A las primeras horas de este 20 de septiembre, la parroquia de San Jerónimo se llenó de una alegría contagiosa, al ritmo de marimba, como ocurre cada 20 de septiembre, en las horas previas a la bajada del santo patrono de Masaya. Ese es el inicio de las fiestas patronales de la ciudad, una tradición llena de colorido e irreverencia que se estrelló este año con el muro de la represión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Decenas de antimotines mantuvieron desde las 6:40 a. m. un cerco policial sobre la parroquia de San Jerónimo. Fue otro intento de la dictadura por sembrar el miedo entre los ciudadanos para impedir que se acercaran a la festividad, y acallar a la Iglesia católica, sometida a una feroz persecución desde 2018, la que han recrudecido en los últimos meses.
Según los vecinos, los oficiales se ubicaron alrededor del perímetro de la iglesia, justo cuando faltaban cinco horas para la bajada de la imagen, prevista en la tarde, en un ambiente de indudable opresión, agregó “Federico”, un vecino que prefiere mantener su nombre bajo anonimato. Para él, el despliegue fue tanto que contó al menos cuatro buses llenos de oficiales, “un supremo desperdicio que deberían ocupar para perseguir a la delincuencia común, no a la población”.
La misa de la bajada del santo se dio a las dos de la tarde. A pesar del bloqueo policial, asistió una amplia concurrencia, que celebró al patrono de la ciudad a los gritos de “viva a los sacerdotes, viva la Iglesia católica”, “viva al doctor que cura sin medicina”, en referencia a San Jerónimo, a quien pusieron una camiseta con el mensaje de “vamos, ánimo” y una foto de monseñor Estanislao García, fallecido en 2014 y quien estuvo a cargo de la parroquia durante 38 años.
Durante la celebración religiosa, el sacerdote Boanerges Carballo, vicario de la Pastoral de la Arquidiócesis de Managua envió públicamente saludos al cardenal Leopoldo Brenes, bajo cuya jurisdicción eclesiástica se encuentra Masaya, y quien le dio seguimiento a la celebración religiosa a través de las redes sociales como lo hicieron al menos 3000 personas, según la página de la parroquia en Facebook.
Al final de la celebración, los flashes de las cámaras de los teléfonos inteligentes de los masayas avivaron el momento. Sonaban los chicheros en el altar mayor, pero la tensión aumentó por la posibilidad de que sacaran al santo, lo que se convertiría en un abierto desafío al aparato represivo de Ortega. Entonces, la gente decidió que lo mejor era bailarlo en la parroquia, en medio de ovaciones y un desprecio silencioso y creciente al poder.
Con la exhibición de fuerza policial, las autoridades cumplieron una orden emanada desde la jefatura suprema de la institución, presidida por el mismo dictador. La Arquidiócesis de Managua informó el pasado 17 de septiembre que las autoridades policiales no permitieron las procesiones de San Jerónimo ni la de San Miguel—ambas fiestas simultáneas en la tradición de Masaya y que se extienden hasta diciembre— por “razones de seguridad pública” como ocurrió el 13 de agosto pasado con una procesión en honor a la Virgen de Fátima en la Catedral de Managua.
“La misa fue con mucho fervor, luego fue la algarabía de la bajada y se dejó la imagen en veneración hasta las cinco de la tarde. Ya se retiró la gente. Siempre toda la vida la Policía hace un cerco en torno a unas cuadras de la parroquia para dejarlo como zona peatonal. La gente que no pasaba era quienes viajaban en vehículo. Gracias a Dios todo transcurrió muy tranquilo, esa era la preocupación que teníamos”, admitió vía telefónica José Antonio Espinoza, párroco de San Jerónimo.
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