Irene Sáez y María Corina Machado, en tiempos distintos, inteligentes, agraciadas e influyentes. Destacadas en política, desempeñando cargos de relevancia, figuras distinguidas en la lucha por la democracia. Comparten similitudes y diferencias en estilo político y enfoque ideológico.
La ex Miss Universo, alcaldesa del municipio Chacao, zona privilegiada de Caracas, durante dos períodos consecutivos, se destacó por mejorar la calidad de vida, embelleciendo sus espacios, optimizando el tránsito vehicular y seguridad ciudadana. En 1998, se postuló para la presidencia de la República, siendo la primera mujer en hacerlo. Sin embargo, su aspiración fue objeto de trastadas, picardías y traiciones políticas. Las conveniencias partidistas fueron inclementes hasta que lograron destruir cualquier oportunidad. Y aunque no resultó favorecida, es recordada por su empeño y compromiso en adecentar la política. Luego del triunfo chavista, vivió la degradación, no es lo mismo ser alcalde en democracia que gobernador en inicios de tiranía. En ese santiamén de confusión dio un giro inesperado, pretendió la Gobernación del Estado Nueva Esparta, y electa, en corto tiempo, obligada a renunciar por presiones del caos, autoritarismo incipiente, y porque, de Chacao a Margarita hay un largo trecho cultural y político. Finalmente, salió, invocando razones personales. Hasta allí, con ese epílogo tortuoso, duró su carrera política, estableciéndose en el extranjero.
María Corina Machado, líder fraguada en la lucha de calle. Demócrata madurada en las entrañas de la tiranía, sufriendo persecución personal y familiar, pero buscando la liberación del país. Comenzó su tránsito político en la sociedad civil, liderando la organización no gubernamental Súmate; enfocada en la pureza electoral, democracia y defensa de los Derechos Humanos. Electa diputada en 2010, se convirtió en la voz crítica del régimen chavista, y empujando la baranda de una vida política sin riesgos, se atrevió y le hicieron pagar su osadía. Fue expulsada de su curul con simplezas jurídicas, y abandonada por muchos de sus compañeros parlamentarios. Era ya un personaje incómodo, outsider de la política, incapaz de convivir con viejos vicios. Y, por ser mujer, mantenida a la distancia, evidenciando la carga de misoginia que sufre la dirigencia política. En 2014, funda el partido político Vente Venezuela, demócrata liberal, notorio por su enfoque en la defensa de la autonomía de poderes, propiedad privada, derechos humanos, libertad de opinión, eliminación de controles y lucha feroz contra la corrupción. Vilipendiada, golpeada, amenazada, acosada y perseguida en varias ocasiones por su activismo político. Y lo seguirán haciendo, es una amenaza a todo lo que los demás políticos significan y representan.
Comparar ambas trayectorias es risible. El contexto plácido de la gestión pública de Irene Sáez, se transformó en tiempo de María Corina en feroz turbulencia, en la que ha salido bien parada.
Son circunstancias políticas diferentes. Irene, víctima de bribones y tramposos que conspiraron contra su pretensión; y aunque nunca irrumpió contra el establishment, statu quo, porque era parte integrante, la ridiculizaron, engañaron y utilizaron. María Corina, por el contrario, irrumpe contra lo establecido, se revela con coraje, jamás rindió ni doblegó sus principios; defiende sin ambigüedad la ética política, y sin equívoco honra la palabra empeñada, convencida en decir la verdad y rendir cuenta, obstinada en rescatar la moral y buenas costumbres. En consecuencia, merecedora de la enemistad del régimen y de sus socios serviciales. Conducta que no transa, ni negocia, resistiéndose a traicionar sus valores cívicos; razones suficientes, para evitar a cualquier costo su triunfo. Le temen, porque no cede a la impunidad ni a los acomodos. Calcularon mal, la subestimaron, no la entendieron ni supieron calibrar.
Pero hay una narrativa fundada en la falacia de la falsa analogía. Sus detractores aseguran que “se va a desinflar como en su momento le ocurrió a Irene Sáez”. Pero la política no responde a la física mecanicista. Imposible equivaler ambas épocas. Solo una cosa les es común: la perversidad imbatible de los dirigentes opositores complacientes. Son los mismos, pero en diferentes niveles de degradación.
¿Podrán ahora hacer lo mismo? La engulleron para asimilarla y demostrar que, siendo candidata de COPEI, era más de lo mismo. Sin restarle responsabilidad a una campaña deficiente, presentándola sin fuerza, patrocinada y tutelada; narrada mal por Diego Bautista Urbaneja y permisada por Enrique Mendoza, mientras las estructuras se desplomaban y sus principales consignas huían en desbandada.
María Corina no es asimilable. Es el contraste indigerible, y lo saben. Testimonio de lucha, arraigo, venezolanidad, constancia, tenacidad y sacrificio; que ha ganado el respeto y apoyo de la mayoría ciudadana, que cifra su esperanza en ella, como única oportunidad de cambiar el sistema corrupto, podrido e ineficiente que tanto daño a hecho. Insistirán en la comparación. Pero hay que sortear ventarrones de la falsedad política. Tienen un plan: quedarse, al precio que sea, incluso pagando en años de la tiranía al frente del gobierno.
La sandez del cotejo manipulado y la estulta comparación como estrategia del desinfle político, es simpleza sin fundamento racional o lógico; majadería de mentecatos que agotaron argumentos para justificar su fracaso.
@ArmandoMartini