Unas 600.000 personas, una cifra cercana a la mitad de la población de Timor Oriental, llenaron el martes un parque junto al mar para la última misa del papa Francisco, celebrada en el mismo campo donde San Juan Pablo II oró durante la lucha de la nación por la independencia de Indonesia.
Aunque otras misas papales han atraído a millones de personas en países más poblados y ciertamente hubo otras nacionalidades asistiendo a la misa del martes, se cree que la multitud en el pequeño Timor Oriental representó la mayor participación en un evento papal de la historia, en términos de proporción de la población.
El parque de Tasitolu era un mar de sombrillas amarillas y blancas (los colores de la bandera de la Santa Sede) mientras los timorenses se protegían del sol de la tarde a la espera de la llegada de Francisco para el oficio religioso. De vez en cuando recibían un chorro de agua de los camiones cisterna que llenaban el campo con mangueras.
“Estamos muy contentos de que el Papa haya venido a Timor porque es una bendición para nuestra tierra y nuestro pueblo”, dijo Dirce Maria Teresa Freitas, de 44 años, quien llegó al campo a las 9 de la mañana desde Baucau, más de siete horas antes.
Se dice que Tasitolu fue un lugar donde las tropas indonesias se deshicieron de los cadáveres de los muertos durante los 24 años que gobernaron Timor Oriental. Ahora se lo conoce como el “Parque de la Paz” y cuenta con una estatua de tamaño mayor que el natural de Juan Pablo II para conmemorar su visita de 1989, cuando el papa polaco avergonzó a Indonesia por sus abusos a los derechos humanos y alentó a los fieles timorenses, abrumadoramente católicos.
La visita de Juan Pablo II ayudó a llamar la atención sobre la difícil situación del pueblo timorense y la opresión del régimen de Indonesia, durante el cual fueron asesinadas hasta 200.000 personas a lo largo de un cuarto de siglo.
Francisco siguió los pasos de Juan Pablo II para animar a la nación dos décadas después de su independencia en 2002. Timor Oriental, también conocido como Timor-Leste, sigue siendo uno de los países más pobres, con un 42% de sus 1,3 millones de habitantes viviendo por debajo de la línea de pobreza, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Pero los timorenses son profundamente fieles: el territorio ha sido abrumadoramente católico desde que los exploradores portugueses llegaron por primera vez a principios del siglo XVI y hoy en día aproximadamente el 97% de la población es católica. Han acudido en masa a recibir al primer papa que los visitó como nación independiente.
Las autoridades gubernamentales dijeron que unas 300.000 personas se habían registrado a través de sus diócesis para asistir a la misa, pero el presidente José Ramos-Horta dijo que esperaba 700.000 y el Vaticano había pronosticado hasta 750.000.
El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, citó estimaciones de los organizadores locales de que 600.000 personas asistieron al parque Tasitolu y áreas circundantes.
Los asistentes formaron fila antes del amanecer para entrar al parque, en la costa, a unos 8 kilómetros del centro de Dili. A horas de la ceremonia, las carreteras que conducían al lugar estaban congestionadas por automóviles, camiones y autobuses llenos de gente; otros caminaban por el medio de la calle, ignorando las aceras. Las temperaturas alcanzaron los 31 grados Celsius (88 grados Fahrenheit), y la sensación térmica era aún más intensa, con una humedad superior al 50%.
“Para nosotros, el Papa es un reflejo del Señor Jesús, como un pastor que quiere ver a sus ovejas, por eso venimos a él con todo nuestro corazón como nuestra adoración”, dijo Alfonso de Jesús, quien también vino de Baucau, la segunda ciudad más grande del país después de Dili, a unos 128 kilómetros (80 millas) al este de la capital.