Vamos a hacer un pequeño juego de preguntas. Las posibles respuestas son “bien”, “mal” o “meh”. Empezamos. ¿Cómo te va en el trabajo? ¿Cómo ha ido tu semana? ¿Qué tal va la cosa con tu pareja? En general, ¿cómo te sientes?
Por BBC Mundo
Si la mayoría de las respuestas fueron “meh”… Puede que tengas languidez.
No te asustes, no es preocupante. Pero sí algo de lo que hacerse cargo, sobre todo si se prolonga en el tiempo.
Pero, ¿qué es la languidez?
Sin rumbo y sin motor
Es un estado emocional donde “no hay propósito de vida, hay estancamiento, se siente vacío y falta de pasión”, explica Verónica Morera, venezolana especializada en salud mental integrativa y directora del portal Purple Rain Nutrition.
Es ese estado “meh”, lo principal es que sentimos apatía o vacío y, apunta Morera, “somos funcionales, aunque vamos en automático”: nos levantamos, desayunamos, nos bañamos, vamos al trabajo y cumplimos nuestra jornada “porque hay que hacerlo”.
Pero vamos sin rumbo, es decir, sin propósito de vida, y sin el motor que nos dan el deseo y la pasión.
No es algo patológico, ya que forma parte de los estados emocionales normales de la gente y todos nos hemos podido sentir así, incluso dentro de un mismo día, con “picos de inspiración y de meh”, sostiene Morena. Solo que en languidez, dice, “no hay picos, solo estás aplanado”.
Y el problema es cuando ese aplanamiento, esa languidez, se cronifica.
Además de esa apatía constante por todo, hay otras cosas que pueden ayudarnos a detectar la languidez.
Por ejemplo: has ido de casa al trabajo, pero no recuerdas ni cómo llegaste. O te has pegado un atracón de redes sociales y ni sabes lo que viste. No retienes nada.
Morera señala el estar mucho tiempo metido en la cabeza como una de las alertas.
“Es un modo de regular el sistema nervioso, hay vacío y un exceso de distracción para evadir”. Señala que los atracones, en general —de redes sociales, de comida, de alcohol, de deporte, de salidas—, son una herramienta de evasión.
También puede sentirse como una desconexión del mundo real, “hay disociación, sensación de no pertenencia”. ¿Cómo se come esto? Pues, por ejemplo, vamos por la calle y no nos damos cuenta de nada o vamos a pedir un café y ni vemos a la gente que tenemos alrededor.
Puede haber una desconexión con nuestro propio cuerpo, como no notar las ganas de ir al baño, el hambre, la sed o la saciedad.
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