El conjunto de acontecimientos que ha rodeado la extradición de Alex Saab a Estados Unidos nos muestra la particular configuración del Estado venezolano en este período histórico, así como la inestabilidad del régimen madurista en la medida que se ha venido profundizando la crisis social y económica. Es patético, en efecto, que asuntos tan sensibles como las metas económicas y la política exterior de la nación estén en dependencia de la suerte de una persona que ni siquiera ha sido o es un funcionario del Estado venezolano o un connotado líder o personalidad, por más que el régimen lo haya hecho diplomático exprés al poco tiempo de su detención.
No existen precedentes de un país que haya puesto en vilo una parte significativa de sus políticas domésticas y de sus relaciones internacionales por la suerte de una persona acusada de delitos graves, como el soborno y el lavado de dinero. El reconocimiento de los derechos de las personas en la esfera internacional es un fenómeno relativamente novedoso, que ha tomado fuerza desde mediados del siglo XX. Esto ha llevado a conflictos entre Estados con cierta frecuencia, aunque casi siempre de baja intensidad. En ocasiones excepcionales, en regiones como América Latina –donde tomó fuerza la figura del asilo– ha sucedido que se han agriado o incluso se han roto –como ocurrió en el caso de Venezuela con Uruguay en 1976– las relaciones entre determinados países cuando este derecho es violado. Por otra parte, en fecha reciente, la Unión Europea aprobó unas sanciones contra Rusia por el envenenamiento contra Alexei Navalny en 2020, quien es, posiblemente, el más connotado opositor del régimen autoritario de Putin. Como puede colegirse sin dificultad, son casos donde las acciones de los Estados respondieron a motivaciones de carácter jurídico, político y ético más que justificadas, y donde, por tanto, no hay comparación posible con el caso de Saab.
Para entender a cabalidad, por consiguiente, la razón por la que el régimen se siente tan afectado por la extradición de Saab, hay que recordar que este no era un simple contratista sino su operador económico principal desde hace varios años, aumentando aún más su protagonismo cuando se empezó a sentir el peso de las sanciones de Estados Unidos y la UE, y Maduro y compañía, sin escrúpulo alguno, tomaron la deriva de sobrevivir y mantenerse en el poder gracia a la economía de ilícitos, basada principalmente en la explotación del Arco Minero del Orinoco, ecocidio de por medio.
El hecho es que también se está revelando -según la información que ha trascendido- que el empresario barranquillero no solo era el operador económico por excelencia del régimen, sino también su operador político principal en el plano internacional, lo que parece mostrarse por su papel en la negociación de temas militares con Irán, así como la entrega de recursos a líderes de movimientos non sanctos, entre otras actividades que están apenas conociéndose. De ahí viene, seguramente, la enorme preocupación de Maduro por lo que pueda decir su socio y colaborador principal.
Por increíble que parezca, a través de este ciudadano colombiano se puede realizar la mejor radiografía del Estado venezolano actual: él encarna una administración paralela a la formalmente existente, que no estaba sujeta a ningún tipo de procedimientos legales ni auditorías ni norma administrativa alguna, las cuales son incómodas e insufribles cuando se trata de un estado forajido. Él ejerció de facto funciones propias de los ministros de economía, finanzas, de comercio exterior, de alimentación, y hasta de los despachos de relaciones exteriores y de defensa. Es la mejor expresión del rompimiento de todo rasgo del Estado de derecho y de la burocracia moderna tal como la describió Weber, esto es, el ejercicio de la administración por profesionales especializados, con competencias específicas y separados de sus medios de producción (esa burocracia que en apenas dos siglos transformó al mundo, dotó de pleno sentido el concepto de eficacia y llevó a las sociedades modernas a alcanzar logros que no se consiguieron en miles de años).
El socialismo del siglo XXI representa en este sentido una vuelta al Estado patrimonial, donde –como bien lo explicó el sociólogo alemán– los funcionarios administrativos eran los mismos señores estamentales, amigos de confianza del monarca o incluso ricos clientes comerciales del Estado (como el célebre caso de Marco Polo en la China del siglo XIV, que llegó a ser gobernador de una provincia). Quizás la novedad del patrimonialismo socialista consiste en que esos señores estamentales no son exclusivamente individualidades que engordaron con ilícitos y corrupción sino también pequeñas y grandes organizaciones de naturaleza diversa, como las FARC, ELN, etc., a los que se les ha entregado el dominio de territorios enteros del Estado, así como pingües negocios a cuenta de este.
Ahora bien, la gran incógnita del affaire Saab es hasta qué punto insistirá Maduro en su absurda y empecinada política de negociar su liberación o la reducción al máximo de su pena (ambas poco menos que imposibles), utilizando como elemento de presión la paralización de las negociaciones de México. A menos que todo se trate de un aguaje, lo cierto es que hasta el momento está enviando señales claras de retomar su agenda radical y su política de huir hacia adelante cuando recibe un golpe importante, al hacer anuncios como la reafirmación del viraje hacia el Estado comunal –cuestión que había dejado de tocar desde hace algún tiempo– y la intervención de facto de las universidades.
Es posible que factores como la subida de los precios del petróleo y la esperanza de la obtención de cierta legitimidad con el eventual triunfo en las elecciones regionales del 21 de noviembre, estén alimentando su disposición de darle una patada definitiva a la mesa mexicana. Si es así, nuevamente se estará llevando por los espejismos que han marcado su deriva como gobernante, y estará alimentando la profundización hasta niveles nunca vistos del caos económico y social y de la inestabilidad política del país en el corto y mediano plazo.
@fidelcanelon