En otras oportunidades he dicho, que los recursos bajo el subsuelo no valen nada, que tener recursos naturales no significa que seamos ricos. La educación es la clave, es allí donde debe ir la mayor inversión; inculcar valores es fundamental.
De que valen todos esos recursos con los que contamos (petróleo, aluminio, coltán, oro, hierro y un largo etcétera), si se los llevan y los industrializan, para luego vendernos mercancía elaborada con nuestra materia prima.
Si empezamos a formar profesionales y a hacer nuestros propios productos, sin lugar a dudas eso nos permitirá avanzar y desarrollarnos como Nación.
Pudiera mencionar cientos de ejemplos, uno de ellos es el litio que se exporta a granel por un precio pírrico, para luego pagarlo muchísimo más caro cuando lo importamos convertido en batería de teléfonos celulares.
Hoy en día, la realidad es que nuestra Venezuela a pesar de tener una de las reservas de petróleo más grandes del mundo, somos el país más endeudado del planeta con referencia al Producto Interno Bruto (PIB).
Nada de esa deuda se invirtió en industrias para generar ingresos. La mayor parte de ese dinero fue despilfarrado en gasto corriente improductivo y corrupción.
La riqueza no se decreta, se produce, se crea. Para ello es necesaria una fuerte inversión en educación de verdad.
En formación para el desarrollo, el emprendimiento y para el avance científico. Lo que habíamos avanzado se perdió y eso se evidencia en unas universidades enclenques cuyos profesores e investigadores, empleados y obreros reciben salarios miserables.
Decir que somos un país rico es parte de la mentira que se ha mantenido en el tiempo por la clase política que nos ha gobernado, y sigue siendo la narrativa de la mayoría de los que hoy aspiran lasilla de Miraflores.
El populismo no es una ideología, es una forma de hacer “política”. Estamos rodeados de populistas de lado y lado (izquierda y derecha) que siguen hablando de generalidades; como que hay que aumentar la producción, generar seguridad, etcétera, sin presentar planes concretos que vayan dirigidos a mejorar nuestra infraestructura energética, de comunicaciones y servicios, que son claves para el desarrollo de un país.
Naciones como Japón o Taiwan, que no tiene minerales, carbón, gas, tierras fértiles, ni mucho menos petróleo, sin embargo son súper potencias mundiales en tecnología, en fabricación de carros y productos innovadores.
Tanto los japoneses como los taiwaneses tienen un nivel de educación altísimo, una disciplina extraordinaria, con una ética y moral alta, es decir, cuentan con un recurso humano educado, con conocimiento y bien preparado que mantiene a estos países como potencias económicas del mundo de acuerdo a su PIB total.
En resumen, la riqueza de un país se mide por la capacitación y calidad de sus ciudadanos. No se puede confundir abundancia de recursos con riqueza.
Debemos comprometernos definitivamente con la educación. Desde la preescolar hasta la universitaria. Tenemos que formar venezolanos para impulsar nuestro desarrollo, no para cantar loas a los “políticos”.
La educación será la herramienta que nos sacará del subdesarrollo. Sin formación seremos presa fácil de los actores geopolíticos a nuestro alrededor.
Dejemos atrás el extrativismo, el vivir de la explotación de nuestros recursos. Trascendamos hacia el desarrollo tripulando el vehículo de la enseñanza.
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Omar Ávila es Diputado a la AN (2021-2025). Secretario General Nacional de Unidad Visión