Por fin han empezado los programas de vacunación frente al coronavirus responsable del covid-19. La esperanza está puesta en que su administración rápida y masiva consiga la inmunidad en la mayoría de la población. Solo así se frenará la pandemia a lo largo de 2021.
La neumonía que caracteriza el covid-19 se describió por vez primera en Wuhan (China) en diciembre de 2019. El coronavirus que causa la enfermedad, el SARS-CoV-2, se identificó un mes después. Se trata de un virus ARN, con un genoma de gran longitud (30 000 nucleótidos) comparado con el de otros virus ARN como el VIH del SIDA y el de la hepatitis C (ambos de 10 000 nucleótidos). El SARS-CoV-2 está próximo a otros dos coronavirus humanos que desde 2003 ya habían causado epidemias desde Asia, los coronavirus del SARS (originado probablemente en civetas) y del MERS (en camellos).
El origen del SARS-CoV-2 parece estar en murciélagos, unos mamíferos que actúan como reservorio para multitud de virus. Si se dan las condiciones adecuadas (contacto estrecho entre humanos y animales, falta de higiene y gran densidad de población), pueden transmitirlos a los humanos (zoonosis), donde pueden causar enfermedad.
Generalmente, el salto entre especies es facilitado por la aparición fortuita de mutaciones en el virus que permiten infectar células humanas. A partir de entonces, inician su propagación en el nuevo huésped.
Mutante, variante y cepa
Los virus ARN acumulan mutaciones (cambios en la secuencia de su genoma) durante su replicación. Lo hacen con más frecuencia que los virus ADN. Sin embargo, no es el caso de los coronavirus, porque tienen una enzima nucleasa correctora de errores.
Una mutación es un cambio puntual en la secuencia genética. Una variante puede incluir una o varias mutaciones y su circulación poblacional depende tanto de la ventaja evolutiva que aporten los cambios genéticos (selección natural) como del “efecto fundador”, esto es, de las condiciones ambientales que favorecen su transmisión. Por ejemplo, hacinamiento y ausencia de distanciamiento social. Una cepa es aquella variante que tiene unas propiedades fenotípicas diferenciales, por ejemplo, es más transmisible o más virulenta.
Mutante D614G
Un cambio del aminoácido aspártico a glicina por una mutación en la posición 614 en el gen de la glicoproteína espicular de la envoltura viral (proteína S) fue descrito ya en China en marzo 2020. Progresivamente fue reemplazando a los virus circulantes por ser más transmisible, de modo que actualmente circula en muchas otras partes del mundo.
Variante N453Y
Durante el verano se comunicaron en Holanda y Dinamarca casos de transmisión de SARS-CoV-2 de humanos a visones, entre estos, y de estos a humanos. El genoma de estos virus tenía una mutación, Y453F, que aumentaba la capacidad de unión de la proteína viral S con el receptor ACE del visón.
A continuación, en los visones se seleccionaron otros cambios en el gen que codifica la proteína S (delección 69, I692V y M1229I). Algunas de estas variantes pasaron de nuevo a humanos, mostrando una menor capacidad de ser neutralizadas por anticuerpos.
Ante el temor de la propagación de esta nueva variante en humanos, se procedió al sacrificio de millones de visones.
Cepa N501Y
Desde septiembre de 2020, en el sur de Inglaterra se ha descrito la rápida propagación de una nueva cepa del SARS-CoV-2 con 17 mutaciones distintas. Parece que se seleccionó en pacientes inmunodeprimidos en los que la infección viral fue inusualmente prolongada o crónica, dando ocasión a una extraordinaria adaptación.
En Navidades, cerca de una tercera parte de casos en Inglaterra eran producidos por esta nueva cepa. En los últimos días, se han descrito casos en otros países europeos, entre ellos España.
En Sudáfrica se ha comunicado una variante distinta pero con un patrón de mutaciones relacionado. Hasta ahora, todas las cepas N501Y han demostrado ser más transmisibles (aumento del 56 %), pero no son más virulentas ni comprometen la eficacia de las vacunas comercializadas.
Reflexiones finales
Aunque las nuevas mutantes, variantes y cepas del SARS-CoV-2 no muestren mayor patogenicidad in vitro, hay que reconocer que su mayor transmisibilidad puede traducirse en una mayor presión sobre los servicios sanitarios y los hospitales.
Por tanto, la circulación de estos nuevos virus no debe ser infravalorada y deben adoptarse nuevas medidas preventivas, sobre todo para reducir el riesgo de exposición de los más vulnerables.
Por último, la experiencia con otros virus ARN es que la presión inmune o con antivirales favorece la selección de mutantes que escapan a su neutralización. Por tanto, es muy importante que la vacunación se haga de forma amplia y rápida, para reducir el riesgo de selección de cepas de escape con menor susceptibilidad a la protección inmune que evocan las vacunas actuales.
Dicho de otro modo, es mejor no iniciar la campaña de vacunación si no está asegurado el stock y el sistema de distribución masivo en un corto espacio de tiempo.
Vicente Soriano, Facultad de Ciencias de la Salud & Centro Médico, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.