Ocho es el número de años que hoy se cumplen del asesinato de Adriana Urquiola, intérprete de señas de Venevisión que fue alcanzada por una bala en la cabeza cuando bajó de un autobús y se dispuso a caminar para superar una barricada en la carretera Panamericana, a la altura de Los Nuevos Teques.
Pese al tiempo transcurrido, su madre, Manuela Pérez, asegura que «es un duelo que nunca se pasa. Nunca se vuelve a ser la misma persona después de vivir una experiencia así».
-Mi hija era una joven de 28 años, profesional, recién casada y con 5 meses de embarazo, conocida por ser la intérprete de señas de la emisión meridiana del noticiero de Venevision, que simplemente quería llegar a su casa en El Encanto, cuando la unidad de transporte donde iba junto a su esposo, no pudo seguir avanzando por los escombros en la vía.
Adriana, junto a su pareja y otros pasajeros, comenzó a caminar cuando un hombre a bordo de una camioneta negra en dirección a San Antonio de los Altos, salió del vehículo, vio lo que ocurría y «se devolvió a buscar un arma de fuego que accionó en 14 oportunidades, alcanzando a mi hija en la cabeza y a otra mujer en el pecho».
Pronto supo que aquel sujeto se llamaba Yonny Bolívar, quién pese a tener una sentencia de 24 años por el delito de secuestro, estaba libre y armado.
Lidiar con la muerte de su hija y su nieto no nacido no fue en lo absoluto fácil, pero aferrada a la búsqueda de la justicia libró una ardua batalla para ver al responsable de su pérdida tras las rejas.
«La impunidad duele y hace que la herida nunca deje de sangrar, dolor que yo viví durante 14 meses porque querían politizar el caso y que fuera archivado, pero gracias al apoyo de los medios, en especial de Venevisión, así como de la comunidad de sordos que tanto amaba a mi hija, se visibilizó el caso y mi lucha para que Bolívar, quién fue capturado por Interpol en Colombia, dejara de gozar de beneficios», rememoró Pérez.
Tras muchas irregularidades y lentitud en el proceso que, a petición de Pérez, se llevó a Caracas, se logró apelar la primera condena de 17 años y llevarla a la máxima en Venezuela.
No a la impunidad
La experiencia de vida de Manuela Pérez la ha llevado a brindar apoyo, guía y orientación a otras familias. «Creo que el mejor tributo que le puedo rendir a mi niña es acompañar a otras familias e instarlas a que no se rindan en la búsqueda de justicia, porque definitivamente al obtenerla se siente un increíble alivio».
-Los familiares de las víctimas muchas veces quieren desistir al ver lo engorroso que es el sistema de justicia en el país, sobretodo cuando el agresor tiene poder, dinero o influencia, pero la constancia y seguimiento son claves para no dejar morir los casos y ver a los responsables presos, sin dañar a nadie más.
Aunque reconoce que lamentablemente son pocas las familias que alcanzan la justicia, insiste en la necesidad de alzar las voces contra el femicidio. «No soy abogada, pero con mi experiencia de vida puedo dar luces a quienes transitan un camino similar. Es difícil porque con cada familia que apoyo revivo mi caso, pero cuando llega a feliz término siento que estoy obteniendo justicia para mi propia hija», relató.
En alianza con movimientos feministas y apoyo de profesionales del Derecho, remató diciendo que «el dolor es peor cuando no hay justicia», por lo que sigue sacando energías para asesorar a otros en su lucha. Actualmente son más de una veintena de familias dando la pelea por sus víctimas. / Johana Rodríguez