«Las matas no sólo agradecen la lluvia», sentencia Luisa María Rodríguez, mientras aprovecha el palo de agua del miércoles en la tarde para llenar media docena de envases bajo el temporal.
Como ella, miles de familias sufren del más severo racionamiento de agua que se recuerde en Venezuela. «Solo tenemos, con suerte, día y medio de agua a la semana», reseña la mujer de 62 años, residente de una de las comunidades más afectadas por su ubicación geográfica, El Limón.
«Estamos en lo que ellos – Hidrocapital – llama cota alta, aquí llega muy, muy poco», remata. Como El Limón, otro centenar de sectores sanantoñeros no reciben agua ni siquiera los días de bombeo por su altura.
La semana pasada el gerente de la hidrológica en Altos Mirandinos, admitió que estaban aplicando un «severo» racionamiento en la zona que sólo contempla bombeo de 36 horas por semana para cada municipio.
«No nos queda otra cosa que rezar para que llueva y al menos tener agua para las pocetas, lavar e incluso bañarnos», agrega la mujer, quien olvidó ya cuando fue la última vez que se «enjabonó bajo el chorro de la regadera».