La imagen de Malvina Pesate cayendo al piso luego que una bala atravesara su rostro, le dio la vuelta al mundo. Ella, al igual que una gran cantidad de venezolanos, salieron aquel 11 de abril de 2002 a la calle para pedir la renuncia del Presidente de la República.
“Era la primera vez que me colocaba una franela que me identificaba con un partido político”, recuerda dos década después, tras añadir que a su juicio fue justamente el vestir esa prenda tan llamativa (amarilla) y su estatura (casi 1,80) lo que la convirtió en un blanco fácil para el francotirador desconocido que esa tarde le quitó la vida a varios manifestantes.
Malvina asegura que nunca escuchó ninguna detonación de arma de fuego. “Yo veía eran piedras, una lluvia de piedras que nos lanzaban, recuerdo que cuando llegamos a la esquina de La Pedrera, los muchachos que estaban conmigo me pidieron que me quedara allí, mientras ellos se adelantaron”.
– En segundos vi un señor que estaba a pocos metros de mi (Jorge Tortoza), caer de cara al piso, comenzó a botar mucha sangre, me asusté y comencé a llamar a quienes estaban conmigo, en ese momento sentí el impacto.
“No era dolor, fue como un golpe muy fuerte en la cara y pensé: me pegaron una pedrada”, su rostro comenzó a dormirse y es cuando cae hacía tras perdiendo el conocimiento. “Todos pensaban que estaba muerta, me arrastraron hasta una pared, recobré el conocimiento y es cuando me suben a una moto de la Policía Metropolitana y me trasladan a un centro de salud”.
Malvina se enteró que había recibido un balazo tres días después, en la habitación de la clínica en la que se recuperaba. “Siempre pensé que había sido una pedrada, veía a mis amigos y familiares llorar y les pedía que se quedaran tranquilos, que sólo había sido una piedra”.
“No tengo duda, un ángel tomó la bala y la dirigió, sólo eso puede explicar que haya entrado a pocos centímetros de mi boca , reventara mi mandíbula y saliera por la nuca, causando sólo insensibilidad absoluta en varias partes de mi rostro al dañar varios nervios”. No dejó esquirlas, los médicos no entendían qué había pasado, sólo observaban atónitos el curso de la bala a través de la cabeza de Malvina.
– Hoy en día tengo insensibilidad en ciertos puntos dentro de la boca. Las cosas me cambiaron de sabor, tuve que aprender a comer. Una bala que me pudo haber matado o dejarme en vida vegetal, no hizo nada. El hueso soldó perfecto, si ven una radiografía no creerían que el algún momento sufrí una fractura de esa magnitud.
Una década después del suceso, asegura que fue difícil volver a la normalidad tras conocer lo cerca que estuvo de morir. “No entendía como alguien pudo quererme matar sin conocerme, sin que yo le hubiese hecho algo, yo estaba simplemente manifestando, como cualquier otro ciudadano”.
Desde entonces cada 11 de abril le cantan cumpleaños. “Yo volví a nacer ese día, todos los años mis amigos y parientes me pican una torta y me cantan, estoy viva, me dieron una segunda oportunidad y eso hay que celebrarlo”.
Pese a la presión de la familia y de muchos allegados, Malvina volvió a las calles a manifestar pocos meses después del tiroteo, “no he abandonado la calle, sigo en pie de lucha por lo que creo, Dios me dio una segunda oportunidad y no pienso desperdiciarla”.
Daniel Murolo