Todos tenemos “recetas mágicas” en nuestras familias que nos ayudan a sentirnos mejor cuando estamos enfermos como tomar sopa de pollo, té verde, jengibre, una cucharada de miel, comer ajo machacado, etc. De niños tomamos la sopa para sentirnos mejor cuando tenemos dolor de garganta, gripe o resfriado y de adultos la preparamos para un ser querido cuando está enfermo, ha sido una práctica común en todo el mundo durante siglos. Actualmente, personas de todas las culturas confían en los beneficios de la sopa de pollo.
La sopa de pollo como “terapia” se remonta a la década del 60 y a la contribución de Pedanius Dioscórides, un cirujano militar que vivió en la época del emperador romano Nerón. La enciclopedia de Pedanius, de cinco volúmenes, fue consultada por los primeros médicos durante más de un milenio.
Posteriormente, Maimónides, nacido en España alrededor de 1135, quien fue un rabino, filósofo, astrónomo y médico medieval, escribió extensamente sobre los beneficios de la sopa de pollo para la constitución corporal. Sugirió que la sopa de pollo era eficaz para “rectificar el humor corrupto” del cuerpo, en particular la bilis negra, cuyo exceso se pensaba que causaba melancolía. Indicó que “estos procedimientos han sido verificados y su utilidad es clara”.
Entonces, con la temporada de gripe y dengue en pleno apogeo, vale la pena preguntarse: ¿existe alguna investigación que respalde la creencia de que la sopa de pollo cura?, ¿o solo es un placebo reconfortante que proporciona un beneficio psicológico mientras estamos enfermos? Para responder a estas preguntas hay que comenzar por su sabor distintivo llamado “umami”, la quinta categoría de sensaciones gustativas, junto con el dulce, el salado, el ácido y el amargo.
Resulta que los estudios demuestran que el sabor es fundamental para las propiedades curativas de la sopa de pollo. Todo esto tiene sentido porque los aminoácidos son los componentes básicos de las proteínas que se encuentran en los alimentos y el aminoácido glutamato, le confiere un sabor umami. Los alimentos como la carne, el queso, los champiñones, el miso (pasta japonesa de soja fermentada) y la salsa de soja también lo tienen.
Los pacientes con enfermedades de las vías respiratorias superiores usualmente comen menos o nada en absoluto. Esto se debe a que las enfermedades agudas desencadenan una respuesta inflamatoria que puede disminuir el apetito. No tener ganas de comer implica que es poco probable que obtenga los nutrientes que se necesitan, lo que afecta directamente al sistema inmune y a la recuperación de una enfermedad.
La evidencia sugiere que el sabor umami de la sopa de pollo puede ayudar a estimular el apetito. Los participantes de un estudio, realizado en 2014, dijeron que sintieron más hambre después de probar una sopa con sabor umami agregado por los investigadores.
Otras investigaciones han indicado que el sabor umami también puede mejorar la digestión de nutrientes. Una vez que el cerebro percibe el umami a través de los receptores gustativos de la lengua, el cuerpo prepara el tracto digestivo para absorber proteínas más fácilmente. Esto reduce los síntomas gastrointestinales.
Aunque la mayoría de las personas no asocian las infecciones de las vías respiratorias superiores con síntomas gastrointestinales, las investigaciones en niños han encontrado que el virus de la gripe aumenta los síntomas del dolor abdominal, las náuseas, los vómitos y la diarrea.
La inflamación es parte de la respuesta natural del cuerpo a una lesión o enfermedad y ocurre cuando los glóbulos blancos migran al tejido afectado. Al generarse este proceso inflamatorio en las vías respiratorias superiores produce síntomas de gripe como congestión o secreción nasal, estornudos, tos y mucosidad espesa.
Curiosamente, las investigaciones muestran que la sopa de pollo puede reducir la cantidad de glóbulos blancos que viajan a los tejidos inflamados, inhibiendo directamente la capacidad de los neutrófilos y por consiguiente el nivel de inflamación.
Para comprender verdaderamente los efectos calmantes y curativos de la sopa de pollo es importante considerar sus ingredientes. No todas las sopas de pollo están repletas de propiedades curativas nutritivas. Por ejemplo, las versiones enlatadas carecen de muchos de los antioxidantes que se encuentran en las preparaciones caseras.
Además, la mayoría de las versiones enlatadas carecen de vegetales frescos. Los nutrientes principales de las versiones caseras de la sopa son los que diferencian a estas variedades de las versiones enlatadas. El pollo aporta al organismo una fuente completa de proteínas para combatir las infecciones. Las verduras proporcionan una amplia gama de vitaminas, minerales y antioxidantes. Si se preparan con fideos o arroz, aportan una fuente de carbohidratos fácilmente digeribles que el cuerpo utiliza para obtener energía y recuperarse.
Las cebollas contienen un flavonoide llamado quercetina que reduce también la inflamación en el cuerpo. El apio contiene sustancias químicas con potentes propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. Por su parte, las zanahorias son ricas en vitamina A y betacaroteno que reducen la inflamación en el cuerpo.
Incluso el calor de la sopa de pollo puede ayudar. Beber el líquido e inhalar los vapores mientras se come, aumenta la temperatura de las vías nasales y respiratorias, lo que afloja la mucosidad espesa, en comparación con el agua caliente sola. Las hierbas y especias que a veces se usan en la sopa de pollo, como la pimienta y el ajo, también aflojan la mucosidad. El caldo, que contiene agua y electrolitos, ayuda a la rehidratación.
Para maximizar los beneficios de la sopa de pollo es recomendable preparar una comida casera, en la que se incluyan zanahorias, apio, ajo fresco, cebolla, hierbas y especias.
En resumen, las investigaciones científicas más recientes sugieren que la sopa de pollo, aunque no es un remedio para los resfriados y la gripe, ayuda a curar. ¡Parece que las abuelas volvieron a tener razón!
Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco
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