Pasan los años y siempre llega el 23 de enero. Un oficial de carrera con notas destacadas en Academias Militares, constructor de una Venezuela que no se podía imaginar, creador de viviendas y zonas dignas para quienes habitaban en ranchos vergonzosos. Pero, se creyó dueño y señor de la política nacional, decidió trampear unas elecciones y pago la consecuencia.
Ni siquiera la represiva eficiencia de la policía de investigación y seguridad, tampoco el apoyo de unos generales, logró sostenerse en un poder que no supo manejar. Construyó un país moderno y audaz, pero no entendió ser político ni paciente, no pensó que tras el orden vendría el desorden y que los venezolanos lo querrían de regreso un período después, alabarían su seriedad de cumplir plazos y ceder el poder cuando debía entregarlo. Sin embargo, no confió en sí mismo ni en la evolución de pensamiento que había impulsado.
A lo largo de incertidumbres y firmeza que hizo del fundador de la democracia y llave en mano de un largo período de 40 años; vencedor de la subversión de izquierda y derecha, pudo entregar en sana paz a su compañero, de apariencia bonachona, pero con mano firme; que luego en una demostración de madurez política y consiente de la fragilidad, traspasó el poder por mínima diferencia, en lo que fue un ejercicio democrático, de plena y total democracia.
Creándose un hábito de bipartidismo, y, sin darse cuenta, el país fue deslizándose hacia un campo inexplicable de abandono y pendejadas politiqueras, por donde se colaron oficiales conspirando y generales tratando de salvar sus pellejos. Hicieron promesas que sabían no cumplirían, engañaron y estafaron bajo la guía que ocultaba del tirano cubano, ávido de las riquezas venezolanas.
Hoy, estamos peor, una oposición que patearían y militares cómplices a los cuales expulsarían. Ya lo que se ha dado en llamar G3 le dio un punta pie cobarde y traicionero a lo que se conoció como G4. Los partidos de la oposición marchan cada uno por su lado, tienen intereses distintos, y hace unos días había un débil y desconcertado presidente interino, hoy un abandonado, enclenque y confuso candidato.
Aparecen desaparecidos y asoman narices políticas, que cuando tienen oportunidad se acobardan y cuando están acobardados buscan posibilidades. El régimen decide acosar y acusar al político opositor que armó triquiñuelas, pero cuando debió poner cara firme y dar un parado, se le aguó el guarapo ante un coronel rezongón, ascendido a general eunuco.
Sin sorpresas, opera zancadillas y engaños, el anciano trampero y su rival nombrado por un tribunal afecto, pero ninguno, toma el toro por los cuernos, ni siquiera al viejo y cansado de Acción Democrática.
Buscan consensos caguetas pusilánimes que lo destruyeron, confirmando al mundo, irrespeto al supuesto unificador; pero ninguno se acerca a exponer dignidades. Realizada la primaria, vencidos y humillados, no podrán gobernar o cobrar a sus anchas como hoy recaudan, simulando estorbo. Hablan de consenso como de un amor el viernes por la noche aferrados a unas cervezas, aunque no de la suya que asume enamorada y obediente, aunque no sea tan así.
El régimen castrista puede tener y tiene: divisiones, corrupción, disfrazados de militar, excedidos en tiempo constitucional para vestir el uniforme y sin envolver raciones. Habrá los consumidores y narcotraficantes, sobran los habladores de tonterías y aprobadores de confusiones, funcionarios que no conocen sus áreas de acción y burócratas que ni siquiera están al corriente lo que sabe un portero. Puede tener todo eso o peor, pero tienen billetera alborotada para que Alí Babá y los cuarenta ladrones lo defendieron e invitados fiesteros se animen. Sésamo se abrió con un par de palabras, lámparas de Aladino los necesitan; incapaces de subsistir, si no andan en cercanías y ganan poco. Mal de muchos, consuelo de tontos.
No tenemos nada, tuvimos, y lo hemos dilapidado, la revolución no fue para avanzar, se hizo para saquear y que unos pocos tuvieran poco con la ilusión de tener más, y otros escasos tuviesen mucho con el sueño de que nadie se los quitase.
Este es el único sueño que, al menos en parte, ha logrado la revolución. De resto, no hay agua, no hay luz, no hay seguridad, no hay país. A veces, aquello que no podemos entender, comienza a tener sentido con el paso del tiempo.
@ArmandoMartini