Tanto Donald Trump en Estados Unidos, como Nayib Bukele en El Salvador se estrenan como presidentes en un segundo mandato.
Por Voz de América
Bukele ya dio los primeros pasos para acercarse a Trump, y según los analistas, el futuro de esa relación dependerá en tanto que la nación salvadoreña no se oponga al plan del presidente electo estadounidense sobre inmigración.
En 2019, cuando Bukele llegó por primera vez a la presidencia salvadoreña firmó un acuerdo de ‘tercer país seguro’, en el que se comprometió con Trump a recibir a los solicitantes de asilo que el gobierno estadounidense rechazaba entonces de su territorio.
Esta vez, Trump ha dejado claro que uno de sus principales objetivos para la región de Centro y Suramérica es devolver a millones de inmigrantes a sus tierras. ¿Bukele negociará al respecto?
Según el historiador Héctor Lindo Fuentes, profesor emérito en la Universidad de Fordham en Nueva York, la relación entre Trump y Bukele podría rendir frutos a corto plazo debido al cabildeo del gobierno salvadoreño con algunos de los aliados republicanos, entre ellos Marco Rubio, un senador que en repetidas ocasiones ha alabado la política de Bukele y que ahora suena como posible Secretario de Estado.
Sin embargo, a largo plazo podría también presentar dificultades por la cercana relación entre El Salvador y China, y la intención del nuevo gobierno de acabar con las redes del crimen organizado, entre la que resalta el afán de EEUU de desmantelar a la Mara Salvatrucha.
“Por un lado tenemos la agresiva posición de los republicanos con respecto a los inmigrantes. Esas deportaciones y el maltrato a los inmigrantes podrían crear situaciones incómodas para el gobierno salvadoreño”, dijo el historiador a la Voz de América.
“Además, los casos de extradición de pandilleros y las relaciones con China seguirán siendo motivo de fricción”, agregó Lindo Fuentes.
En agosto de 2019, Trump y el entonces fiscal general William P. Barr crearon la Fuerza de Tarea Conjunta Vulcano, que ordenaba a los Departamentos de Justicia, de Estado, de Seguridad Nacional, y la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de EEUU a coordinar un golpe frontal y de desmantelamiento contra la Mara Salvatrucha 13, una pandilla callejera con presencia en varios países de América y Europa.
El entonces fiscal salvadoreño Raúl Melara trabajó de cerca con Barr, así como con investigadores de la Policía Nacional Civil de El Salvador y del Centro Anti-pandillas Transnacional.
Pero una vez se renovó por completo el Congreso en El Salvador en 2021, Melara fue destituido en un golpe de poder que arrasó, incluso, con las cabezas de la Corte Suprema de Justicia.
Entonces, los esfuerzos en torno a la desarticulación de la MS13 dieron un giro inesperado: los nuevos jueces se negaron a extraditar a los 27 cabecillas fundadores y dirigentes de la pandilla transnacional.
Varios de ellos aparecieron luego en México, pese a que supuestamente se encontraban presos en El Salvador. Ese fue el caso de Elmer Canales Rivera, alias “El Crook”, líder fundador de la Ranfla Nacional de la pandilla. Lo mismo pasó con Jorge Alexander de la Cruz, alias “Cruger”, que permanecía afincado en territorio mexicano hasta que ese gobierno lo entregó a las autoridades estadounidenses.
“En el fondo lo que tenemos es una relación tremendamente asimétrica en la que El Salvador se encuentra en una posición muy vulnerable”, agregó Lindo Fuentes.
Igualmente, para el experto en relaciones internacionales Napoleón Campos, la relación entre ambos gobiernos abarca dos dimensiones: de país-país, que va más allá de las circunstancias presidenciales; y la otra que se relaciona con una construcción hecha desde El Salvador que busca demostrar “una coincidencia ideológica entre ambos”.
“Trump, si bien hace esta criminalización absoluta de la migración, distingue una particularidad con El Salvador y Bukele, y es que Bukele, además, envía líderes de la Ranfla Nacional de la MS-13 fuera, los excarcela de las prisiones de El Salvador e indirectamente los envía a los Estados Unidos, no extraditados sino excarcelados”, explicó Campos a la VOA.
Durante su campaña, Trump descalificó la guerra contra las pandillas en El Salvador y aseguró que la inseguridad en el país centroamericano bajó porque el gobierno salvadoreño envió criminales ilegalmente a EEUU.
Fue en julio de 2024, durante la Convención Nacional Republicana, que Trump, además, dijo que el mandatario salvadoreño ha recibido “una gran publicidad” al respecto, y cuestionó: “Ahí en El Salvador, los homicidios han disminuido un 70 %. ¿Por qué será? Te hará creer que es porque está entrenando a los asesinos a ser mejores personas, pero no. Está enviando a sus criminales fuera”, dijo el entonces candidato presidencial.
Por ello, Campos cree que el único interés que va a tener Trump de estrechar lazos con El Salvador será para “que firme otro acuerdo” sobre la inmigración, posiblemente “mucho más inhumano, mucho más violador de tratados internacionales”.
Con esa postura coincide Jaime Rivas Castillo, especialista en temas de movilidad humana de la Universidad Don Bosco en El Salvador, quien agrega que “no debe esperarse una política favorable a los intereses de los más de 10 millones de inmigrantes irregulares, los beneficiarios del TPS y DACA, los solicitantes de asilo o los miles de migrantes solicitantes de protección internacional”.
“Trump ya ha demostrado al mundo que es capaz de separar a los niños migrantes de sus padres, que es capaz de acorralar a las personas en los países de tránsito y origen de la migración para que no se acerquen a la frontera sur, y de chantajear a los gobernantes de México y Centroamérica”, dijo a la VOA.
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