Una vida digna para los niños. Eso es lo que Fidencio Valencia, tío abuelo de los menores indígenas que fueron rescatados en las profundidades de la selva del Guaviare, quiere para sus sobrinos, pues detrás del ‘milagro’ que fue noticia en todo el mundo hay una historia de dolor, maltrato e injusticia.
Por El Tiempo
De acuerdo con su familia, Magdalena Mucutuy, la madre de los niños y quien murió en el accidente de la avioneta Cessna 206, sufrió en silencio años de violencia en su hogar. Una violencia que también habrían padecido sus cuatro hijos, de 13, 9 y 4 años, y un bebé de 11 meses.
La mayor de ellos, según su tío, admitió que Miller Manuel Ranoque, su padrastro, había intentado abusar de ella en varias ocasiones.
Fidencio comentó que la comunidad muinane, meses antes del accidente de la aeronave, ya sabía lo que pasaba en la casa de Magdalena, de 33 años, quien en un principio negó los presuntos abusos a los que estaba expuesta por miedo.
“Cuando le preguntaron si él le pegaba ella lo negó. Luego le dijeron a la niña de 13 años, quien también dijo que eso no era verdad. Fue hasta que la llevamos a una quebrada con las mujeres de la familia y le volvimos a preguntar. Allá admitió que Manuel había intentado abusar de ella”, dijo Fidencio para EL TIEMPO.
El tío agregó que incluso la niña se había planteado “ingresar a la guerrilla” por la difícil situación que atravesaba en su hogar. Por ser la mayor, tuvo que hacerse cargo de sus hermanitos en varias ocasiones, mientras su mamá trabajaba.
“Magdalena siempre fue muy trabajadora y respondía por su hogar ya que Manuel se la pasaba fumando marihuana y no lo hacía. Entonces la hija mayor se hacía cargo de sus hermanitos. Manuel le decía que iba a reemplazar a su mamá”, afirmó su familiar.
Al conocer la situación por la que pasaba la familia, la misma comunidad decidió imponerle un castigo a Manuel que consistía en beber una mezcla de tabaco y sal, la cual podía ser incluso mortal.
“Yo le decía a mi hermana, Fátima, que me hacía cargo de los niños. Que yo desde Bogotá les enviaba ropa y lo que necesitaran para que pudieran estudiar y estuvieran bien”, agregó Fidencio.
A raíz de que los caciques de la comunidad ya sabían de sus conductas violentas, Miller Manuel Ranoque decidió “inventar amenazas” para lograr huir.
Las mentiras
En abril, un mes antes de que el avión desapareciera, Miller Manuel viajó a Bogotá con nueve millones de pesos para, supuestamente, “hacer vueltas de la comunidad”.
Fidencio, quien vive en la capital, afirmó que intentó comunicarse con él en diversas ocasiones para que pudieran hablar “acerca de cómo estaban los niños”, pero no le contestaba el teléfono. En una de esas llamadas le contestó una mujer y le dijo que “Manuel no estaba en la casa”.
El tío al principio no entendía de quién se trataba, pero luego Ranoque comenzó a subir en Facebook que esa mujer, muy distinta a Magdalena, era el amor de su vida. “Yo creo que ella cogió la plata de él”, aseguró.
El hombre, incluso, la llevó a la comunidad presumiendo que era su nueva pareja, lo cual, según cuenta Fidencio, intensificó las peleas con Magdalena, quien solía ocultar las agresiones. “Se bañaba a las cuatro de la mañana para que las hermanas no la vieran”.
Ranoque intentó atacarla con un machete en una ocasión, por lo que los familiares de Magdalena decidieron llevarla para otra comunidad llamada Berlín, con el fin de alejarla a ella y a los niños de los supuestos abusos.
Mientras tanto, el sujeto empezó a decir que las disidencias lo estaban amenazando y querían matarlo. Así consiguió que una aeronave de la fuerza pública lo trasladara nuevamente a Bogotá.
“Para ellos yo soy un objetivo”, señaló Ranoque ante los medios de comunicación, quien dijo que las intimidaciones provenían del frente Carolina Ramírez.
Ya nuevamente en la capital, comenzó a contactar a Magdalena, quien poco a poco fue creyendo en lo que le decía su expareja. “Le comenzó a lavar el cerebro, ya no creía en lo que decían las hermanas y se iba lejos a hablar con él”.
Fidencio relató que Ranoque le insistía a la mujer para que viajara a Bogotá. “Le empezó a echar bombo, le decía véngase que yo tengo casa, que tengo media Bogotá para mí, tengo plata, que a mí me van a dar finca, que vamos a vivir en una mansión”, contó el tío.
