¿Quién está de acuerdo con renunciar a la nacionalidad venezolana?

Redaccion El Tequeno

“Nuestra verdadera nacionalidad es la humana”, decía H.G Wells, nada menos que uno de los padres de la ciencia ficción, y es que para un intelectual tal vez el mejor estatus posible sea el de apátrida, pero para el resto de los mortales ¿de qué vale tener una nacionalidad?


Surge esta diatriba luego de una amplia discusión reciente en redes sociales, luego que, como Registrador Civil del Municipio Carrizal, procesé una “Renuncia a la Nacionalidad Venezolana”, derecho constitucional establecido en el artículo 45 de la Carta Magna. Unos acusaron de traidor al renunciante, otros brindaron su apoyo, por lo que decidí opinar al respecto en este artículo.


Si bien lo humano predomina sobre cualquier frontera, pues nosotros fuimos quienes las creamos, hay elementos que establecen una unión indisoluble con el país (espacio geográfico y territorial) donde nacemos. No es algo metafísico, es la relación humana y espiritual que va creando cultura y la propia personalidad. Somos la unión de los estímulos que recibimos de nuestro entorno durante nuestra vida y ese ambiente tiene una determinada cultura que construimos de forma transversal desde hace algunos cientos de años que constituyen nuestra Historia.


Entonces, la nacionalidad es innegable por nacimiento, pero también constituye el reconocimiento de la cultura, los valores, la identidad venezolana, independientemente de la validación legal e institucional que nos da el Estado.


En 1947 el gobierno de Rómulo Gallegos convoca “La Fiesta de la Tradición”. A mi juicio, el inicio de la Nación Venezolana con mayúscula. En ella, convergieron las manifestaciones tradicionales y folclóricas de cada región. Los andinos, quienes no conocían a los orientales (ni la playa), bailaron “El Carite”; hubo indígenas del Amazonas con guayucos tratando de entonar joropos llaneros y caraqueños disfrutando de todo aquello con sombrero y levita. Allí, dejaron definitivamente de llamarse según su gentilicio local o regional, para sentirse e identificarse como venezolanos. Cuando eso se logra, puede morir el Estado, puede perderse el país, pero la Nación, y con ello la nacionalidad, prevalece.


Así pues, si usted nació aquí siempre será venezolano. Diga lo que diga el papel, si usted lleva consigo nuestra cultura, es venezolano así no haya nacido aquí; igualmente, si cambió sus valores e identidad por una cultura extranjera y se avergüenza de sus raíces, lamento informarle que sigue siendo venezolano.
Bienvenidos todos a esta columna que tendré todos los lunes en El Tequeño.

Por: Carlos Javier Arencibia

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