A punto de dar la vuelta a la esquina al año, la expectación ante la Coronación del rey Carlos III y la reina Camilla comienza a dar sus frutos. El día C será el próximo 6 de mayo, un sábado que ya está marcada en rojo en el calendario viral por varios motivos. El obvio: la invitación cursada el príncipe Enrique y Meghan Markle. El principal: Buckingham Palace prepara un nuevo gran show global.
Lo que sabíamos hasta hace escasos días ya señalaba la Coronación como el posible momento de la escenificación definitiva de una renovada familia real. A falta de conocer qué impacto tendrán las memorias del príncipe Harry en el rey Carlos y el príncipe Guillermo, la presencia o ausencia de los duques de Sussex será clave. También cómo será convocado el príncipe Andrés, el otro gran quebradero de cabeza de los Windsor y prácticamente desaparecido de la vida pública británica.
Sin embargo, lo sustancial de la Coronación que se nos viene encima no tiene que ver con los problemas familiares de los Windsor, sino con el giro de guión que el rey Carlos III prepara de cara a la ceremonia. Merece la pena atender a este golpe de timón: la monarquía española adolece de la flexibilidad de ‘The Firm’ a la hora de detectar nuevas maneras de conectar con el favor de su público.
Que tomen nota todas las monarquías europeas, porque la Casa Real que las lidera marca tendencia acerca de cómo actualizar la relación comunicativa de las familias reales con las nuevas generaciones. Su nueva estrategia ‘royal’, además, matiza ese impulso común a todas las coronas por adelgazar presupuestos y familiares con agenda oficial. Sí, habrá menos cabezas visibles y menos sueldos a cargo de lo público, pero el gasto ha de subir enormemente en una partida crítica.
Este giro de guión en la estrategia comunicativa de la monarquía británica se produjo, según ha relatado ‘The Telegraph’ de fuentes cercanas al gobierno británico, tras el fallecimiento de la reina Isabel II. Obviamente, se esperaba una movilización masiva ante la desaparición de una reina queridísima. Lo que nadie previó fue el brutal impacto viral de los ritos y ceremonias del funeral real.
Tanto la Operación Puente de Londres, el plan que ordenó el funeral de Isabel II, como la Operación Marea de Primavera, el protocolo para la ascensión al trono de Carlos III, se convirtieron en una campaña de imagen mundial de las esencias británicas de valor incalculable. «Un gran espectáculo real es la mejor forma de promocionar Gran Bretaña en el mundo», se asegura desde ‘The Telegraph’.
Por qué Carlos III quiere repetir con su Coronación el impacteo del funeral de Isabel II
Fuentes de Buckingham Palace han confirmado que el rey Carlos III no va a adelgazar el presupuesto de la Coronación, sino que pretende convertirlo en un espectáculo «a la mayor gloria de la pompa y boato de la monarquía británica». Sí, habrá recortes: la ceremonia en Westminster Abbey no será tan larga ni habrá los mismos invitados que tuvo la Coronación de Isabel II: de los 8.000 se pasará a 2.000. Aún así, será magnífica y mucho más enfocada a producir imágenes inolvidables.
Por supuesto, le gobierno de Rishi Sunak ha movido ficha para sumar en otro momento de glorificación de la cultura británica y, con gran acierto, ha declarado fiesta nacional el lunes siguiente a la Coronación, de forma que muchos podrán desplazarse a Londres desde otras localidades del Reino Unido y convertir el día C del rey Carlos III y la reina Camilla en una celebración popular. «Es un momento único para el país», ha reconocido.
«Temíamos que, tras el funeral de Isabel II, el mundo se olvidaría de nosotros. Pero no. En mayo tenemos otra oportunidad de brillar», manifestó el historiador Andrew Roberts, barón y lord Roberts of Belgravia. «La monarquía ejerce el ‘soft power’ (poder blando, en contraposición al poder por la fuerza) de forma increíble: es el equivalente a un portaviones en lo que a las relaciones internacionales se refiere».
Todos los resortes de ‘The Firm’, Gobierno , todos los departamentos ministeriales y Fuerzas Armadas se movilizarán, según un portavoz del gobierno británico, para producir un gran festival que celebre «las mejores tradiciones de nuestros 1.000 años de historia». De hecho, no se nos puede escapar la clave de este nuevo show global a la mayor gloria británica: se trata de magnificar, exponer y realzar los ritos más añejos de la institución.
Una vez más, la monarquía británica lidera la detección y aprovechamiento de tendencias sociales globales, ahora la fiebre por los símbolos y las instituciones de las viejas sociedades. El lujo histórico, los ritos tradicionales, los títulos aristocráticos y las costumbres de la nobleza arrasan en viralidad, como síntoma de una nostalgia inevitable por tiempos en los que usos y valores era inamovibles.
Carlos III acierta de pleno al poner a su servicio la enorme belleza de los edificios históricos, la magnificencia de los atuendos militares, el espectáculo del armiño y las coronas reales y las sofisticadas coreografías de ritos que cargan siglos a sus espaldas. Y, además, se asegura la colaboración de los jefes de Estados y personalidades invitadas, impelidas a colaborar al máximo en la estetización de todo el show. Una jugada redonda.