Con su lema “¡Todos juntos, piedra y corazón!” el cardenal Jorge Urosa Sabino inauguró el 10 de octubre de 1998 el Seminario Mayor Arquidiocesano de Valencia Nuestra Señora del Socorro en Venezuela, con la visión de crear “una Iglesia hacia el futuro”.
Así lo recordó el rector, el Dr. Alberto Márquez, durante la inauguración del primer busto en honor al prelado caraqueño fallecido el pasado 23 de septiembre de 2021, pero siempre recordado por voz recia y cálida sonrisa. La misma que logró captar con maestría el escultor Marlon Herrera Portillo, del Taller Casa Daboin de Maracaibo. La develación del busto se llevó a cabo el viernes 31 de marzo en los jardines del Seminario de Valencia, con la presencia del administrador apostólico de la Arquidiócesis de la ciudad, Mons. Saúl Figueroa. También participó el obispo de Guarenas Mons. Tulio Ramírez, los miembros de la Junta Pro-Construcción del Seminario; los benefactores de la obra, el exalcalde de San Diego y exprisionero político, Vicenzo Scarano, y al actual alcalde de San Diego, León Jurado; y su hermana, Ana María Urosa de Morales, entre otros familiares. En su discurso, el rector Alberto Márquez recordó los frutos de sus 15 años al frente de la Arquidiócesis de Valencia, para luego dirigir por 13 años la Arquidiócesis de Caracas, dejando a su paso un ministerio fecundo y de testimonio de fe en Jesucristo. “Su visión futurista marcó el ritmo de toda una Iglesia. Su versatilidad y carácter marcaron el trabajo de todas aquellas personas que por una u otra forma le acompañamos”, aseguró.
Como sacerdote de la Arquidiócesis de Valencia, el padre Alberto Márquez conoció de cerca la labor del Cardenal Urosa y, en conversación exclusiva con el DIARIO LAS AMÉRICAS, aseguró que además de sus indudables aportes pastorales, el cardenal Urosa principalmente será recordado por los venezolanos por “su actitud firme para hacer valer los derechos humanos, sobre todo de las personas más vulnerables, como son los pobres y los perseguidos de manera injusta, por las víctimas de las dictaduras”. Oportuno recordar su valiente comparecencia ante el parlamento controlado por Hugo Chávez, en julio de 2010, para someterse a un interrogatorio de más de ocho horas.
Márquez también explicó que en su primera carta pastoral del 12 de octubre de 1990 se intuyen tres líneas que sellarán su acción en Valencia: “el reto de anunciar a Jesucristo en una sociedad, que pareciera prescindir de Él y de sus exigencias; el reto de servir a los pobres como lo haría Jesús. El reto de darle a esta Iglesia los sacerdotes, religiosos y religiosas que necesita hoy y para mañana”.
-¿Cómo resumiría el impacto de su ministerio en la Iglesia venezolana?
El espíritu de servicio y de disponibilidad de los sacerdotes, tener visión de futuro en el trabajo en las parroquias. Aprender a aglutinar esfuerzos de laicos y aprender a rendir cuentas a la gente, todo eso viene de la enseñanza del cardenal Urosa. Me siento muy agradecido por haberme formado con él, porque fue una persona con mucha disciplina, con mucha constancia en su trabajo. Y eso es para uno un ejemplo a seguir, de dedicación, de sacrificio. Me llama la atención el sentido ético de su trabajo administrativo, su honestidad. De cómo con pocos recursos supo hacer mucho, supo multiplicar lo que conseguía y demostró que con pocos recursos el cambio de la infraestructura de las iglesias era posible. Lo que él comenzaba, lo sabía terminar.
-¿Podría cuantificar el resultado que dejó su paso por Valencia?
Por supuesto, para el Cardenal la tarea evangelizadora incluía establecer los recursos concretos y reales de las infraestructuras para tal fin, por eso en su pontificado se crearon 70 nuevas iglesias y capillas, se erigieron nueve parroquias y 1 vicaría, 20 nuevas casas parroquiales, además de las restauraciones que concluyó.
-Con más de 50 años de vida sacerdotal, Jorge Liberato Urosa Savino, también dejó un gran legado al servicio de los más pobres
Nuestro pastor siempre vivió desde lo personal una actitud de austeridad, incluso de desprendimiento personal. Supo ser cuidadoso en el trabajo de la Caritas y exigente en el destino final de sus recursos económicos hacia los más pobres. Su gran disciplina lo llevó asumir la presidencia nacional de Caritas. Su estilo era la acción, el movimiento, nada de pasividad, porque los pobres no pueden esperar; logrando la solidaridad de entes gubernamentales, municipales y privados por igual. Llegó a la Arquidiócesis de Valencia en marzo de 1990 y en el año 2003 ya se contaba con centros de atención pastoral y acción social en 36 parroquias, 35 comedores parroquiales para niños y ancianos, tres hogares para ancianos, tres hogares para niños y otras asociaciones más.
-¿Y qué puede decirnos de su tercer reto: “darle a esta Iglesia los sacerdotes, religiosos y religiosas que necesita hoy y para mañana…”?
Su talante enérgico siempre estuvo al servicio de la verdad del Evangelio, por ello en 15 años logró ordenar 37 sacerdotes para la iglesia valenciana y 10 para el clero de congregaciones religiosas. Y es aquí donde entra la marca más hermosa de su vida y que en su testamento final de su partida testimonió a viva voz, dijo “me siento inmensamente feliz de haber sido sacerdote, vivir mi vocación con gran ilusión”. Fue esta alegría e ilusión tan plenamente sacerdotal que lo llevó a asumir sin vértigo desde el inicio de su pontificado la construcción de este Seminario, una obra de 3 mil metros cuadrados construida en tiempo récord, en sólo dos años.
-De hecho, el busto del cardenal Urosa recién develado lo muestra feliz, ¿qué significa para usted esa sonrisa?
Esa sonrisa del busto expresa el entusiasmo, el optimismo del arzobispo hacia el futuro. Ese espíritu de ilusión de lo que hay que hacer en el futuro, porque siempre estaba pensando en qué hacer para mañana. Esa sonrisa y esa mirada que nunca se dejó rendir por las dificultades. Era un enamorado del Evangelio y no dejaba de pregonarlo en mil y unas maneras, hasta provocar lo que él siempre llamaba “la ilusión” o la “felicidad” de obedecer a Dios. Esperamos que esta efigie de su sonrisa sea una inspiración para aprender a soñar como él soñó, que para él era sinónimo de emprendimiento, según las bienaventuranzas evangélicas. Esa promesa que se espera y que sólo se vive en la felicidad de Jesús Cristo.