Golpizas, descargas eléctricas, privación del sueño, abusos sexuales, violaciones de derechos humanos y la ausencia de garantías judiciales son solo algunos de los abusos y excesos a los que al menos 50 menores de edad han sido sometidos por las autoridades bajo el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. SEMANA recrea la forma en la que la dictadura decidió fijar sus objetivos de represión en los más jóvenes.
Por Semana
Como líder detrás de estos escabrosos hechos está el dictador Nicolás Maduro, quien desde el pasado 28 de julio ha llevado a cabo una campaña de represión sin antecedentes. Hace más de dos meses que se realizaron las elecciones en el vecino país, en las que, en un sonado fraude electoral, el mandatario venezolano se hizo reelegir dejando de lado a la oposición de Edmundo González, la cual asegura que ganó los comicios y ha mostrado pruebas al respecto.
El régimen reveló su peor cara y sacó todo su arsenal a las calles para reprimir a la población mediante las fuerzas de seguridad ligadas a la dictadura. Pero Maduro, siempre hambriento y paranoico por una posible revolución en su contra en las calles, quería más capturas de ciudadanos inocentes, y es ahí cuando la historia se entrecruza con la de los jóvenes encerrados en los penales.
“Es una consecuencia de que Nicolás Maduro ordenó que se detuviera una cantidad de personas luego del 28 de julio. Él mismo determinó una cuota de individuos que tenían que haber sido detenidos. Primero estableció que iban a ser 1.200 y luego, cuando se llegó a ese cupo, anunció que iban a ser detenidas 1.000 personas más”, cuenta a SEMANA el investigador Rafael Uzcátegui. Explica que, bajo este contexto, la fuerzas de seguridad empezaron a cometer falsos positivos judiciales para cumplir con las cuotas impuestas por el dictador.
Con el aumento de la represión, las extorsiones a la población por parte de las fuerzas armadas venezolanas para evitar detenciones se han vuelto cada vez más comunes. Son conocidos casos en los que piden exorbitantes sumas de dinero, que rondan entre los 500 dólares (2 millones de pesos) y los 5.000 dólares (21 millones de pesos).
En este escenario, las fuerzas aliadas al régimen optaron por capturas más fáciles para cumplir las cuotas del dictador, como menores de edad. Según la organización Foro Penal, más de 150 menores han sido capturados por la dictadura. “Los funcionarios policiales no solamente hicieron detenciones en las adyacencias de las manifestaciones, sino también en otros sitios en donde podían llenar la cuota diaria que se les exigía de personas detenidas. Hemos recibido testimonios de familias cuyos hijos han sido detenidos saliendo de un centro comercial”, explica Uzcátegui.
Pero, más allá de las detenciones, las condiciones bajo las cuales los menores de edad están siendo retenidos con total arbitrariedad por el régimen de Maduro son la gran preocupación. Aunque las familias tienen miedo a denunciar por posibles represalias, se conocen casos de golpizas, aplicaciones de electricidad, abusos sexuales, imposibilidad de acceder a una defensa privada, aislamiento total y el nulo permiso para ser visitados por las familias. Muchas de estas prácticas han sido denunciadas por la ONU.
Hace unas semanas, el periodista venezolano Orlando Avendaño hizo conocido el caso de Lauriannys Cedeño, una menor de 16 años de la localidad de Carúpano, que tras las elecciones del 28 de julio publicó un mensaje contra el fraude en u grupo de WhatsApp, pero Nilsa López, una vecina y funcionaria de la Alcaldía chavista, la delató con las autoridades, por lo que fue buscada por los servicios de seguridad en su casa y capturada. Pero la pesadilla no terminó ahí.
“Se la llevaron prácticamente arrastrada, y ella sufrió un colapso nervioso, sufrió daño cerebral. Luego de eso, fue trasladada a un centro de salud y, estando hospitalizada y en mal estado en un hospital muy muy miserable de la zona, le imputaron delitos de instigación al odio”, narra Avendaño en diálogo con SEMANA sobre el caso más viral relacionado con las detenciones de menores de edad en Venezuela.
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