Los niños y jóvenes con discapacidades del desarrollo son una población grande y en crecimiento que sufre estigmatización y exclusión en todo el mundo, incluidas las políticas y sistemas de salud, advirtió un informe de dos agencias de las Naciones Unidas.
En 2019 ya había en el mundo unos 317 millones de niños y adolescentes con esos problemas de salud y “sin embargo, sus necesidades han sido ignoradas en la planificación de los sistemas sanitarios y en las disposiciones políticas para la salud”, apuntó el estudio.
Las discapacidades del desarrollo son afecciones provocadas por alguna deficiencia en áreas del aprendizaje, el lenguaje, el comportamiento o en áreas físicas que empiezan en el período de desarrollo y pueden afectar el desempeño de las personas durante toda su vida.
Ejemplo de ellas son la parálisis cerebral, los trastornos del espectro autista o las deficiencias visuales, apuntó el estudio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
A pesar de constituir una población grande y en crecimiento, los niños y jóvenes con discapacidades del desarrollo siguen sufriendo estigmatización, prejuicios, institucionalización y barreras a la participación, así como dificultades sociales, económicas y de educación, entre otras formas de exclusión.
“Esos niños encuentran barreras para acceder a la atención médica y reciben una atención de peor calidad en comparación con sus pares”, subrayó el informe.
Esa inequidad y omisiones dan lugar a desigualdades generalizadas en los cuidados de salud y aumentan el riesgo de muerte prematura para niños, jóvenes y adultos con discapacidades del desarrollo.
La suma de vulnerabilidades y el fracaso de las sociedades para garantizar inclusión, cobertura sanitaria universal y entornos propicios, conduce a que los niños y jóvenes con discapacidades del desarrollo tengan más probabilidades de experimentar violencia, pobreza, abandono escolar y problemas mentales de los padres.
También son más propensos a tener mala salud y desatención médica, y se les priva de oportunidades para prosperar.
El informe llama a la acción para acelerar cambios a nivel individual, familiar, comunitario y social encaminados a lograr la inclusión y la equidad en salud.
Además, pugna por una mayor inversión para construir sistemas multisectoriales de atención a niños y jóvenes con discapacidades del desarrollo.
Indica que la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la Convención sobre los Derechos del Niño proporcionan una base sólida para guiar las políticas y cambios que el informe recuerda como un marco de acción.
Ese marco de acción debe anclarse en la inversión para la cobertura sanitaria universal y consta de 10 puntos, el primero de los cuales es fortalecer la coordinación y mecanismos de rendición de cuentas para mejorar los servicios a los niños y jóvenes con discapacidades del desarrollo y sus familias.
Plantea crear oportunidades para que los jóvenes con discapacidades del desarrollo y sus familias participen en actividades de defensa de sus derechos, liderazgo, elaboración de políticas y su implementación y monitoreo.
También, abordar determinantes sociales de salud, bienestar y participación de los niños con discapacidades del desarrollo en las políticas y programas para abordar las inequidades en la atención sanitaria, y optimizar los servicios de desarrollo y salud.
Se pide fortalecer los servicios que se proporcionan a lo largo de la vida para lograr una atención inclusiva, centrada en las personas y basada en la evidencia.
Otro aspecto es garantizar que los cuidadores y los niños con discapacidades del desarrollo tengan acceso a información y apoyo.
Finalmente, se aboga por eliminar las barreras a la participación en la sociedad, combatir la estigmatización y la discriminación, y fomentar entornos que permitan la inclusión de niños con discapacidades del desarrollo y sus familias en todos los ámbitos de la vida.
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