La masa no está para bollos en este país en el cual impera la incultura, atraso, oscurantismo, carencia de tecnología y de las artes, complicidad y difíciles facilidades para la formación ciudadana. Por eso, desborda de orgullo y alegría que un venezolano, nada menos que poeta, conquiste el premio literario más importante en la lengua española. Cervantes 2022.
Rafael Cadenas, de verbo limpio, nítido, directo como dardos, no es un muchacho. Nació en Barquisimeto, estado Lara, el 8 de abril de 1930. Poeta, ensayista, profesor universitario y de la generación literaria del 58. Militó en el Partido Comunista, encarcelado y exiliado en la década de los 50, formó parte del grupo Tabla Redonda de Latinoamérica a comienzos de los 70. Venezolano de larga tradición, ha escrito de acuerdo a su talento sin dejarse tentar por conformidades en los gobiernos de aquella democracia que añoramos, y la deteriorada, en caída libre de estos últimos veintitrés años de algo que llaman “cultura popular” y que, en realidad, es falta de gnosis y abandono en la formación de mentes venezolanas.
Escritor, en la más compleja de las artes literarias, la poesía, en la cual se relatan sentimientos, ardores y emociones, percepciones con propuestas que afectan al pensamiento, y se ubican en el espíritu profundo. Para un lírico, tristeza o alegría puede ser una flor dependiendo de cómo la sienta, y un madrigal puede ser amor o fracaso. En la narrativa se cuenta lo que se ve; en la poesía lo que se siente muy hondo, en ese mar interminable, perpetuo, que es la imaginación, utopía e ilusión. Considerado como de los autores más influyentes de la poesía de los años 60 y 70 en Venezuela y Latinoamérica.
Acostumbrados, al menos, hasta la llegada de esta revolución de la anticultura, a conocer y más o menos disfrutar a poetas sencillos -lo cual no significa, sean menos trovadores- como Andrés Eloy Blanco o García Lorca, que no exigen escuela ni pensamiento para ser interpretados, que exponen pasiones habituales del ser humano.
Cadenas no acepta la vida como es, sino como debería ser, no mueve consternaciones, las crea. Símbolo de que no todo está perdido, y por su avanzada edad en cualquier momento lo perdemos en lo físico; en la posibilidad que continue regando lo venezolano, lo nuestro, aquello que jamás debemos traspapelar. Su obra queda escrita, disponible para una juventud que no lee o sólo lo necesario, en un mundo redirigido hacia la brevedad despiadada, cruda, demasiadas veces más que impresiones de instintos rudimentarios del mensaje por el teléfono celular.
Un Premio Cervantes para un poeta venezolano es noticia de escasa difusión en una nación de torpezas, barbaries, tinieblas, mentiras y propensiones, pero al mismo tiempo un orgullo nacional de mucha mayor dimensión que las pomposidades ramplonas de la mayoría de quienes deberían ser guías, pero que se mantienen estancados en la doblez, hipocresía y disimulo para convencer la miseria, necesidad, insuficiencia y casi nula formación didáctica, que les dé un voto.
Su poema más emblemático, “Derrota” (1963) -Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana- que, al recibirlo, reconoció estar en desacuerdo; porque “todo ha resultado distinto a como aparecía”, demostrando su capacidad de expresar desolación, sosiego y belleza para hacer de la palabra una herramienta transformadora.
La veracidad en sus obras, definen su pensamiento filosófico e invita a reflexionar, tanto si lo recita él mismo, con su voz pausada, como si lo lee cualquiera de sus seguidores, se encuentra un universo mágico, repleto de matices y capaz de transportarle a otro espacio, para reflexionar sobre las cosas más relevantes de la vida.
Comprometido con su país, en 2015, recibió el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en España, y calificado de “persona humilde” por quienes le conocen busca en sus trabajos trata con mucha contundencia algunos temas políticos de Venezuela.
Por eso, más allá de un muy merecido premio, Cadenas es señal esperanzadora de que hay otra Venezuela, arraigada, densa, importante, que saldrá -a pesar de los esfuerzos para evitarlo-, de la vergüenza y deshonor, aunque a los dirigentes les importe poco. En mucho, porque no lo entienden, para ellos la cultura es cuestión de política encubierta, inhumada, fraudulenta, entre promesas electorales que nunca cumplirán.
Se aprovechan, regocijan del sufrimiento iletrado, perezoso y de una mal nutrida población; tanto, que hasta las bandas criminales han migrado a otros países que brindan mejores oportunidades para desplegar insensibles y despiadadas habilidades. Así de empobrecida está nuestra patria.
@ArmandoMartini