Lilibeth Velázquez es diabética e hipertensa. Admite que tiene meses sin tratamiento médico, pues el poco dinero que consigue es para comer. «Estoy viva porque Dios así lo quiere».
Vive en una humilde vivienda ubicada en el sector Palo Negro del estado Aragua. No es un techo propio, es prestado, por lo que en cualquier momento debe desalojarlo junto a su familia, conformada por 7 personas.
«Acá sólo trabaja mi hija e hijo, a mi nadie me da trabajo porque soy diabetica y gorda», agrega la mujer, quien se queda en casa cuidando a sus tres nietos.
Trabajó durante muchos años en la economía informal en las calles de Maracay, sus ahorros se agotaron en medicamentos para su padre y comprando comida.
Ella forma parte de ese 64 % de los aragüeños que, según el Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición (OVSAN), gastó sus ahorros para poder alimentarse.
Además de su tratamiento médico, dos de sus nietas necesitan medicinas. «Botan el calcio por la orina y por eso pierden peso, el pediatra me dice que tengo que hacer el esfuerzo, pero cómo hago sino tengo».
Aunque hace el esfuerzo por servir tres platos diarios, admite que la mayoría de las veces es imposible. «Comemos cambur o arepa sin mantequilla, que eso para nada nos nutre».
Velázquez, quien vio morir recientemente a su padre por complicaciones derivadas de la diabetes, denuncia que la harina que viene en las cajas/bolsas CLAP le cae mal a las niñas.
«Antes humildemente éramos ricos, ahora estamos completamente pobres», puntualiza, tras recordar que hace unos 10 años en su humilde hogar no faltaba el pollo, carne y caraotas.
«Ahora nos conformamos con una harina que no sirve y con frijoles chinos. No es justo, mientras los niños mueren de hambre ellos (gobierno) no tienen necesidad, comen bien».
Según la encuesta reciente de OVSAN, el 82 % de los habitantes de este estado central del país comen alimentos menos preferidos para poder comprar más barato.
Agrega que aunque el pediatra le pidió darle frutas a sus nietas, lo único que le puede conseguir es cambur y mango, «porque me los regalan y los pongo a madurar».
-Los padres estamos entre la espada y la pared, por eso hay tantos niños que mueren de desnutrición porque nosotros no podemos alimentarlos bien, aunque dejemos de comer nosotros para que lo hagan ellos. Esto duele mucho.
Cerca del 66 % de las familias consultadas, admiten que redujeron el tamaño de las porciones para «rendir» y procurar mejor alimentación de sus niños.
Velázquez dice sentir «rabia, impotencia, dolor e ira, yo quisiera tener una varita mágica para cambiar la situación y que todos los niños tenga un hogar digno y buena alimentación» .