Los esfuerzos que se realizan para atenuar las peligrosas consecuencias del Covid-19 han llevado a probar distintos recursos terapéuticos, con variados resultados.
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Algunos apuntan a neutralizar los efectos del virus, otros a reforzar la capacidad defensiva del organismo. Entre estos últimos se puede mencionar a la vitamina D, que aplicada en dosis elevadísimas (hasta 500.000 UI –unidades internacionales– por día por vía endovenosa) en pacientes internados mostraron alentadores resultados al incrementar la actividad del sistema inmunológico, encargado de luchar contra el virus, reseña el diario Clarin
Originalmente esta vitamina se descubrió y usó para prevenir el raquitismo. The New York Times del 19 de junio de 1922 anunciaba que un equipo de investigadores dirigidos por E. V. McCollum había aislado una vitamina cuyo efecto era “la protección del crecimiento óseo y la prevención del raquitismo”.
Esta enfermedad era una penosa afección para grandes y chicos, y los investigadores de la universidad de Columbia descubrieron que mejoraban con la simple exposición al sol –que producía la vitamina D– aunque la dieta careciese de ella.
Como anécdota se puede decir que, muchos siglos antes, el historiador Herodoto (484-425 aC), al recorrer los campos de batalla al finalizar la misma, ya había observado que los cráneos de los soldados egipcios eran más sólidos que el de los persas.
Con brillantez, lo atribuyó a que los egipcios vivían con sus cabezas descubiertas mientras que los persas siempre las cubrían con turbantes.
Aunque todos conocen la vitamina D, pocos saben que ni es vitamina ni es tan solo una. Vale recordar que una vitamina es toda sustancia imprescindible para la vida, pero que el organismo no la puede producir y sólo la adquiere a través de los alimentos.
Lo que seguimos llamando vitamina D es una hormona que produce el organismo y actúa en muchos sitios del mismo, en todos los órganos que tienen receptores (sitios específicos) donde ejerce su acción.
Con mayor precisión, es una prohormona que está en la piel y que bajo la acción de los rayos solares se transforma en hormona. Para ser funcional sufre cambios al pasar primero por el hígado (se transforma en D2) y luego el riñón la transforma en biológicamente activa (D3).
¿Y donde actúa? En diversos lugares: piel, retina, huesos, cerebro, glándula suprarrenal, mamas, cartílagos, linfocitos, riñón.
A nivel del cerebro, su acción es crucial para las redes neuronales del hipocampo (centro responsable clave para la memoria) ya que cuanto más bajo es el nivel de vitamina D más lenta es la velocidad para procesar la información y mayor el deterioro de las funciones cognitivas.
Un campo de investigación actual es su posible papel en la enfermedad de Alzheimer. También en el tratamiento de la depresión y de la esquizofrenia.
¿Qué cantidad de vitamina D se necesita por día? Lo que se recomienda oscila entre 1.000 y 2.000 IU diarias, lo cual el organismo sintetizaría con una exposición a la luz solar de unos 15 a 30 minutos, dos o tres veces por semana en adultos sanos. Pero dependerá del color de la piel (más oscura menor absorción de luz solar), el lugar donde se vive (mayor intensidad más cerca de la línea del Ecuador) y a la amplitud de la superficie de piel expuesta.