Desde que un diplomático y promotor francés, Ferdinand de Lesseps, abrió el canal de Suez a través de Egipto en 1869, uniendo Oriente y Occidente, muchos países de Oriente Medio han intentado seguir su ejemplo. Recientemente, Israel ha planteado la posibilidad de abrir un canal desde el Mediterráneo hasta el Mar Rojo, o un enlace ferroviario desde su puerto de Haifa a través de Jordania hasta el Golfo. Un antiguo ministro de transportes iraquí promueve incansablemente un proyecto para abrir un canal desde el puerto meridional iraquí de Basora hasta Turquía. Pero el proyecto más serio es el ruso-iraní para unir el mar Caspio con el océano Índico.
Tras décadas de estudios de viabilidad, el temor conjunto al aislamiento por parte de las potencias occidentales está impulsando a Rusia e Irán a construir un corredor a prueba de sanciones. Desde que Occidente endureció las sanciones a Rusia tras la invasión de Ucrania, la pareja condenada al ostracismo ha abierto un enlace ferroviario circular a través de Kazajstán y Turkmenistán. Rusia está mejorando sus propios puertos con inversión iraní. Una compañía naviera iraní en el Caspio está potenciando la flota iraní de cargueros. Rusia está ayudando a construir una línea de ferrocarril de 164 km a través de Irán hasta su frontera con Azerbaiyán en la costa del Caspio. Una vez finalizada, constituirá un enlace ferroviario que desafiará las sanciones y discurrirá desde el Báltico hasta Bandar Abbas, en el Golfo Pérsico iraní.
El comercio anual ruso-iraní ya ha aumentado un 20% en un año, hasta alcanzar casi 5.000 millones de dólares, según Emil Avdaliani, un experto georgiano. Los expertos rusos predicen que el comercio con Irán podría superar al de Turquía, por valor de 30.000 millones de dólares. El mes pasado, Rusia suministró petróleo refinado (gasolina y gasóleo) a Irán por ferrocarril, en parte para su posterior transporte. Recientemente envió 12 millones de toneladas de grano a través de Irán a la India. Otros proyectos incluyen la mejora de los canales rusos entre los ríos Don y Volga, que unen el Mar Negro con el Caspio. Otro enlace ferroviario, con el puerto de Chabahar, en el sureste de Irán, podría acelerar aún más las exportaciones rusas a la India.
En el pasado, Rusia evitaba invertir en infraestructuras iraníes por temor a las sanciones occidentales. Pero la guerra de Ucrania ha hecho que deje de lado esa cautela. Ha animado a Irán a enviarle drones militares para martillear Ucrania. El año pasado, Rusia fue el mayor inversor extranjero de Irán, muy por delante de China. Para eludir las sanciones occidentales, ambos han presentado un sistema de mensajería financiera como alternativa al swift. Y ambos países se muestran simultáneamente grandilocuentes a la hora de desafiar un orden mundial perverso.