Olas de contagios y tercera dosis: ¿hay alguna relación lógica?

Redaccion El Tequeno

La edad a la que se está inyectando la tercera dosis de vacuna va bajando. El presidente del Gobierno de España acaba de anunciar que las personas de entre 60 y 69 años de edad y el personal sanitario recibirán la tercera dosis de vacuna para frenar la próxima ola y siguientes.

¿Es esta decisión una precaución basada en la evidencia científica o en una percepción errónea de cómo funciona el sistema inmunitario? Opino más bien lo segundo.

Anticuerpos y tercera dosis

Cuando una persona reciba la tercera dosis, verá aumentados sus niveles de anticuerpos. Eso es lo esperable para aquellos que respondieron bien a la segunda dosis y cuyo sistema inmunitario se activó a partir de las células memoria creadas por la primera dosis.

La segunda dosis originó más linfocitos B memoria (los que producen anticuerpos) y más linfocitos T ayudantes (Th) memoria (los que coordinan toda la respuesta inmunitaria incluida la producción de anticuerpos). Pero también, y eso es lo más importante, se generaron más linfocitos T citotóxicos (Tc) memoria, que son los que aniquilan a las células infectadas por el virus.

Obviamente, una tercera dosis de vacuna despertará a todos los linfocitos memoria que reconozcan los antígenos generados por la vacuna. En consecuencia, volverán a proliferar y a producir células efectoras que producirán anticuerpos, sustancias reguladoras y linfocitos Tc activados que detectarán y eliminarán a las células infectadas. O al menos es lo previsible en personas que responden bien a las vacunas, que son la mayoría.

La duda es lo que ocurre en quienes no han respondido bien ni en la primera ni en la segunda dosis. El sistema inmunitario no es como un clavo que se va hundiendo más y más a cada golpe: si no responde a la primera o segunda dosis, lo más seguro es que no responda ni a la tercera ni a la cuarta.

Eficacia basada en contagios pero no en enfermedad

Un estudio reciente del Instituto de Salud Pública y Laboral de Navarra ha sido esgrimido para demostrar que las vacunas están perdiendo efectividad. Sin embargo, el estudio indica: “La efectividad promedio de la vacunación completa del covid-19 en Navarra es de 69% para prevenir casos sintomáticos, y de 91% para prevenir ingresos hospitalarios por covid-19. La efectividad de las vacunas para prevenir todas las infecciones, incluidas las asintomáticas, es algo inferior, de 66% con pauta completa”.

Deberíamos quedarnos con que las vacunas previenen de sufrir la enfermedad en su versión grave pero no tanto de los contagios.

El mismo organismo ya publicó otro estudio en mayo de 2021, a los pocos meses de iniciar la vacunación, en el que ya indicaba que haber sido vacunado con las dos dosis reducía la posibilidad de infección, más la de tener síntomas y mucho más la de necesitar hospitalización. El panorama no ha cambiado prácticamente nada.

Ambos estudios demuestran que la doble pauta sigue siendo efectiva en la prevención de la enfermedad y los datos de ingresos hospitalarios y de defunciones de la quinta ola recientemente pasada así lo corroboran. Por ello, ahora la presión hospitalaria debería pasar a ser lo más relevante y no tanto los casos positivos.

Memoria inmunológica, la clave para protegerse de la infección

La defensa inmunológica frente a los virus respiratorios es compleja. Estos virus atacan desde el aire que respiramos. Y su efecto, si lo hay, son los síntomas que asociamos con un catarro.

Esos síntomas leves no son más que la respuesta del sistema inmunitario intentando frenar al virus y por eso producimos más mucosidad, sufrimos tos y cierta irritación o inflamación local.

En una persona inmunizada por las vacunas la respuesta inmunitaria se produce de igual forma si se enfrenta al virus o a la vacuna. Sin embargo, enfrentarse al virus dará lugar a una respuesta más general y eficaz. Los linfocitos memoria contra los antígenos de la vacuna despertarán igualmente. Sin embargo, también se formarán linfocitos memoria contra antígenos del virus que no se encuentran en la vacuna, dando lugar a una respuesta inmunitaria más completa y más eficaz.

Un reciente artículo publicado en Nature ha mostrado que la memoria inmunológica de eventos pasados con otros coronavirus ha producido que personas que han estado expuestas al virus no hayan sufrido la enfermedad. Ni tan siquiera han presentado carga viral detectable por PCR. Estas personas tenían linfocitos T memoria contra antígenos de proteínas internas de los coronavirus humanos que son muy similares en todos los virus de este tipo.

Otro estudio ya demostró en 2021 la protección por linfocitos Tc memoria en personas no vacunadas. Es decir, estos linfocitos T han hecho que estas personas hayan mantenido a los virus tan a raya que su capacidad de infección ha sido nula o casi nula pese a no haberse vacunado específicamente contra el SARS-CoV-2.

Además, en una una persona inmunizada, la respuesta contra el virus activa otras respuestas como la liberación de IgA a la mucosa. De hecho, las vacunas ya generan cierta respuesta en este sentido. Esto hace que el virus no se pueda anclar a las células de manera eficiente.

De igual forma, los linfocitos Th y Tc generan interferón, que bloquea la proliferación del virus. Es decir, la suma de la memoria inmunológica y la generación de células especializadas contra todo el virus hace que la inmunidad sea mucho más contundente. Pero aun así puede haber contagio y síntomas leves.

Inyectar e inyectar dosis de vacuna simplemente porque aumentan los casos de contagio sin atender ahora a los síntomas y a su gravedad es un gran error. Lo efectivo sería controlar los casos sintomáticos reforzando la atención primaria. Sobretodo si tenemos en cuenta que nos encontramos en los meses de invierno en los que no solo el SARS-CoV-2 va a dar lugar a enfermedades respiratorias.

Guillermo López Lluch, Catedrático del área de Biología Celular. Investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo. Investigador en metabolismo, envejecimiento y sistemas inmunológicos y antioxidantes., Universidad Pablo de Olavide

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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