Leandro Rodríguez Linárez | La Revolución Cobarde

Redaccion El Tequeno

La Revolución Cobarde. El chavismo se divide en dos etapas, la primera, desde 1999 hasta 2012, con el expresidente Hugo Chávez.

La segunda, con Nicolás Maduro desde 2013 hasta nuestros días.

La primera tuvo la ventaja accidental de recursos económicos petroleros abundantes, lo que permitió la retención del poder a través del populismo salvaje. Aunque al final se lo debió al control absolutista de las instituciones del Estado.

La segunda, por la destrucción por corrupción y desidia de la estatal petrolera, prescinde de la renta petrolera, su retención del poder ha sido exclusivamente por la violencia institucionalizada.

Ambas etapas son un calco en cuanto a la imposición del castrismo en nuestro país, razón tiene Nicolás Maduro cuando señala que él continúa la senda del proyecto de Hugo Chávez, principalmente caracterizado por la destrucción del aparato productivo privado, la dependencia ciudadana a las dádivas del gobierno, la conculcación de libertades políticas, es decir, la retención del poder a todo costo.

Nada nuevo, desde 2008 el chavismo viene en declive, perdiendo espacios de poder importantes, tuvo que irrespetar la carta magna al no poder retener la Alcaldía Metropolitana de Caracas y Barinas, anulándolas.

En el 2010 ya no pudo ocultar su condición de minoría, perdió en votos la AN de ese año, conservando la mayoría parlamentaria gracias a la reingeniería, inconstitucional e ilegítima, aplicada por el CNE del momento a las circunscripciones electorales.

En 2012 y 2013 Chávez y Maduro “ganan” las presidenciales anclados al manejo discrecional de las instituciones y recursos de la república, hecho confesado por quien fue (desgraciadamente) la mano derecha económica y financiera de Chávez, Jorge Giordani.

2014 y 2017 el régimen, usando un término utilizado por el ministro de defensa, enfrenta las protestas de forma “atroz”, protestas contra el férreo deterioro estructural del país, además ocasionadas por la evasión inconstitucional del revocatorio de 2016 y la imposición de una “constituyente” erguida al margen de todo precepto legal/legítimo.

Todo esto sin mencionar la forma risible, jurídicamente hablando, en que la AN 2015 fue inhabilitada, poder público más votado de nuestra historia.

2018 es otra historia ceñida al garrotismo rojo, unas presidenciales perpetradas a la fuerza, con la participación exclusiva de candidatos ungidos por el castrismo venezolano, dicho sea de paso, tres provenientes del chavismo (Osorio, Ratti y Falcón) y otro inconstitucional, Bertucci, al ocupar un cargo jerárquico dentro de una iglesia/religión. El régimen pretende hacer lo mismo este año.

En resumidas cuentas, llegamos al 2024 gracias a una oposición falsa que ante su incompetencia y prácticas desleales los últimos 4 años obsequiaron al chavismo una falsa paz política, hecho del que son culpable los denominados popularmente “alacranes” y un G4+ que hoy se quiere lavar las manos arrimándose como parásitos a la única figura política con aceptación en el país, María Corina Machado.

Como se aprecia, el chavismo no tiene mérito alguno, en la forma como retiene el poder cualquiera puede retenerlo, es la violencia contra una nación debilitada lo que ha prevalecido.

Fuesen realmente estrategas si conservaran Miraflores de forma legal, legítima, a través de procesos electorales limpios.

Hoy el pavor a la única líder con ascendencia ciudadana/electoral es María Corina Machado a quien, una vez más recurriendo a la violencia institucionalizada, la inhabilitan sin importar las consecuencias que ello producirá al país.

El chavismo no es otra cosa que fuerza bruta, sin popularidad, aferrado gracias a las instituciones psuvizadas.

Twitter: @leandrotango

Correo electrónico: [email protected]

Leandro Rodríguez Linárez es Politólogo / Articulista de opinión

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