En Altos de Lídice, una barriada popular ubicada en el norte de Caracas, tienen una preocupación: “Si el coronavirus llega aquí, estamos jodidos”, dicen sus habitantes.
Por Andreína Itriago / eltiempo.com
Esto, mientras el líder del régimen, Nicolás Maduro, se queja de que Colombia no escucha sus llamados a la cooperación contra el virus: “Nuestro canciller ha estado llamando al canciller colombiano, y no contesta la llamada; el ministro de Salud de Venezuela ha estado llamando al ministro de Salud en Colombia, y no contesta la llamada; el ministro de Defensa ha llamado al ministro de Defensa (de Colombia), y no contestan la llamada”.
Ya había cortado los vuelos desde Europa y Colombia y anunciado controles en la frontera, pero tras reconocer sus dos primeros casos, el régimen ordenó el cierre de colegios y medidas especiales.
Pero en Altos de Lídice no le tienen mucha fe a Maduro y prefieren encomendarse a Dios, ante la llegada de la pandemia. Ni siquiera les alivia saber que tienen esa proximidad del hospital Dr. Jesús Yerena, uno de los cinco centros de salud que, se informó, están preparados para recibir los casos del covid-19.
Que el nombre de este hospital apareciera en el listado oficial incluso sorprendió a algunos de los habitantes de este populoso sector. Trabajadores de este centro de salud les aseguraban que no estaban preparados. “Aquí no hay nada”, les confesó uno de ellos al referirse a cosas tan básicas como tapabocas.
Ni hablar de los kits y equipos de prueba diagnóstica chinos o de las pastillas milagrosas cubanas a las que hizo referencia Maduro, mientras declaraba en emergencia permanente el deteriorado sistema de salud.
“Ni siquiera podemos hacer una prueba de orina”, dijo otra de las trabajadoras.
La principal preocupación de los habitantes Altos de Lídice, sin
embargo, no radica tanto en el sistema de salud como en los servicios
básicos. Para ellos, cumplir con la medida de protección elemental,
lavarse las manos a fondo y con frecuencia, es una utopía.
Tras haber pasado exactamente 703 días sin recibir agua por tuberías, el pasado 9 de febrero la tuvieron por dos horas. Transcurrido ese momento de gloria, se inició una nueva cuenta, que esta semana superará los 40 días sin el líquido.
“Venezuela es uno de los países más vulnerables ante un brote de coronavirus debido a la emergencia humanitaria compleja que existe en el país”, reiteró el presidente encargado, Juan Guaidó.
Ante la imposibilidad de lavar sus manos con agua y jabón, los habitantes del sector deberían recurrir a métodos alternativos y a otras medidas de protección. Pero hacerlo es aún más complicado para ellos. No tanto por la dificultad de encontrar, en estos momentos, productos sugeridos, como gel antibacterial y mascarillas, sino por la imposibilidad de pagarlos.
EL TIEMPO recorrió cuatro farmacias de cuatro zonas distintas de la capital, y solo en una encontró tanto el gel antibacterial como las mascarillas. Y este diario no era el único que los buscaba. Nos tropezamos con decenas de ciudadanos cazando los mismos productos en cada una de las farmacias. Sus precios, sin embargo, estaban fuera del alcance de la mayoría.
Un kit con dos envases de gel antibacterial, uno pequeño, de 50 cm³, y otro más grande, de 100, más tres mascarillas, costaba, ayer, 500 mil bolívares o el equivalente a unos 7 dólares, según la tasa de cambio oficial. Con un sueldo mínimo integral, un venezolano no podría pagar ese combo. Le harían falta 50.000 bolívares más.
Y menos podría costear la caja de 50 mascarillas desechables, valorada, este jueves, en 2’600.000 bolívares (35 dólares). Se remarca la fecha porque en un día, este producto tuvo un incremento de 52 por ciento de su valor.
Algunos vendedores aprovecharon la manifestación opositora del martes pasado para venderlas con un cartel: tapabocas a 1 dólar.
Pero ya no podrán atacar más ese mercado. La primera medida que informó Maduro fue la prohibición de concentraciones públicas.
La preocupación por la amenaza de la pandemia no se circunscribe a zonas populares.
En sectores más acomodados, como Colinas de Bello Monte, también se han encendido las alarmas. Pero, a diferencia de los habitantes de Altos de Lídice, entre los que predomina la resignación, Amanda Méndez y su familia han podido prepararse.
A través del portal Amazon.com, encargó mascarillas, a los abuelos los equiparon con vitaminas, mientras que los padres optaron por reforzar sus sistemas inmunológicos inyectándose vitaminas.
¡Que Dios los libre!, a unos y a otros.
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