La reapertura de la frontera entre Venezuela y Colombia es una gran noticia para los habitantes de la zona, pero para los carretilleros y caleteros es un duro golpe, pues disminuye sus oportunidades de trabajo.
Rosa Sánchez, «Nina», vive en la frontera hace seis años y trabaja como caletera en el Simón Bolívar viviendo, literalmente, al día. Asegura que lucha para conseguir lo necesario para ella y su hija de 3 años —nacida en Colombia—, y pagar los 10 mil pesos diarios que le cobran por el cuarto donde habita. Cuando está bueno, asegura, paga días de alquiler por anticipado, pero hay días que no llega ni a 20 mil pesos, que es lo mínimo que llega a cobrar un carretillero por un solo «viaje» a través del puente, dependiendo del peso y el volumen.
Sin embargo, Nina dice que sólo cobra entre 5 y 10 mil pesos por pasar pequeñas cantidades en su carrito metálico, pues, por su contextura y fuerza no tiene la capacidad física para alzar las mercancías a partir de la mitad del puente, por donde ya no pueden circular las carretillas y los caleteros deben alzar la mercancía, sólo ayudados por los pretales que sujetan a sus cabezas y espaldas.
Espera ansiosa a los transeúntes que bajan de las camioneticas en La Parada cargados de mercancías, pero asegura que la demanda es poca y la competencia mucha.