La música como terapia para el Alzhéimer en un hogar de ancianos en Venezuela

Redaccion El Tequeno

“Bésame mucho”: la canción de la compositora mexicana Consuelo Velázquez es la petición que hace emocionada una mujer de 75 años a su profesor de música, que apenas un instante antes ya la había cantado.

Ella padece de la enfermedad de Alzheimer y está internada en un centro especializado en Caracas, el Hogar La Ponderosa, que ha impulsado la terapia musical para estimular a sus huéspedes, que padecen algún tipo de trastorno neurocognitivo.

La sesión de una hora de todos los jueves la dirige Maximiliano Cattone, profesor de música de 47 años, en una sala amplia e iluminada.

Max, como lo reconocen en el centro, se sienta en una silla y con la guitarra al lado comienza la terapia. Unos 15 pacientes, ancianos en su gran mayoría, lo acompañan con instrumentos como panderetas y maracas en ejercicios de coordinación que acompaña con música.

Una señora, que está sentada en un mueble, sigue el ritmo con sus manos sobre una revista con las predicciones del año 2004 y el retrato de la princesa de Mónaco en la portada.

Otra, que está encorvada y en silla de ruedas, participa con aplausos pausados.

“Las expresiones faciales es lo que más hay que estar pendiente”, dice Cattone a Voz de América. “Cuando tú tocas una canción, por ejemplo, ‘Bésame mucho’, que siempre, siempre se hace, pues le ves la cara de felicidad o ves la conexión”.

“Te recitan toda la letra de la canción de arriba abajo cuando de repente ellos no pueden reconocer ni algunas veces a sus familiares”.

Cattone busca “trabajar esas habilidades que ellos van perdiendo por la misma situación que están pasando”, por la enfermedad.

No hay cifras oficiales de Alzhéimer en Venezuela, como pasa con la mayoría de las afecciones de salud.

Según datos de la Fundación Alzhéimer de Venezuela, unas 200.000 personas en el país viven con algún tipo de demencia. Y la proyección es que esta cifra casi se cuadruplique para 2050.

Y los centros públicos que ofrezcan una atención integral como el privado La Ponderosa, no existen.

Max adapta la canción infantil de “La lechuza”, que todos acompañan con palmas. Está también “Moliendo café” (1958), de José Manzo Perroni e interpretado por Hugo Blanco; “Quizás” (1947) del cubano Osvaldo Farrés, y el famoso bolero “Sabor a mí” (1959) del mexicano Álvaro Carrillo.

“Pese a que ellos olvidan inmediatamente todo lo que ha sucedido a corto plazo, la sensación de bienestar queda”, dice María Edith Anselmi, directora general del Hogar La Ponderosa.

Ahí viene Max

Anselmi explica que la música siempre estuvo presente.

“Los poníamos a bailar, a cantar. Nosotros vimos que había una reacción muy positiva en ellos”, recuerda. “Y al ver todas esas reacciones, decidimos que era mejor que un profesor de música, que sabe de ese tema, aprovechara esos momentos”.

Y fue allí cuando llamaron a Cattone, que se unió al grupo en 2022. El profesor tenía un proyecto de iniciación musical con niños, que lo llevó a investigar terapias para el entorno autista.

Pero nunca había trabajado con ancianos, menos con pacientes diagnosticados con demencia. Recuerda que hablando con La Poderosa les dijo: “he leído algo que puede ayudarme y si me permites probar, pues lo hago”.

Y así comenzó. Todos los jueves, bien arreglados, la banda de Max se reúne.

“Lo que más me sorprendió fue el hecho de que las personas que estamos aquí con ellos, el día a día, siempre nos identificamos: ‘Hola, buenos días, yo me llamo María Edith y a ellos los mencionamos por sus nombres, pero una vez llegó Max, la primera vez que lo identificaron, y uno dijo ‘ahí viene el profesor de música’ y otro dijo ‘ahí viene Max’”, señala Anselmi emocionada.

“Y eso fue algo que no nos esperábamos porque hay gente, personas adultas mayores que tenemos aquí dos años con ellos y es la primera vez que sucede”.

El proceso comienza con el “pasado musical” de estos pacientes, señala Cattone.

“Es lo que hay que investigar, si la persona te lo puede decir, buenísimo, qué escuchaba, qué era lo que más le gustaba, dónde lo escuchaba, por qué le gustaba (…). Si la persona no puede expresarlo, puedes hacerlo con sus familiares”.

Y “Bésame mucho” está en la lista de peticiones fijas.

El profesor Cattone insiste en que es fundamental “la sociabilización y la participación, que ellos sientan que son parte de algo”.

“Ellos tocan maracas, güiros, panderetas, de manera que se sientan parte de algo, que están logrando un objetivo y además están socializando con los compañeros”.

Un hombre, que “es empresario”, se levanta después de la sesión. Anselmi lo felicita por su interpretación, pero él señala a Max dándole todo el crédito.

Al terminar, la mayoría va a otra sala donde hay juegos de mesa. Siempre están entretenidos.

En una semana regresa Max y la mujer de 75 años volverá a disfrutar de “Bésame Mucho”.

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