Como en todos los eventos políticos y sociales donde median de manera tan directa la voluntad y los deseos de las personas, la evaluación de las elecciones del 21 de noviembre está llena de elementos subjetivos, donde las expectativas previas existentes serán determinantes para pergeñar conclusiones negativas o positivas. Y aunque, aparentemente, hasta los opositores más desprevenidos debían ser conscientes de que las enormes desventajas existentes en estos comicios imponían tener unas expectativas discretas -porque la lógica de todo esto es, en definitiva, retomar con paciencia el camino de la participación electoral y democrática, un recorrido que debe llevar a nuevos eventos en el futuro mediato o incluso en el inmediato- siempre queda algo de ese componente mágico tan enraizado en la sociedad venezolana (que especialmente en las últimas dos décadas ha marcado a tirios y troyanos en nuestra política),el cual nos lleva a esperar y buscar soluciones mágicas y rápidas a todos los males.
Quizás el primer aspecto que hay que tomar en cuenta de los comicios de este 21 de noviembre -y que por esencial y elemental al mismo tiempo tiende a obviarse y solaparse- es las elecciones fueron un evento complejo donde se eligieron nada menos que 3.082 cargos en los niveles locales y regionales. Y aquí es donde nos encontramos con lo que podría considerarse una gran paradoja: mientras que en el ámbito regional el gobierno obtuvo una victoria contundente, arrasadora, con sus 18 gobernaciones, dejando solo 4 a la oposición -si damos por contado el triunfo de Superlano en Barinas antes de materializarse el arrebato-, en el ámbito local, en cambio, la oposición tuvo un avance extraordinario, al conquistar 117 alcaldías, que representan un tercio del total, y un crecimiento de casi el 400% con respecto a las que se alcanzaron en 2017.
De manera que puede decirse que en el plano regional el gobierno alcanzó un dominio categórico, frente a una oposición que se mantiene estancada con sus 4 (ahora 3 , por los momentos) gobernaciones – incluyendo en esta ocasión el estado Zulia, demográfica y económicamente el más importante del país-; mientras que en el plano local sufrió un notable retroceso, a costa de las grandes conquistas de la oposición. Aquí hay que puntualizar otro dato que no puede ignorarse: tanto en los consejos legislativos como en los municipios los grupos opositores también tuvieron avances notorios, ocupando ahora espacios desde donde podrán ejercer presión y contraloría sobre los reyezuelos rojos del PSUV, y relacionarse directamente con las comunidades recogiendo sus demandas. Esto política y socialmente significa mucho.
Este carácter doble y contradictorio de los resultados en cierta manera ha pasado por debajo de la mesa porque en nuestra cultura política tendemos a visibilizar más a las gobernaciones, por el mayor dominio territorial que ejercen y sus mayores competencias. Sin embargo, ellas han sido las entidades más golpeadas, con los protectores, la reducción de competencias y demás limitaciones, y no es casualidad que los 4 gobernadores elegidos en 2017 fuesen derrotados (incluyendo a Laidy Gómez en el Táchira, una de las víctimas del sectarismo partidista que obnubiló en varios casos a la MUD). Lo que nos descubre una realidad no tan velada: que a este régimen autoritario e hipercentralista se le hace más difícil y complejo controlar y reducir a los poderes locales (por su propia naturaleza y variedad) y por eso es importante el papel de ellos en la recuperación de los espacios democráticos.
Ahora bien, lo que consideramos aquí un progreso indiscutible, los avances opositores en el plano local, hay que interpretarlo dentro de un nuevo escenario: la MUD ya no posee el monopolio de la representación opositora, sino que tiene que compartirlo con la Alianza Democrática, Fuerza Vecinal, Lápiz, y otros movimientos locales y regionales. Solo sumando esos grupos, además, es que se puede constatar que el PSUV y su artificioso GPP son una minoría clara, como desde hace tiempo decían los estudios de opinión (4.700.000 votos obtuvo la suma opositora, vs 3.900.000 del oficialismo).
