En el campo venezolano, la sequía es distinta al resto del mundo. Los productores no solo ansían agua: están sedientos de gasolina.
Por Gustavo Ocando Alex / voanoticias.com
La crónica escasez de combustible se destapó hace dos meses en los 23 estados y la capital de Venezuela. Coincidió con la declaratoria de pandemia por la COVID-19 y la orden de cuarentena absoluta de parte del gobierno en disputa de Nicolás Maduro.
“Sin gasolina, no puede haber comida, y, sin comida, no puede haber salud”, ilustra Armando Chacín, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, conocida como Fedenaga, considerado el gremio más importante del sector en el país.
Chacín comparte con la Voz de América un gráfico sobre la distribución de gasolina a los no menos de 100.000 ganaderos del país durante la contingencia sanitaria.
La petición de su gremio al madurismo consiste en que cada productor reciba al menos 70 litros de gasolina por semana para atender sus fincas, fundos y haciendas.
Es una cuota semanal de 180 cisternas de aproximadamente 30.000 litros de gasolina que abastecerían las operaciones mínimas en el campo venezolano.
Las cifras de Fedenaga reflejan, sin embargo, la ausencia del combustible y la desatención a un sector considerado como prioritario por el ejecutivo en disputa.
La semana del 4 de abril fue la de mayor éxito del plan: solo se cumplió con 20,45 por ciento de la cuota de combustible para los ganaderos en toda Venezuela.
En el resto, hasta el 2 de mayo, los jefes militares y los alcaldes cercanos al madurismo entregaron entre 2,52 y 14,28 por ciento de la cantidad de litros totales que le piden.
“Empiezan a mermar las reservas que teníamos y cada día tenemos menos posibilidades de atender las unidades de producción”, advierte Chacín.
Los ganaderos, precisa, redujeron a uno por semana los viajes desde sus hogares hasta sus unidades de producción para economizar el gasto de combustible.
Cada vez, cargan con comidas, medicinas, repuestos, mecánicos, soldadores y electricistas para resolver cualquier necesidad existente en sus predios.
“Aquí no hay ningún sector privilegiado. No entendemos por qué hay más gasolina en el mercado negro que en los sectores que fuimos llamados ‘de emergencia’”, reprocha.
En Machiques, municipio productor del occidente venezolano, un litro de gasolina revendida cuesta entre dos y tres dólares. Y les cuesta trabajo pagarlos, dice Chacín.
Chacín, quien trabaja con tierras y ganado en el estado Zulia, junto a 12.000 ganaderos, resalta que la crisis del sector ya existía en todo Venezuela antes de la COVID-19.
Cita como ejemplo a las empresas transformadoras de la leche. Producían a 30 por ciento de su capacidad instalada antes de la pandemia. Luego, solo 12 por ciento.
“No tienen capacidad de ir a las unidades de producción. No hay combustible para (trasladar) las materias primas”, lamenta.
De seguir la crisis, Fedenaga anticipa que los ciudadanos tendrán que viajar cada vez más a los poblados rurales para conseguir alimentos como la carne y la leche.
De la crisis a la protesta
El experto en agronomía Werner Gutiérrez apunta que el madurismo nada a contracorriente de la “consideración especial” que ha brindado la mayoría de los gobiernos del mundo durante la pandemia al sector agroalimentario.
“Contrariamente a la lógica universal, Nicolás Maduro continúa aplicando medidas regresivas que nos limitan de manera significativa el goce del derecho a la alimentación”, escribió en uno de sus últimos artículos de opinión, que publica con regularidad en la prensa venezolana y que compartió con la VOA.
Gutiérrez, ex decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Zulia, advierte que el madurismo corrobora “su política de destrucción del aparato ‘agroproductor’ nacional” en medio de esta pandemia.
La Confederación de Federaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela, Fedeagro, da por perdido el ciclo de invierno de este año, recuerda.
“Los agricultores deberían haber empezado la preparación de las tierras en los llanos occidentales y están sin combustibles, semillas, fertilizantes, sin créditos de la banca, sin nada”, destacó el académico en uno de sus escritos recientes.
El madurismo activó en marzo pasado un programa de racionamiento de la gasolina. Voceros del Palacio de Miraflores y de PDVSA culparon al “bloqueo” de las sanciones de Estados Unidos por la paralización de las refinerías del país.
Juan Guaidó, presidente interino y líder opositor del Parlamento, atribuye la crisis a la corrupción y a la mala administración de la empresa estatal petrolera.
Hasta en Caracas, la capital, generalmente abastecida y sin colas en las estaciones de servicio, el combustible escasea y resulta casi imposible llenar los tanques.
El escenario de gasolineras cerradas es un común denominador en los municipios rurales del país, que adolecen de la falta de gasolina desde mediados de 2017.
Ahora, en tiempos de pandemia, la crisis cava hondo en el campo venezolano, hasta el punto de que los productores comienzan a estudiar ideas radicales de presión.
En sus conversaciones informales, ventilan la posibilidad de negarse a entregar sus productos alimenticios a Caracas y sus alrededores, epicentro del poder político.
“Proponen dejar los alimentos en sus propios pueblos o hacer trueques a ver si la gente (del poder y la ciudadanía) reacciona un poco”, comenta a la VOA Wadin Guerrero, ganadero del estado Barinas, líder en producción cárnica y de leche del país.
En esa región, nació Hugo Chávez Frías, ex presidente de Venezuela y mentor político de Maduro. Su gobierno y el de su sucesor expropió 700.000 hectáreas. Ello, según Guerrero, también directivo de Fedenaga, desplomó la producción.
El chavismo, indica, desatendió a los productores venezolanos durante años, estimulando una economía de puerto e ignorando sus peticiones de otorgamiento de divisas mediante el control cambiario vigente en el país desde 2003.
Delegados de Fedenaga y otros gremios ganaderos se han reunido en semanas recientes con representantes del Ministerio de Agricultura de Maduro.
Los encuentros han sido respetuosos, confirman los voceros de los ganaderos, pero sin evidencias de soluciones tangibles, dicen.
Guerrero opina que el único municipio ganadero de Venezuela donde las exigencias de gasolina y de insumos funciona satisfactoriamente en Barinas, capital homónima.
Para él, la escasez de gasolina es un ingrediente “trágico” de la crisis del campo.
“El resto es un caos: No tenemos a nadie que nos ampare”, concluyó.
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