según dijo el padre de Michelle, Jonathan Pernía. El cielo lloraba a cántaros. Los militares se ciñeron a la orden “ningún vehículo puede pasar la frontera”. La familia, quizá desconociendo las consecuencias que causa la falta de oxígeno, consideró que solo era el paso hasta el otro lado para que pudiera recibir la atención médica necesaria.
Familiares pagaron 150 mil pesos para surtir de combustible a la ambulancia que trasladaría a la niña y denuncian que la médico que la asistía decidió desconectarle el oxígeno para que pasara el puente fronterizo, lo que de ser así sería muy grave porque se supone que como profesional ella sí debía tener conocimiento de las consecuencias de que Michelle se quedara sin oxígeno.
Aunque Yubey Medina Daza, madre de la niña fallecida, expresa que la médico debía exigirle al funcionario militar que la dejaran con el oxígeno hasta que médicos del lado colombiano la recibieran, en realidad no es competencia de la profesional de la medicina enfrentar a los uniformados. Lo que sucedió fue una cadena de errores que llevó al trágico desenlace.
Un carretillero se ofreció a pasar a Michelle en la carretilla, donde normalmente trasladan los productos o maletas de un lado a otro de la frontera. La dantesca imagen otra vez se remonta a Kafka; la niña enferma y sin oxígeno, en medio de aquella tormenta, fue subida a la carretilla y cubierta con un plástico “para que no se moje”. Yubey contó que mientras atravesaban el puente sintió que la niña había muerto, pero aun así, quizá negándose a aceptar la dura realidad, la llevaron al puento de salud de Puerto Santander, donde le confirmaron lo que más temía.
Periodistas locales, como Raúl Márquez del Diario La Nación, relataron que “en horas de la madrugada de este miércoles, una niña de cinco años de edad murió por complicaciones de salud en Boca de Grita, jurisdicción del municipio García de Hevia, en momentos en que era trasladada en una ambulancia a un centro de salud colombiano y efectivos militares no permitieron que esta cruzara el puente La Unión, que comunica la población venezolana con Puerto Santander”.
“Según se pudo conocer, de manera extraoficial, ante esto, sus familiares la desconectaron de la bombona de oxígeno de la ambulancia para intentar pasarla a tierras colombianas en una carretilla de madera, pero a los pocos minutos, falleció”, publicó el medio tachirense.
La periodista Judith Valderrama publica “la frontera no está abierta; al menos no totalmente. Y la vida de una niña se tuvo que desconectar porque la ambulancia que la llevaba no podía cruzar; la subieron a una carreta de cargar mercado y corotos, pero esas carretas no tienen sistema de oxígeno. Por eso la niña murió”.
Mientras Gustavo Petro y Nicolás Maduro se han centrado en discursos efectistas sobre la situación colombo venezolana, y el énfasis fue colocado en las conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), los habitantes de la frontera siguen siendo víctimas de ese grupo guerrillero, de militares desalmados y corruptos, de contrabadistas y narcotraficantes. No hay espacio para aquellos que como Michelle son para los gobiernos de turno solo parte de las estadísticas.