Comenzamos repitiendo (las veces que sean necesarias) que el chavismo no existe. Lo que se implementó en Venezuela desde 1999 es castrismo puro y destilado que, a diferencia del original (el cubano), el venezolano cuenta con inagotables recursos.
Por tal motivo, nos encontramos con “liderazgos”, discursos y acciones de gobierno copiados fidedignamente.
En Cuba el desgastado mito del bloqueo quedó eliminado cuando, motivado a las inéditas protestas en toda la isla de 2022. El régimen castrista tuvo que levantar momentáneamente el bloqueo a la nación, permitiendo la importación privada de alimentos y medicinas, lo que es igual, los cubanos padecen de hambre controlada, como mecanismo gubernamental para manipularlos, debilitarlos.
El fulano bloqueo es un mito en el que se escuda el castrismo isleño para oprimir a esa nación y hacerla un oasis para la élite gubernamental.
En Venezuela ocurre algo muy parecido. El castrismo criollo se escuda en las sanciones que él mismo provoca intencionalmente perpetrando procesos electorales al margen de la ley y de todo precepto democrático.
Atribuye a estas (sanciones) la debacle que produce la peor corrupción registrada por la humanidad, la psuvización de las instituciones del Estado, las leyes impuestas e innaturales al país, la destrucción premeditada del aparato productivo por toxicidad ideológica, la masacre producida al esfuerzo personal/familiar que significa el Estado Comunal y un sinfín de estratagemas más impuestas de manera planifica.
Así, las presidenciales 2024 están prediseñadas al calco de los procesos electorales adelantados por la desinstitucionalidad escarlata desde 2017.
Ante su avasallante rechazo, solo puede consumar elecciones a su exacta medida: imponiendo partidos, candidatos, votantes y demás, esto, desde luego, les asegura (y conviene) que las sanciones persistirán y con ellas el arsenal de excusas a las que se aferra, a la par, porque, ante la mediocridad del interinato de Guaidó, el castrismo venezolano aprendió a vivir con sanciones de la mano de regímenes internacionales con mismo pedigree, como Rusia, China, Irán, entre otros… además, le permite manejar todas nuestras infinitas riquezas arbitrariamente, sin contraloría alguna.
¿Hacia dónde nos lleva el chavismo con las presidenciales 2024? Lo que está aconteciendo con los cabezas visibles de la organización de María Corina Machado, Vente, es un indicio que todo lo dicho anteriormente es real, el castrismo venezolano trata de intimidar a sus detractores, anular con antelación posibles candidatos a los que Machado les pueda pasar el testigo, desanimar a la oposición orgánica, fomentar la abstención, entre otros… en fin, arrastrarnos a otro proceso electoral que le permita “ganar” y ser sancionado.
Es falso que Maduro gana dividiendo a la oposición, dos o tres opositores reales obtendrían más votos que él.
Maduro “gana” solamente con la inscripción de falsos candidatos opositores que, aparte de impopulares y rechazados como él, al final no reclamarán procedimientos ni resultados.
Con apoyo popular pírrico, con militancia esclavizada que no le asegura voto, hoy el chavismo solo depende de los alacranes, sobre los hombros de estos recae exclusivamente la culpa del trágico alargue de esta Venezuela innatural, desdibujada, cubanizada.
La miopía política hace creer que la “inhabilitación” es contra María Corina Machado y no es así, será contra todo aquel que sea un peligro electoral real para el chavismo…
Luchar por la candidatura de Machado es luchar por la democracia, por los candidatos de hoy y mañana, si eso no se entiende estamos peor de lo que pensamos.
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Leandro Rodríguez Linárez es Politólogo / Articulista de opinión
