El país acude en una semana a las urnas con la incertidumbre de si el aumento de Hernández en las encuestas es suficiente para superar a Fico Gutiérrez.
Colombia entra en una semana decisiva. Dentro de siete días los ciudadanos empezarán a elegir el rumbo del país. Nunca se habían enfrentado tan abiertamente modelos antagónicos de nación. El único que tiene asegurado su pase a la segunda vuelta es Gustavo Petro, el candidato de izquierdas, que ha aglutinado el descontento por una forma de gobierno que parece agotada y que se puso en cuestión con las protestas del año pasado. Su rival apuntaba a ser Fico Gutiérrez, el elegido por la derecha, el político de Medellín en quien el establecimiento confiaba para frenar al líder de izquierdas. Sin embargo, en el horizonte ha aparecido Rodolfo Hernández, un rival populista y mal hablado que se ha acercado peligrosamente a Gutiérrez en las encuestas. En estos días que faltan, donde ya está prohibido publicar sondeos y dar mítines públicos, los dos pelearán a oscuras por pasar a la siguiente votación. Allí les esperará el gran favorito, que cerró este domingo su campaña en Bogotá con una frase que ha pronunciado en los más de 100 mítines que ha dado en estos dos meses: “Me llamo Gustavo Petro y quiero ser su presidente”.
El hombre de 62 años que se despide con esa solemnidad confía en que el domingo se acabe todo. Necesita una mayoría absoluta para proclamarse ganador de una vez. Una hazaña semejante solo lo ha conseguido antes Álvaro Uribe Vélez, que en sus días de candidato también se vendió como un outsider alejado de los partidos tradicionales y su politiquería, como Petro. Los sondeos, por ahora, arrojan que se encuentra a medio camino de lograrlo. Debería subir unos siete puntos en intención de voto para tener opciones, algo nada sencillo para él, pues se trata de uno de los personajes más conocidos del país y de quien la gente suele tener una opinión muy robusta, ya sea a favor o en contra. Su discurso se ha centrado en los últimos tiempos y cada vez se le asocia menos con el castrochavismo y la izquierda dogmática. Su puesta en escena en Bogotá este domingo refrendó todo esto. Cuando salió ante el público, una acróbata cruzó en tirolina la plaza Simón Bolívar con una bandera de Colombia y se la dejó en las manos.
El exguerillero del M-19 la ondeó como un patriota. A continuación, rodeado de guardaespaldas que sostenían escudos antibalas para evitar un magnicidio, resaltó la trascendencia de lo que está por venir: “Llegó el momento. No necesitamos fusiles como ellos ni apuntar con una escopeta de gases lacrimógenos a nadie. Ni todos los fusiles juntos podrían cambiar la historia como sí lo puede cambiar un esfero (un bolígrafo). Un esfero es más importante que un fusil y lo vamos a demostrar”. “El domingo”, añadió, “cambiaremos la historia de Colombia”. Volvió a hacer referencia a un supuesto complot para aplazar las elecciones y evitar su victoria, algo que ya ha sido desmentido por el Gobierno y que además resulta imposible con la Constitución en la mano.
De reojo, no obstante, mira a Hernández. No lo quiere en segunda vuelta. Petro hizo en su discurso varias referencias a la lucha contra la corrupción, la bandera del exalcalde de Bucaramanga. Su triunfo en primera vuelta no se ve amenazado por el auge del empresario, él no le quita votos. Los votantes de este personaje tan singular provienen de Fajardo, el candidato de centro, la abstención, los votos en blanco y un porcentaje pequeño de Fico, según se desprende de la encuesta Atlas Inteligence. Pero con él en segunda vuelta, Petro no podría acusarle de ser el continuismo, como hace sin parar con Fico para desmovilizar a su electorado potencial. En definitiva, Hernández, por su misterio, su volatilidad, genera más temor.
Para leer la nota completa, pulsa aquí