Un estadio para grandes ciudadanos, por @ArmandoMartini

Redaccion El Tequeno

Enumerar las fallas del estrenado estadio Simón Bolívar, merecedor de elogio y digno de un equipo grande liga, no es la intención del articulista. Lo que procura, es narrar una historia personal, resaltar la ciudadanía y el ciudadano, para la cual una obra se construye; eso no es cualquier cosa. 

Sin renunciar a la eterna afición por los Tiburones de la Guaira, solidario con la Venezuela beisbolera, fui en compañía de dos entrañables amigos, uno de cumpleaños, acompañado por su hijo menor Andrés, Ingeniero mecánico, fanático entusiasta de los Leones; además, de tolerante y comprensivo contertulio de tres mayores, como algunos jóvenes llaman a los canosos de cierta edad. 

Pasadas las 5 de la tarde comenzó la travesía. Nos dirigimos a los confines capitalinos, al volante, el conductor de nombre Willy, educado y bien portado, que labora en la empresa Ridery, a quien bautizamos con afecto, Willie Mays. Luego del tráfico vehicular, arribamos como a las 6 y algo, cerca de la estación del tren que se dirige a los Valles del Tuy, vecino inmediato de la Rinconada y el Poliedro, empezando el recorrido a pie.

Después de mucho caminar, apurar el paso y por momentos afanarse, en una interminable cola, por casi una hora y poco más, -se colearon vivarachos y poquísimos abusadores que siempre hay-. Destacando, que el camino estuvo ahíto por agentes de la Policía Nacional Bolivariana, de ambos sexos, variadas edades y diferentes contexturas físicas, dispuestos con profesionalidad, cortesía y urbanidad a prestar atención a quienes lo requerían.  

Superadas las alcabalas de seguridad para el cateo, solicitud de boleto y QR, llegamos a la entrada de la regia e imponente estructura, encontrándonos de frente, una gradería inmensa e inclinada que algunos calculan en 170 escalones, -confieso, no tuve el valor de contarlos, estando a punto de rendirme a su inicio. Sin embargo, Andrés, con la agilidad mental propia de su edad y profesión, encontró una rampa de fácil acceso, y por allí, remontamos la cuesta. Finalmente, después de una aventura casi épica, plena de sonrisas, conversa y mucho transpirar, conseguimos los bien ubicados asientos numerados, entre el home y la primera base, sobre la mitad hacia arriba de la grada, que aguardaban, sin ser importunados ni aprovechados en su soledad.  

Luego de recuperar el aliento y energía, con una fría para emprender el inicio del juego, sentimos la emoción de un extraordinario partido, -en Venezuela se juega excelente béisbol-, disfrutando de atención amena y cordial de vendedores; proveedores risueños de exigencias. Descubriendo una nueva medida: una damajuana por cada cuatro innings y medio, solo interrumpida, para degustar un perro caliente piropeado por una bolsa de chicharrón. 

Lo que sorprendió y atrapó la atención, fue el sentido de nación, sin distingo de clase, condición social o política, conducta ejemplar, respetuoso y ciudadano de un público latinoamericano, en su gran mayoría venezolano, que hizo recordar aquellos usuarios del Metro de Caracas en sus inicios; disciplinados, amables, ordenados, que se deleitaban de la excelencia y valoraban la importancia del buen comportamiento para el bienestar colectivo. Donde no había escándalos, ni quítate tu para ponerme yo. Eran grupos de personas compartiendo, siendo cada cual partícipe de lo gustoso de ser educado, de la complacencia del otro y la vanidad del gentilicio. Se sabían favorecidos de un servicio admirable por su característica, y proceder público.

Este estadio no es “de Grandes Ligas” por la obra, que es notable, sino por lo que proporciona a los usuarios, comodidad, ambiente, facilidades, limpieza y orgullo por la presencia. Hay fallas que corregir, y esas correcciones, deben acometerse, para utilidad de la comunidad capitalina, y los que rodean el perímetro.

Concluyó la Serie del Caribe y la maravillosa experiencia de un Estadio de primer mundo, ahora corresponde impedir la inoperancia, organizando adecuada y permanente programación de entrenamiento deportivo, para estimular equipos, ligas, temporadas, promociones musicales y culturales. Además de prestar educación especializada, práctica para entrenamiento de jóvenes y adultos, entre muchas otras actividades.

De esa manera, no será un gigante entre pequeños e ignorados, sino una obra de la comunidad que la beneficia y la relaciona con otras; al mismo tiempo, orgullo para los ciudadanos. 

@ArmandoMartini

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