Granos, harina, huevos y hasta verduras, vende María por la venta de su vivienda en el sector Brisas de Oriente de Carrizal, un fenómeno que se disparó con la pandemia en todos los Altos Mirandinos.
El comercio informal en viviendas se registra en los tres municipios, tanto en barriadas como urbanizaciones. «En mi conjunto residencial, ubicado San Antonio de los Altos, hay no menos de 5 apartamentos donde ahora venden comida y compiten con el comercio formal en precios», reseña un vecino.
Muchas de estas nuevas bodegas están ubicadas en pisos altos, por lo que utilizan cestas amarradas que suben y bajan por la ventana llenas de productos, evitando así el contacto directo y el ingreso al edificio de personas ajenas.
«Me quedé sin trabajo por la pandemia por lo que tocó reinventarse, mi esposo consigue los productos a buen precio y los vendemos», reseña la mujer, tras asegurar que sus vecinos lo agradecen.
«Incluso tienen mejores precios, es más económicos que el supermercado», reseña uno de los compradores, quien aplaude el emprendimiento que les evita tener que caminar hasta el centro de la ciudad ante la falta de transporte.
Para otros es un potencial foco de contagio al convertirse en un imán de personas ajenas al edificio o calle en el que se encuentra ubicado. «Hemos llamado a la policía, pero no hacen nada, es tanto ilegal como peligroso en medio de esta pandemia», reseñó otro residente.
Redacción El Tequeño
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