“¡Déjeme la luz encendida y no apague el televisor!”, es la única manera de que Ramón Godoy logre dormir. Recién estaba en casa, luego de permanecer 11 días en estado crítico por la deficiencia respiratoria por covid-19 en un centro centinela de Morán. Se trata de trastornos mentales ocasionados por el Covid que se manifiestan como temor, ansiedad y angustia de sentirse tan cerca de la muerte. Expertos lo consideran como ese tramo que pueda extender la recuperación total y como una prueba para los familiares, quienes deben colmarse de paciencia y tolerancia luego de ese desgaste que implica ubicar tratamientos, además del refuerzo con el respaldo psicológico o psiquiátrico, que muchas veces lleva a la medicación.
Por Guiomar López | LA PRENSA DE LARA
Es una trama de ese estudio permanente del coronavirus, el cual sigue marcando su evolución distinta en la clínica de cada paciente. Según el psicólogo social, Raúl García, no se ha confirmado si realmente los trastornos mentales deprimen el sistema inmunológico, pero sí se conoce del impacto de la activación del sistema nervioso simpático, ese que perturba con el estrés, miedos y roba la tranquilidad. “Se somatiza tanto que se dilatan las pupilas, no se genera el azúcar ni los neurotransmisores que nos protegen de esos episodios”, señala más allá de la carga viral por naturaleza sistémica inflamatoria.
De allí, el poder del estrés y sus segregaciones que lleguen a impedir el control de determinadas situaciones, además del riesgo de buscar las respuestas a esa pregunta tan genérica: ¿Qué está pasando? Lo que sí se conoce es que por tratarse de seres sociales, al estar más calmados el sistema inmunológico se torna más fuerte. Una prevención que recomiendan desde el confinamiento, con pacientes que deberían asumirlo como un tiempo de sanación y realizar lo que más les guste, bien sea leer, escribir y hasta mantener comunicación telefónica o virtual con los seres más cercanos. Todo con personas que aporten en positivo.
Esto lo confirma el psiquiatra, Marco Tulio Mendoza, con los trastornos de conductas que pueden hasta extenderse durante dos meses, aún con el virus superado, pero lidiando en ese proceso prolongado que puede hasta manifestarse con incidencia afectiva y cognitiva. Todo a partir de los miedos, temores y ansiedad que no deben ser desestimadas por familiares y se debe recurrir a las terapias de psicólogos, quien puede referir los casos extremos que serán medicados por un psiquiatra.
Se trata de casos que se estremecen por la cercanía o enfrentamiento a la muerte, al revivir esos momentos que vieron despedirse a compañeros de hospitalización, luego de un arduo esfuerzo por seguir respirando. Es permanecer durante varias horas con cuerpos que tardan en ser retirados del lugar y hasta ver cómo pasan varios cuerpos envueltos en bolsas.
La sintomatología suele ser diferente y sin mantener una línea de tiempo, con tristeza, alucinaciones, asociaciones auditivas al escuchar ruidos o voces, pensamiento paranoideo y hasta diversas fases para aislarse. Una alteración fantasiosa hacia un mundo paralelo.
La familia sirve de mucho apoyo, sin llegar al estigma y hasta alimentando ese poder tan fuerte de la fe, que recuerda Luzmila Leal, desde Médicos Unidos en Lara, que acompaña el control médico con esa seguridad que puede encontrarse desde la espiritualidad con el poder de la oración y agradecer por la vida.