Una radiografía satelital de los estados Amazonas y Bolívar del sur de Venezuela ha permitido identificar más de 3.700 puntos de actividad minera y una red de pistas utilizadas para traficar oro y drogas. Así lo revela la primera entrega de esta serie que, a partir de imágenes desde el espacio procesadas con inteligencia artificial, muestra cómo la selva venezolana está siendo arrasada a un ritmo sin precedentes y se ha convertido en la base de operaciones de grupos criminales transfronterizos
Joseph Poliszuk | María de los Ángeles Ramírez | María Antonieta Segovia | El País
La selva de Venezuela encubre al menos 42 pistas de aterrizaje desde las que despegan avionetas cargadas con oro de la región de Guayana. La mitad de esas pistas se encuentran junto a alguna de las miles de minas ilegales que emergen al sur del río Orinoco, el más largo del país y el tercero de Sudamérica.
Distintos reportes periodísticos han dado cuenta de que una parte del oro venezolano sale por vuelos furtivos, sobre todo cuando estos son interceptados ya en ruta o en destino y se vuelven noticia. Pero un trabajo conjunto de Armando.info y EL PAÍS, con el apoyo de la Red de Investigaciones de los Bosques Tropicales del Pulitzer Center y la organización noruega EarthRise Media, permite mostrar por primera vez en el mapa de Venezuela los puntos estratégicos que han establecido las redes de contrabando para sacar cargamentos ilícitos por vía aérea. Se trata de la entrega inicial de esta serie llamada Corredor Furtivo.
Este trabajo es el producto de un algoritmo que se programó y procesó hasta septiembre de 2021, por lo que algunas de las pistas y minas que se señalan en los recuadros rojos son aún más recientes o grandes que como se ven en el mapa base de Mapbox.
Estos hallazgos surgen de un levantamiento de información por monitoreo satelital, procesado luego con inteligencia artificial, para ver y entender de forma integral la evolución del fenómeno minero en la Guayana venezolana, al norte de la Amazonía.
Con ayuda de expertos, se programó un algoritmo para reconocer y asociar imágenes similares a tomas cenitales de minas a cielo abierto y pistas clandestinas, con el fin de identificar esos patrones en la selva. El resultado, contrastado luego con otras tomas satelitales de alta definición, arroja 3.718 puntos con explotaciones ilegales de oro en los estados Amazonas y Bolívar, que suman en conjunto 418.145 kilómetros cuadrados de superficie: casi la mitad del territorio venezolano.
Cartografía de las pistas
La proximidad que existe entre pistas y minas clandestinas se puede comprobar, por ejemplo, en el punto correspondiente a las coordenadas 4°45′25.2″N 61°29′07.2″W. En ese sitio de la Gran Sabana se observa una pista en medio de un territorio donde se hace evidente la expansión de minas a cielo abierto desde 2015, según se constató en un seguimiento histórico del satélite Sentinel-2 de la Agencia Espacial Europea (ESA). La Gran Sabana, al sureste del estado Bolívar, constituye un paraje y ecosistema singulares, una altiplanicie de 10.000 kilómetros cuadrados que sirve de umbral de acceso a la región de los tepuyes, macizos característicos del Escudo Guayanés.
Algo similar se encuentra en las coordenadas 5°58′54.2″N 63°13′41.7″W, un punto dentro del Parque Nacional Canaima. Fundado hace 60 años y declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad en 1994, no solo es el escenario del Salto Ángel, la catarata más alta del mundo, sino la joya de la corona de los monumentos naturales del sur de Venezuela.
En las coordenadas 4°52′22.1″N 62°26′02.1″W, a orillas del río Caroní, en 2015 quedaron registros de dos pistas de aterrizaje. En la actualidad, todavía se puede distinguir una de ellas muy cerca de una gran mina a cielo abierto, al otro lado del río. Más de una docena de las pistas identificadas por el algoritmo, de hecho, se ubican en las riberas del Caroní, que nace cerca de la frontera con Brasil y sube desde allí por todo el estado Bolívar.
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