“El arte es un refugio humano”, confirma Lía Vareli, la creadora de la Fundación para la Integración Cultural de Migrantes y Refugiados (FICU). Esta es una organización que planifica actividades culturales todos los meses que no solo ayudan a atravesar el duelo de la migración, sino que además han generado oportunidades laborales para algunos de los artistas que se sumaron a las propuestas.
FICU nació en 2020 con el propósito de insertar a los inmigrantes y refugiados en la sociedad, pero también se convirtió en un medio más para acercar a los locales a la diversidad de culturas que coexisten en la Argentina.
“El ser humano es un ser en movimiento. No importa de dónde venga. Cuando las personas llegan a un país, tienen que ir asumiendo que esa cultura también va a ser de ellos y tienen que ir adaptándose. Ese es el desafío, aprender a querer la cultura local sin perder la propia”, destacó Lía en diálogo con TN.
“Estamos convencidos del poder del arte como un vehículo de integración para que las personas migrantes busquen visibilizar lo positivo de la migración. El arte es un idioma universal”, resaltó. Esta es la esencia de su proyecto, que incluye talleres y muestras artísticas.
Del norte al sur
Lía nació en la ciudad andina de Mérida, Venezuela, pero sus últimos años antes de emigrar los pasó en la Península de Paraguaná, en el norte del país. Vivía en un campo petrolero con sus dos hijos y su esposo, que trabajaba en la empresa Petróleos de Venezuela (PDVSA). Ella era profesora de Diseño industrial en la Universidad Antonio José de Sucre y diseñadora de interiores.
Su esposo fue uno de los trabajadores que se adhirieron a un histórico paro petrolero entre diciembre de 2002 y enero de 2003 para protestar contra el gobierno de Hugo Chávez. La protesta terminó con el despido de 18.000 empleados altamente capacitados a los que, además, se les prohibió trabajar en otras empresas por mandato político.
Así, la vida de Lía tuvo un giro inesperado. Sin la posibilidad de sostener a la familia, su esposo aceptó una propuesta laboral en Argentina y llegó en 2006. Luego ella lo siguió con sus hijos. “Fue una migración organizada, pero fue muy duro dejar el país solo por el hecho de no conseguir trabajo”, recordó.
“Era una tristeza que no me podía sacar. ¿De qué valió el paro, la lucha?”. Ese sentimiento de derrota la impulsó a dedicarse al activismo. No logró ayudar a sus coterráneos estando en Venezuela, pero sí lo intentaría desde Argentina. “No puedo no hacer nada”, se repetía a sí misma. Las noticias sobre la crisis económica y de salud que le llegaban del país caribeño la conmocionaban y la empujaron a la acción.
Su voluntariado comenzó en 2010 en las ONG Venezuela es Una y ASOVEN (Asociación de Venezolanos en Argentina). Entre sus tareas, se encontraba la recaudación de fondos para ayudar a distintas organizaciones en Venezuela.
Hasta que las malas noticias se convirtieron en un éxodo masivo en 2018, cuando comenzaron a llegar al país personas en necesidad extrema. En ese año, Lía fundó Alianza por Venezuela, que englobaba todas las ONG de la comunidad para recibir a los migrantes y refugiados.
Al entrar en contacto con tantas personas, Lía y los psicólogos comenzaron a notar una necesidad tan urgente como el alimento: la salud mental. El primer impacto de la migración se convertía en depresión, crisis de identidad, y a muchos se les hacía difícil atravesar ese duelo.
Fue entonces cuando Lía pidió ayuda a la Organización Internacional para las Migraciones (OIM Argentina) y se convirtió en coordinadora del programa Bienestar Migrante junto con la organización de Psicólogos Venezolanos (PSICOVEN) en 2020.
Ese mismo año, “terminó un ciclo” en la fundación Alianza por Venezuela y decidió crear FICU. “Me di cuenta de que la cultura ha sido un puente para la inserción”, resaltó Lía. Y apuntó: “Cuando se comparten imágenes, cantos y bailes, las historias y la gastronomía, es una cura para la nostalgia”.
El arte como remedio
El arte en todas sus expresiones siempre ha sido importante para ella -su padre era músico-, y no solo se convirtió en su terapia, sino en una misión: nutrir las perspectivas de extranjeros y locales.
“Queremos que se cuenten historias lindas, de gente que quiere tener éxito, que quiere compartir sus habilidades. El arte tiene el poder de generar empatía y de hacer que el mensaje llegue a la gente de una manera creativa”, explicó.
Uno de los proyectos con este valor fue INtegrados, una serie de 150 retratos de migrantes de 22 nacionalidades, entre ellos griegos, chilenos, venezolanos e, incluso, argentinos descendientes de coreanos, rusos, españoles e italianos. El 4 de septiembre de 2022, Día Nacional del Inmigrante, se instalaron las imágenes en blanco y negro en la Plaza Rubén Darío en Recoleta.
El mensaje era “no importa de dónde vengas”, una forma de visibilizar el aporte de los extranjeros y sus descendientes en Argentina. Todos los retratos fueron hechos por el fotógrafo venezolano Nelson Dudier.
FICU también formó parte de la Feria del Libro de Buenos Aires (FILBA) con un grupo de autores migrantes e independientes y se sumó al evento Buenos Aires celebra Venezuela con un homenaje al reconocido artista venezolano Armando Reverón (1889-1954).
Son los logros de más de 10 años de activismo, casi tres de una fundación que sigue creciendo y ayudando a crecer a otros. Lía está agradecida con la oportunidad que el país le ofreció de ayudar a sus coterráneos: “Este es un país que celebra las colectividades”, señaló.
Ella se reconoce como una más de los que han encontrado un espacio en este país. Cuando emigró, se trajo su cultura -más un ejemplar del Atlas de las costumbres venezolanas y un poemario del escritor venezolano Andrés Eloy Blanco- y la sembró acá: “Yo no vine, yo volví. Me siento en casa”.