Son muchas las diferencias entre los venezolanos, pero tenemos un consenso: queremos con urgencia un cambio político para salir de este desastre con una inteligente transición.
Las grandes transiciones políticas producen cambios partiendo de enfrentamientos radicales entre el régimen reinante y la realidad naciente.
Ejemplos, como en Polonia, España y Chile, que pasaron de la dictadura a la democracia: al comienzo no parecía posible ningún cambio pacífico.
Pero visto en perspectiva, sorprende gratamente el “milagro” de una evolución en la que conviven y colaboran los perseguidos y perseguidores de ayer.
Descubren que unos y otros no sólo son tolerables, sino que son necesarios para la alternativa. Por ejemplo, en Chile, el sangriento dictador Pinochet colabora como ministro de la Defensa en el giro democrático.
En ese tránsito reconocen sus errores y van descubriendo el valor y la necesidad de la convivencia entre distintos. El cambio no es sustituir una exclusión dictatorial por otra.
Sin ir lejos, en Venezuela vivimos una muy exitosa transición de la dictadura gomecista hacia las libertades democráticas con el general López Contreras que heredó el poder por ser ministro de la Defensa de Juan Vicente Gómez.
Su gobierno combinó la continuidad dictatorial con cambios democráticos que eran defendidos por los opositores en la cárcel y en el exilio.
El general López Contreras con su Congreso Nacional cambió la Constitución y acortó de 7 a 5 años su período presidencial y prohibió la reelección presidencial inmediata.
Con él, muchos perseguidos regresaron del destierro o salieron de la prisión para hacer política partidista opositora, y a la enorme manifestación de protesta antidictatorial del 14 de febrero de 1936, no la reprimió, sino que respondió con el audaz Programa de Febrero que se nutría de las exigencias de la oposición.
Pronto nacieron instituciones tan importantes como la Oficina Nacional del Trabajo y el Instituto Pedagógico. Los impacientes y puristas podrían criticar la lentitud e incoherencia de las reformas, pero visto en perspectiva, la vida política de Venezuela en 1941 no es la de 1935.
El enfermo social no salta de golpe y sin transición desde las puertas de la muerte al pleno disfrute de la salud.
Las transiciones exitosas muestran que en la Fuerza Armada debe haber continuidad institucional con voluntad y visión de cambio democrático.
Ahora, Venezuela necesita un cambio sabio, tolerante, inclusivo para rescatar la democracia y reavivar la economía y las libertades sociales.
Este año 2024 es clave para abrir las puertas de la democracia; será exitosa si sabemos recorrer ese camino con grandeza, humildad y sentido del perdón, para juntarnos todos en el esfuerzo común del cambio y dela reconstrucción.
Hace pocos meses en las primarias de la oposición la gente sorprendió con su concurrida votación pacífica y llena de esperanza de renovación.
Y el gobierno autocrático básicamente respetó los resultados. La opositora María Corina Machado ganó la candidatura con más de 90% de los votantes.
Con ello, Venezuela le dio el mandato claro para convertirse en líder principal del giro democrático y de la restauración del país. Una tarea casi imposible, si el régimen y la oposición no se inventan de nuevo.
Ahora María Corina no es solo la jefa de un pequeño partido, sino que ha recibido la misión de renacer como la líder con la sabiduría y el coraje para que Venezuela renazca social, política y económicamente desde las ruinas actuales.
De ninguna manera es aceptable que el régimen la excluya y la inhabilite para ser candidata presidencial porque la ve como ganadora y conductora del cambio para salir de la dictadura.
No hay ninguna condena judicial que la invalide y es una barbaridad eliminar a la elegida por el pueblo porque encarna el cambio anhelado.
Más insensato sería que la oposición mansamente aceptara la eliminación de la candidatura de MCM porque no le gusta al régimen o porque ha sido crítica de la oposición.
Pero esa candidatura obliga también a MCM a nacer a la nueva responsabilidad y asumir el reto inmenso de liderar la transformación y la transición sumando todas las fuerzas posibles.
La tarea es abrumadora y las fuerzas escasas. La misión de MCM no termina con la próxima elección presidencial, sino que apenas comienza.
En resumen, Venezuela necesita un cambio y para salir de esta muerte ha escogido a MCM, porque siente que la encarna y debe liderarlo.
El éxito pasa por el desarrollo de cualidades de líder con tan difícil misión. Nacional e internacionalmente hay que reforzar su liderazgo para el rescate y la reconstrucción de la nación, y ella tiene que buscar y atraer a los múltiples liderazgos, reforzarlos; aprender también de ellos en las diversas regiones y en diversos sectores sociales e instancias no políticas.
MCM es la líder escogida para ganar la presidencia y conducir la tarea de recuperar a Venezuela. Desde ese liderazgo tiene (y tenemos) que enfrentar la anticonstitucional inhabilitación, sabiendo que el régimen está decidido a mantener su eliminación.
Ella no puede renunciar a la candidatura, ni puede dejar a los demócratas sin alternativa electoral para derrotar a Maduro.
Hay que luchar para que sea candidata a la elección presidencial, o en caso extremo ponga en el peso de su liderazgo con otra candidatura suya y nuestra, capaz y abierta para sumar fuerzas para la transición y la recuperación nacional.
Luis María Ugalde Olalde (Vergara, 2 de diciembre de 1938) es un teólogo e historiador jesuita venezolano nacido en España. Fue rector de la Universidad Católica Andrés Bello entre 1990 y 2010.