«Un bongo remonta el Arauca bordeando las barracas de la margen derecha. Dos bogas lo hacen avanzar mediante una lenta y penosa maniobra de galeotes.», sin duda una cita que todos, o al menos a estas alturas del partido espero que así sea, hemos leído. No importa si fue hace años atrás, en el colegio, en la universidad o por simple cultura general (como fue mi caso); y si a usted no le suena ni por mera coincidencia, déjeme decirle que ha malogrado su venezolanidad y defraudado su sangre latina. Es así como inicia la gran obra maestra que muestra en pleno el ADN del venezolano de antes, y me atrevo y duele decir que del actual también, que plasma esa sociedad rodeada de tragedia y repleta de antiprincipios y antivalores, es así como comienza la narración de «Doña Bárbara»; libro que no solo se ha convertido en un icono latinoamericano, sino que además fue una de las primeras grandes historias autóctonas carente por completo de la influencia europea, de la que surgen hombres y mujeres valientes, duros y agitados por las emociones más complejas.
Y es que así fue la vida de Rómulo Ángel del Monte Carmelo Gallegos Freire, mejor conocido como Rómulo Gallegos, quien apostó por la educación para combatir la barbarie y la violencia en Venezuela utilizando su pluma literaria, entrelazando las historias de sus personajes que hoy más que nunca siguen vigentes en nuestro país. Caraqueño que nació un 2 de agosto de 1884 y que, más adelante, se convertiría en Senador (1931), Ministro de Educación (1936), Presidente de la República (1947), Premio Nacional de Literatura (1958) y en exiliado político, como muchos de nosotros (situación que se ha hecho más evidente en estos Juegos Olímpicos Japón 2020), aunque algunos digan que no lo somos porque «nadie nos persigue». Al pronunciar su nombre se nos vienen a la mente personajes como Santos Luzardo, Pajarote, Ño Pernalete, Mujiquita, El Brujeador, Marisela y doña Bárbara, pero Gallegos es más que eso.
Si bien sabemos que en cada una de sus obras muestra la realidad venezolana de antes, no cabe duda que sus letras están más vigentes que nunca. ¿O es que acaso doña Bárbara (símbolo de la barbarie) no sigue azotando a los venezolanos? ¿No continúa doña Bárbara cambiando los linderos de su finca «El Miedo» ilegalmente para ganar terreno mal habido? ¿Los venezolanos no viven día a día la burocracia y el despotismo? ¿No están los ministerios, las sedes policiales y de seguridad, las alcabalas, los registros y demás entes públicos repletos de Mujiquitas?
«La devoradora de hombres» vive en el corazón del venezolano, y del latino en general. Pero eso es solo una parte. Venezuela tiene en cada esquina un Demetrio Montiel, esa figura en la que la desdicha cobra vida cada vez que un venezolano ataca a su hermano, pasa por encima de él sin importarle más que su propio beneficio. Pero, al igual que el libro de Gallegos, surge también en cada rincón una Remota Montiel para traer esperanza y redención a nuestro pueblo, cuando un connacional deja el nombre de su país en alto en otras tierras haciendo un trabajo honrado, o cuando un criollo no quiere «pasarse de vivo» en su propia tierra para sacar lucro de algo a costa de la necesidad de otro.
No se crean, hoy en día también existen muchos Hilarios Guanipas en todas las comunidades del territorio nacional, esos que las luchas sociales han marginado y ocasionado en ellos un odio tan grande que los lleva a pelearse con familiares y amigos por temas políticos o de estatus colectivo, esos Hilarios que se creen con más poder para someter a otros y viven cegados por la bestialidad. Porque de algo debemos estar seguros, Venezuela continúa sumergida en una constante lucha social a pesar de lo que hemos vivido como pueblo. Diariamente podemos escuchar ese grito, o esos disparos dados los recientes casos, dentro de nuestras cabezas que nos dice que podemos ser todo lo bueno o todo lo malo: ¡Jipa! ¡Aquí llegó Hilario Guanipa!
Venezuela también sigue repleta de soñadores, de gente honesta y trabajadora, de pueblo que quiere estudiar, surgir, dar lo mejor de sí para salir de ese atolladero en el que nosotros mismos nos hemos metido, porque el trabajo honrado y el esfuerzo son los únicos que nos podrán sacar de él, aún existen muchos Santos Luzardo. Y esa es una de las grandes enseñanzas que Gallegos nos dejó en sus libros: «Algún día será verdad. El progreso penetrará en la llanura y la barbarie retrocederá vencida».
Obras de Gallegos
Si aún no has leído ni un solo libro de uno de los más grandes literatos de Latinoamérica, o si te falta alguno por leer, te dejo acá la lista de algunas de sus obras: «Los Aventureros» (1913); «El último Solar»(1920), reeditado en 1930 con el título «Reinaldo Solar»; «La Trepadora» (1925); «Doña Bárbara» (1929); «Cantaclaro» (1934); «Canaima» (1935); «Pobre negro» (1937); «El Forastero» (1942); «Sobre la misma tierra» (1943); «La brizna de paja en el viento» (1952); «La braza en el pico del cuervo» (1954); «La doncella y el último patriota» (1957), fue con esta obra que logró el Premio Nacional de Literatura.
A pesar de que Rómulo Gallegos fue también un político, cuya presidencia duró solo un año tras ser derrocada por un golpe de Estado, la mayor y más rica herencia que nos dejó a los venezolanos, y al latinoamericano en general, son sus libros. Si leemos, o releemos, sus obras nos daremos cuenta que en cierto modo el continente entero ha evolucionado muy poco con el paso de los años, es como que si en lugar de desarrollarnos estuviéramos condenados a repetir una y otra vez la historia, a dejar que la ferocidad supere a la sapiencia.
Día tras día cientos de familias venezolanas se ven obligadas a separarse, muchos tuvimos que exiliarnos para buscar un lugar que no sea tan bárbaro e inhumano. Me hace recordar una cita de «Canaima»: «Apoyado sobre la barandilla del puente de proa va otra vez Marcos Vargas. Ureña lo lleva a dejarlo en un colegio de la capital donde ya están dos de sus hijos, y es el Orinoco quien lo va sacando hacia el porvenir… el río macho de los iracundos bramidos de Maipures y Atures… Ya le rinde cuentas al mar.»
No importa donde estemos ahora cada uno de los venezolanos, si nos encontramos en la Patagonia, en tierras orientales, en los Alpes Suizos, en Europa o en Canadá, porque tengo la certeza de que muy pronto todos volveremos a estar «Sobre la misma tierra».
Ronald Gil
@pulpolector