Aquí el punto más más difícil de procesar es que la Alianza Democrática, cuyos partidos y dirigentes fueron auspiciados y financiados por el régimen, difícilmente puede considerarse parte legítima y plena de la oposición.No obstante, por mucho que podamos pontificar en esta materia y condenar esta asociación,es indiscutible que el gobierno ha sido muy exitoso al promover el debilitamiento y la dispersión opositora: los llamados alacranes no solo conquistaron una buena ración de gobiernos locales, sino que en 8 estados superaron en votos a la MUD.
La verdad es que la emergencia como actor de la Alianza Democrática (y de los demás grupos y movimientos, como Lápiz y Fuerza Vecinal, de cuya autenticidad opositora, en cambio, no parece haber dudas) se ha debido también al pronunciado desgaste del liderazgo de la MUD y del gobierno interino, debido a los errores y la estrechez de visión en que han incurrido ambos, tan conocidos que solo mencionaremos algunos de ellos sin entrar en mayores consideraciones: las ambiciones personales, las agendas grupales, la tardía decisión de participar, la falta de flexibilidad táctica y estratégica, y el empeño en mantener el sistema de cuotas partidistas (comprensible cuando tratamos con aparatos organizativos en condiciones ordinarias de la lucha política, pero que no tiene sentido cuando estamos en situaciones especiales de lucha contra un régimen de rasgos autoritarios), entre otros tantos.
De cualquier forma, una cosa es cierta: como Lenin -alguien que sabía mucho de estas cosas- y otros luchadores sociales han afirmado, las vanguardias no se decretan, y si la MUD no corrige sus errores y su estrechez de miras, es previsible que seguirá perdiendo espacios y creando condiciones para el florecimiento y fortalecimiento de estos movimientos alternativos (este debilitamiento, por cierto, aplica a los otros grupos opositores no mudistas, como Vente Venezuela, cuya llegada e impacto popular también se ha reducido).
Si sirve de consuelo, no hay que ser un adivino para visualizar que al régimen, más temprano que tarde, le sucederá con los factores de la Alianza Democrática lo mismo que le ha sucedido con los colectivos y grupos políticos aliados, primero, y luego con los grupos delincuenciales y los frentes armados que ha auspiciado: perderá su control, no solo porque su capacidad de redistribución prebendas -lícitas e ilícitas- seguirá decayendo o al menos no se recuperará significativamente, sino porque sencillamente es imposible controlar tal multiplicidad de actores pequeños y medianos, con sus aspiraciones e intereses, y mucho menos cuando ya han alcanzado ciertos espacios del poder público, que le conceden una mayor autonomía, así como necesidad de tener reconocimiento y respeto.
De todas estas nuevas situaciones y escenarios que se han generado con los comicios del 21 de noviembre, una de las apreciaciones principales que pueden sonsacarse es que el régimen, para mantenerse en el poder y regatearle al país y a la comunidad internacional aunque sea un pedacito de legitimidad, ha terminado dando paso a una redistribución de parte del poder que por años ha monopolizado, permitiendo -gracias a los escasos pero útiles aspectos de transparencia y equilibrio en el sistema electoral que ha concedido- que el escenario político ganara, tímidamente,en pluralidad. Quizás este sea el primer momento desde la llegada de Maduro a la presidencia que hay indicios de migrar de un sistema suma-cero a un sistema suma-variable, donde todos puedan, eventualmente, ganar. Esto es simultáneo, por otra parte, al proceso de apertura económica que se viene impulsando, forzado en parte por las críticas circunstancias socioeconómicas del país.
Está por saberse si seguirá avanzando en este camino o volverá -con sus conocidos retrocesos y radicalizaciones- a sus arrebatos autoritarios de siempre, como parece indicar lo de Barinas. Mucha importancia tiene en este sentido lo que decida con respecto a la continuación de la Mesa de Negociación en México, y en qué condiciones se plantea, eventualmente, su reincorporación.
@fidelcanelon