Cuando se trata de enamoramos, los científicos dicen que hay poco de cierto en el viejo dicho de que los “opuestos se atraen” y es difícil precisar exactamente el origen de este dicho. Uno de los primeros estudios que hizo referencia a esta premisa fue publicado en la American Sociological Review en el año de 1954, por el sociólogo Robert Winch.
En su investigación, Winch se centró en las “necesidades complementarias en la selección de pareja”, donde las personas buscan parejas que tuvieran ciertas cualidades de las que carecían, como el introvertido que elige al extrovertido, tal vez como una forma de que se beneficie de la influencia del otro.
Menos de una década después, otro investigador de psicología social, Donn Byrne, cuestionó la hipótesis de la atracción de los opuestos en su artículo. Desde entonces, ha habido pruebas muy sólidas y generalizadas de la atracción por similitudes.
Según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Human Behavior, la mayoría de las parejas tienden a ser profundamente similares: comparten hasta el 89% de los rasgos que analizaron los investigadores incluidos la religiosidad, el consumo de alcohol y la introversión, así como los valores políticos, coeficiente intelectual, nivel de educación, probar nuevas experiencias, susceptibilidad a la depresión, edad a la que cada pareja se volvió sexualmente activa y más.
La cantidad y tipo de datos que analizaron los investigadores fue muy amplia. Se realizó una encuesta donde se evaluaban 22 rasgos que las parejas podrían compartir (o no) y adicionalmente tomaron datos provenientes de 199 artículos publicados, remontándose al año de 1903. En total, esos artículos contenían información sobre 8,5 millones de personas.
También, recurrieron al Biobanco del Reino Unido, un banco de datos británico que contiene información genética, de salud y de comportamiento de más de medio millón de residentes de Inglaterra que se ofrecieron como voluntarios para contribuir al proyecto.
Los investigadores utilizaron información de casi 80.000 de estos voluntarios y los encuestaron en busca de 133 rasgos, incluyendo el uso de sustancias y el nivel educativo. La investigación no consideró dónde se conocieron las parejas, pero probablemente también mostraría convergencia. “Si estás en una ciudad”, dicen los autores, “es más probable que selecciones a una pareja de la misma ciudad”.
La métrica que emplearon los investigadores para calcular las cifras que obtuvieron del biobanco y el metanálisis, utilizó lo que se conoce como intervalos de confianza del 95%, una herramienta estadística que permite a los investigadores concluir, con un 95% de certeza, que un hecho particular que están buscando sea verdadero.
Los autores del artículo trazaron sus resultados en una escala que iba desde 1, en la parte superior, hasta -0,5 en la parte inferior, donde 1 representaba una convergencia perfecta (todas las personas estudiadas tenían un rasgo particular en común con su pareja) y -0,5 era una no convergencia completa (ninguna de las parejas lo hizo).
De todos los rasgos que estudiaron los investigadores, los demográficos fueron los de mayor coincidencia. El año de nacimiento, por ejemplo, tuvo una puntuación de convergencia de 0,9. Otros rasgos individuales que fueron medidos mostraron una información interesante, por ejemplo, en una época extremadamente politizada como la actual, no sorprende que los valores políticos obtengan una puntuación alta, mostrando una convergencia de 0,6 en sus puntos de vista sobre cuestiones políticas y sociales.
La religiosidad y el nivel educativo también obtuvieron un 0,6. La sexualidad (específicamente, la edad en la que tuvieron relaciones sexuales por primera vez), tuvo una correlación relativamente alta de alrededor de 0,4.
Los malos hábitos, especialmente beber en exceso y fumar, también mostraron convergencia, el consumo excesivo de alcohol obtuvo una puntuación de 0,28 y el tabaquismo de 0,5. Tener un trastorno por abuso de sustancias reveló una puntuación de 0,43. En estos casos, el comportamiento poco saludable puede tener una cualidad contagiosa, ya que un miembro de la pareja adquiere el hábito del otro.
“Las correlaciones positivas entre ambos miembros de una pareja son la regla, no la excepción”, afirmaron los autores. “El grado de similitud conyugal puede ser realmente alto. Si tu cónyuge fuma o bebe estás más expuesto a ello y puedes empezar a imitar a tu pareja”, apuntaron en las conclusiones del estudio.
Los rasgos físicos no se correlacionaban tan estrechamente como los de comportamiento, pero también estaban sólidamente por encima de la línea cero. La altura de la persona tuvo una correlación de 0,25, donde las personas altas tendían a elegir una pareja alta. Algo similar ocurre con el peso, con una convergencia de 0,23.
Por su parte, las condiciones emocionales y psicológicas también se correlacionaron, pero las cifras eran relativamente bajas. La predisposición a la depresión fue de aproximadamente 0,2 y el neuroticismo de 0,1. “El grado de similitud conyugal es realmente alto en aspectos como las actitudes sociales, el nivel educativo y el consumo de sustancias”, dijeron los autores. “Es más bajo, pero sigue siendo positivo, para los rasgos psiquiátricos y de personalidad”, agregaron.
Sólo tres rasgos: dificultad auditiva, tendencia a preocuparse y cronotipo (si se es diurno o noctámbulo) tuvieron un valor negativo justo por debajo de la línea cero, indicando una no convergencia. En todos los demás casos, la convergencia fue igual o superior a cero.
Finalmente, la unión de parejas basada en similitudes es una propuesta interesante en las relaciones humanas. Esta investigación muestra que las personas se sienten atraídas por aquellos que comparten sus intereses, valores y características personales, creando una conexión y comprensión mutua desde que se conocen. Al buscar similitudes en lugar de la atracción de los opuestos, las parejas pueden establecer una base sólida para el crecimiento y la felicidad mutua.
Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco
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