- Entre venezolanos es muy áspera la controversia por lo que hasta la fecha es la derrota de Trump y el triunfo de Biden (debates legales, mediante). Hay elementos ideológicos, políticos, comunicacionales y afectivos. Tengo amigos que estiman que ya toda esperanza se perdió en la lucha por la libertad y que ahora vendrá un baile pegadito entre el nuevo gobierno de Estados Unidos y la Cuba de Raúl Castro, si es que este todavía está por allí para enero. La verdad es que he encontrado pocos compatriotas que vean oportunidades en Biden-Harris, salvo algunos que se presentan casi como autores de la victoria demócrata.
- He expresado y sostengo una visión diferente. El régimen de Maduro ha emergido como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos y de varios otros países de la región, por sus vínculos con el narcotráfico, el terrorismo, el lavado de dinero, la trata de personas y el cultivo de grupos paramilitares. En relación con el Norte, esta amenaza ha sido detectada por su comunidad de inteligencia desde hace años y por los militares del Comando Sur. No se trata si en la Casa Blanca gustan Maduro y sus agremiados, sino lo que estos representan para la seguridad de ese país.
- En 2015 Obama declaró a Venezuela “una amenaza a la seguridad nacional” y sancionó a siete oficiales del régimen (https://lta.reuters.com/article/latinoamerica-eeuu-venezuela-obama-idLTAKBN0M51OE20150309 ), lo cual no impidió su acercamiento a Cuba y, en el contexto de entonces, tal gesto ayudó a confundir el carácter de la lucha en Venezuela ya identificado su régimen como un socio en la empresa criminal de La Habana.
- El gobierno de Trump, por su parte, muy temprano definió una política que escaló las sanciones con el congelamiento de las cuentas y bienes, la prohibición de transacciones, confiscación de bienes, embargos de armas y prohibiciones de viaje, de muchos de los próceres de la revolución. Luego vinieron la sanciones de la OFAC contra personas e instituciones y en seguida la operación de asfixia a Pdvsa y, por tanto, al financiamiento a Maduro. Más adelante, Trump dio en 2019 el paso audaz y sin precedentes de reconocer a Guaidó como presidente interino y permitió una representación diplomática del interinato, además de facilitarle recursos al por mayor. También Trump detectó con claridad que el gobierno de Cuba no era algo distinto al régimen de Maduro y que enfrentar a este significaba enfrentar a aquel.
- Esa política dura de Trump no eliminó las ambigüedades. Sus representantes para el tema venezolano abandonaron, al lado de Guaidó, el objetivo del “cese de la usurpación” y lo transmutaron en el de “elecciones libres”. Aunque pareciera que no puede haber elecciones libres con el régimen en el poder, en la práctica lo que han dicho es que puede hacerse una alianza con factores del chavismo (como en la mamarrachada del 30 de abril de 2019) para que sin Maduro –pero con el Maikel si cumple “su palabra” y otros más– se pueda hacer la “transición pactada”. Tan comprometidos han estado esos representantes con el G4 que se han permitido ser actores de la política interna opositora, con cierto descaro imperial. Basta nada más recordar las irrespetuosas declaraciones de Abrams y de Story contra María Corina.
- Por el compromiso de Trump con la salida del régimen de Maduro hay, sin duda, multitud de venezolanos agradecidos, y temerosos de que el gobierno de Biden desande el camino en lo que a dureza y fuerza se refiere. Las razones están en las vinculaciones de muchos apoyos de Biden por parte de la izquierda norteamericana y mundial, así como por el antecedente del “apaciguamiento” con Cuba del gobierno del cual era vicepresidente.
- Tengo una visión distinta. La realidad dura del régimen venezolano como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos no ha variado ni va a variar. Por encima de las carantoñas que Maduro y su corte hacen a Biden, los elementos estructurales del peligro regional ni cesan ni disminuyen. Pienso que el nuevo gobierno de Estados Unidos no va a retroceder en las sanciones a los altos oficiales del régimen y no creo que esté inclinado a aflojarle plata a Maduro a través de Pdvsa. Sí especulo sobre una aproximación más regional, más atención a los venezolanos migrantes y tal vez una mejor comprensión de las fuerzas de cambio, civiles y militares, internas.
- Me parece que a Biden no le queda más sino escalar el enfrentamiento al régimen venezolano; de lo contrario no es solo que abandonaría la solidaridad con un pueblo que sufre; solidaridad que se ha construido a lo largo del gobierno de Trump, sino que comprometería la seguridad de Estados Unidos. En este sentido, no cabe más que esperar unas semanas. Viene ya un punto de definición: las elecciones socarronas convocadas por Maduro el 6 de diciembre; sobre ese evento se verá lo que hay que ver.
- Guardo un moderado optimismo sobre la continuidad de lo que se maneja en la Sala de Máquinas de la comunidad internacional. Los líderes de Estados Unidos, Colombia y Brasil han adquirido un compromiso con la libertad en Venezuela y deben continuar. Si así lo hicieren, que Dios y sus patrias los premien; si no, que se los demanden. Eso sí, rapidito.
Carlos Blanco