Añadió que una mujer llamada Martha fue quien convenció finalmente a Magdalena para que viajara en una avioneta que venía de Leticia. Incluso, supuestamente esta mujer fue quien pagó con dos millones de pesos los pasajes, sin anticipar que llegaría la tragedia.
El pasado 1° de mayo esta avioneta se accidentó y cayó en selva virgen entre Caquetá y Guaviare, cobrando la vida de tres personas, incluyendo la de Magdalena Mucutuy. Ranoque mencionó que la mujer duró cuatro días viva, pero Fidencio dijo que “eso era mentira”. Por lo tanto, los únicos sobrevivientes fueron los cuatros menores.
La denuncia
Ante las afirmaciones que ha dicho Ranoque a la opinión pública, el gobernador William Castro, de la comunidad indígena de Puerto Zabalo, escribió un comunicado diciendo lo siguiente:
El señor MANUEL MILLER RANOQUE, afiliado a la comunidad, registrado en el Ministerio de Interior, ha demostrado en su conducta social ser una persona impulsiva e inconsciente generalmente cuando ha estado en dificultades dentro y fuera de su entorno familiar, y comunitario.
Por tanto, su responsabilidad ético y moral demuestra no ser una persona apta para una convivencia social y podría poner en riesgo la tranquilidad y la paz de los que los rodean; todo de acuerdo a los antecedentes disciplinarios, violencia intrafamiliar, presunción de abuso sexual a menor de edad, consumo de sustancias psicoactivas y alteración del orden público. Desmentimos cualquier declaración que sea dada y nos involucre tanto a nivel regional, nacional e internacional que pone en riesgo a las demás comunidades de la zona.
Se expide esta constancia a solicitud del interesado y procuramos hacer lo necesario para mantener la sana convivencia y garantizar los derechos de nuestra comunidad.
Esperamos se nos comunique cualquier determinación referente al caso.
‘Aún no podemos cantar gloria’
Tras el siniestro, la mayor de los niños, pensando en proteger a sus hermanitos, decidió sacar la ropa de las maletas, envolverla y refugiarse junto con los tres menores en la espesura de la naturaleza.
Fidencio agregó que comieron fariña, un alimento a base de yuca, y frutas, además de conseguir agua de algunas quebradas. Mientras tanto, más de 200 personas, entre fuerza pública y líderes indígenas, iniciaron una intensa búsqueda.
La avioneta fue hallada dos semanas después del siniestro, pero los niños duraron en total 39 días perdidos, por lo que su rescate se considera “un milagro”.
Fidencio comentó que las comunidades indígenas se centraron en la parte espiritual, algunas con Yajé, otros estableciendo una conexión profunda con la selva y “su política”.
Para el tío fue prioridad la segunda opción. “Comencé desde la creación del mundo. Si hay tigres, si hay duendes, no me importa, aquí yo voy es con Dios y si no hay nada que no se pueda ver. Tenía que hablar directamente con Chiribiteque y con Yuruparí, les decía ‘si mi familia cayó en esta zona, entréguemela’ ”.
El trabajo espiritual que “lo cambió todo” inició desde el miércoles 7 de junio, cuando Fátima dijo que soñó con Magdalena, quien le decía: “Mamá ya no llores, yo ya estoy bien. Esto estaba destinado para mí, hasta ahí yo tenía que llegar. Por culpa de él me pasó esto en el avión”.
Fidencio afirmó que “Magdalena tenía a los niños”, entonces en la noche del jueves empezó a decirle a su sobrina que se los entregara de vuelta. “Los voy a criar. Esa tristeza, esa amargura, se la devuelvo a la gente que le hizo daño. La vida misma hará justicia”.
Al día siguiente, el viernes 9 de junio, se rescataron a los menores, quienes fueron trasladados al Hospital Militar, en Bogotá, para recuperarse. Allí aún continúan, bajo la mira del Estado y de su familia.
Aunque ya están mucho mejor, Fidencio afirma “aún no podemos cantar gloria” porque todavía están muy afectados. “La niña tiene que contar la verdad. A veces llora, o uno se acerca y se asusta. Nos está avisando algo”, señaló.
Mientras están en el centro de salud, sus familiares, Fátima y Fidencio, desean que les den la custodia de los menores.
“Yo lo que estoy queriendo es la vida digna de los niños. Que crezcan y no sean esclavizados ni maltratados psicológicamente por nadie. Ya se dio la oportunidad con los padres y no pudieron responder. Amar a los hijos no es meter vicio, estar peleando, hablando mentiras, chismes, arratrando pa’ allá y pa’ acá. Amar es buscar un sitio donde puedan tener su lindo sueño”, concluyó Fidencio.