Eric Beaumard, director de sumilleres del restaurante Le Cinq en el hotel George V, uno de los más exclusivos de París, creyó haberse equivocado cuando el 20 de noviembre de 2009 comprobó en la cuenta de su sociedad Ampelies un ingreso de 99.980 dólares procedente de uno de sus mejores clientes, Diego Salazar. Era la propina del amable y conversador empresario venezolano que frecuentaba el establecimiento, donde reservaba la mejor mesa para catar sus vinos. Aquel no era el único dispendio. En Navidad, el potentado cliente le había regalado una vajilla de 78 piezas de Hermes y una cubertería de oro.
El desproporcionado aguinaldo llegó al jefe de los sumilleres desde la cuenta de Highland Asset Corp, una sociedad panameña de Salazar con cuenta abierta en la Banca Privada d’Andorra (BPA), una pequeña entidad en el entonces paraíso fiscal del mismo nombre.
Los sabuesos agentes de Tracfin, el organismo francés de prevención de blanqueo, rastrearon la propina. Y, tras meses de silenciosas pesquisas, conectaron el desenfrenado tren de vida del enigmático venezolano con uno de los mayores latrocinios de Latinoamérica.
Como si de un juego de espejos se tratara, la gratificación accionó el motor para desnudar a la red que saqueó 4.200 millones de Petróleos de Venezuela (PDVSA), según la Fiscalía del país latinoamericano.
La ostentación impúdica, los dispendios en lujo y la indiscreción sepultaron a la trama. Integrada por dirigentes chavistas, funcionarios de la poderosa firma estatal y empresarios, la red se conjuró para desfalcar los fondos de la petrolera. La fórmula consistió en el cobro de comisiones de hasta el 10% a compañías, esencialmente chinas, que aspiraban a millonarios contratos de la energética. Un alambicado esquema de sobornos que operó entre 2007 y 2012 y atrajo a sus filas a jerarcas de la primera hornada de los gobiernos del expresidente Hugo Chávez (1999-2013).
Junto a sus cabecillas, los exviceministros de Energía Nervis Villalobos y Javier Alvarado, la organización se nutrió también de una pléyade de medio centenar de oportunistas que hicieron caja exprimiendo su cercanía al Palacio de Miraflores, sede del Gobierno venezolano. Reinas de la belleza, embajadores, empresarios sin escrúpulos, actrices, abogados y astutos arribistas del chavismo compusieron la farándula de pillaje.
El propio Salazar, aquel desconocido empresario de seguros que dejó la descomunal propina al sumiller del hotel parisino, era primo del que fuera ministro de Energía, presidente de PDVSA y exembajador en la ONU, Rafael Ramírez.
La red no dejó nada a la improvisación. Y, por eso, dirigió su mirada a un país europeo a 7.400 kilómetros de Caracas para ocultar su botín. Con 77.000 habitantes, Andorra, un micro-Estado blindado hasta 2015 por el secreto bancario, fue el lugar elegido para esconder el latrocinio.
Los depósitos de la Banca Privada d’Andorra (BPA) -un banco que hoy tiene a su cúpula directiva procesada por blanqueo- acogieron el secreto de un dinero que circuló a través de decenas de sociedades opacas radicadas en paraísos fiscales y países blindados por el secreto como Suiza o Belice.
El sistema fue sencillo. No hacía falta viajar a Europa, visitar las montañas nevadas del principado pirenaico o caminar por sus tranquilas y comerciales calles empedradas. Un avispado agente del banco andorrano en Caracas facilitaba a los miembros de la trama los formularios KYC (know your client, conoce a tu cliente, en inglés), donde estos detallaban el origen de su fortuna y facilitaban su pasaporte.
El banco creaba sociedades off shore en Panamá, como la utilizada por Salazar para las propinas. Y estas figuraban como titulares de las cuentas. Solo los más desconfiados solicitaban depósitos cifrados.
Para no levantar sospechas, el grupo comunicaba a los bancos que sus millonarios ingresos procedían de unos trabajos de asesoría que presuntamente no existieron y que, a veces, se justificaban con informes ficticios.
Gracias al maná sin fin, la red navegó por un insólito tren de lujo. El exviceministro Villalobos, el empresario Salazar, y el primo de este último, Luis Mariano Rodríguez Cabello, desembolsaron más de 10 millones en joyería, obras de arte, vinos, relojes y alquiler de helicópteros. Se hicieron también con un emporio inmobiliario valorado en decenas de millones que contempló 21 exclusivas propiedades. Viviendas de lujo, áticos de revista y apartamentos en rascacielos de ensueño integraron estas inversiones en ladrillo, que principalmente se adquirieron en Venezuela y EE. UU.
La propina de Salazar al sumiller activó en 2009 unas pesquisas internacionales que se indagan hoy en juzgados de Portugal, Estados Unidos, España y Andorra, donde una jueza procesó en 2018 a una treintena de integrantes de la red por blanqueo y pertenencia a organización criminal.
Estos son los principales protagonistas del saqueo, según una investigación de EL PAÍS hace que arrancó hace siete años: